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Las Hermanas Oblatas cuidan de las víctimas de la prostitución y la trata de personas

Las Hermanas Oblatas cuidan de las víctimas de la prostitución y la trata de personas

Las Oblatas: mujeres consagradas al cuidado de las prostitutas y las víctimas de trata

La hermana Sandra Ortiz, en esta entrevista con El Debate, revela el secreto para que estas niñas y mujeres puedan recuperar la dignidad. Las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor son unas 580 religiosas, presentes en quince países

Esta es la misión de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. La hermana Sandra Ortiz, en esta entrevista con El Debate, revela el secreto para que estas niñas y mujeres puedan recuperar la dignidad.

Una congregación religiosa femenina, nacida en España y extendida hoy por el mundo, dedicada específicamente a «las niñas, jóvenes y mujeres que se encuentran en situación de prostitución o son víctimas de trata con fines de explotación sexual».

Esta es la misión de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, a la que se consagró hace casi 35 años la hermana Sandra Ortiz. Nacida hace 57 años en Argentina, la religiosa lleva 25 años ayudando a las mujeres de Uruguay para salir de la prostitución y lograr una vida digna para ellas y sus familias.

Uruguay, de hecho, acogió a la segunda casa en el continente americano que fundaron las Oblatas, el 23 de octubre de 1932, cuando un barco atracaba con las dos primeras religiosas españolas.

La hermana Sandra ha conversado con El Debate para subrayar que «la misión de las Oblatas con las mujeres que ejercen la prostitución es una misión de amor y compasión, que busca aliviar su sufrimiento, brindarles apoyo y ayuda, en su camino hacia una vida digna y justa, abordando las causas subyacentes de la explotación y la trata de personas».

Los orígenes

La religiosa Oblata nos explica que la congregación está viviendo momentos especiales, pues el 16 de marzo tendrá lugar el broche de oro del bicentenario de su fundadora, Antonia María de Oviedo y Schönthal, quien había institutriz de las hijas de la Reina María Cristina de Borbón y de su segundo marido, el Duque de Riansares.

La misión, de hecho, tuvo su origen en el Asilo de Nuestra Señora del Consuelo de Ciempozuelos (Madrid), abierto el 1 de junio de 1864 llevado adelante por una laica, Antonia de Oviedo y Schönthal, motivada por un obispo, monje benedictino, que había sido misionero en Australia, monseñor José María Benito Serra

El prelado, al volver de aquel país, empezó a trabajar en 1864 en el hospital de San Juan de Dios de Madrid, atendiendo y confesando a mujeres prostituidas o en situaciones marginación.

El 2 de febrero de 1870 Antonia María de Oviedo y Schönthal se convertía en la fundadora de la congregación y en la primera Oblata, asociando la congregación con el Santísimo Redentor, formando parte, por lo tanto, de la familia redentorista en lo que a espiritualidad se refiere.

Pronto la congregación empezó a difundirse por España, Sudamérica y los Estados Unidos. Recibió la aprobación definitiva del Papa el 13 de mayo de 1895.

Legalizar la prostitución y la explotación sexual

Según aclara la hermana Sandra, «las Oblatas trabajan para abordar las causas más profundas de la trata de personas y la explotación sexual, incluidas la pobreza y la discriminación». En particular, promueven procesos voluntarios de superación de las situaciones de explotación y programas de educación y trabajo para devolver a la mujer su dignidad como persona y sanar las heridas provocadas por el comercio sexual.

En esta misión, la hermana Sandra reconoce que las religiosas afrontan un desafío poco conocido: las dificultades para ayudar a las mujeres víctimas de explotación sexual en países, como Uruguay, en los que la prostitución está legalizada.

«A causa de la legalización de la prostitución en Uruguay, es difícil ayudar a las mujeres víctimas de, la explotación sexual pues para que se considerar que se está frente a una situación de vulneración de derechos, se requiere una intervención judicial, que reconoce que es un delito. Hay pocas mujeres que lo denuncian, ya que presentar denuncia supone mucho riesgo». Se toma diferente cuando la situación es claramente de trata para la explotación sexual (donde hay pruebas visibles) pero dentro de los locales donde se ejerce el reconocido ‘trabajo sexual’ no se reconocen situaciones de explotación, sino que se naturalizan como parte de dicho trabajo.

En la actualidad, las Oblatas junto a equipos de profesionales intervienen en tres aéreas: prevención (trabajo territorial con mujeres e instituciones), asistencia (a mujeres y su núcleo de referencia en lo psicosocial y jurídico-humano-espiritual; talleres de capacitación para el empleo, de género, derechos, etc) y redes (trabajo de articulación interinstitucional, estado y sociedad civil) y con escasas aportaciones económicas.

Una asistencia integral

Una de las grandes dificultades de las Oblatas consiste en la búsqueda de ayudas para apoyar a las mujeres que asisten: «Es difícil lograr algún tipo de aporte concreto, porque todavía falta mucha sensibilización para ver a las mujeres como sobrevivientes o como víctimas de explotación –aclara la hermana Oblata–. Cuando uno solicita para niños en mucho más fácil la ayuda, hay mucha más sensibilidad».

Las paradojas que viven en Uruguay , país que reconoce el delito de la trata no ha destinado recursos para tener refugios especializados en al atención de victimas de trata, sino que se utilizan los refugios para violencia familiar.

Por este motivo, dado que en ocasiones las mujeres desean volver a su país o generar un proyecto de vida fuera de Uruguay, las Oblatas desde Uruguay han coordinado con sus casas de acogida en España, Italia o República Dominicana.

Casos impactantes

En 25 años, la hermana Sandra ha reunido experiencias humanas muy fuertes: «Me impactó especialmente una mujer muy inteligente: se acercó a nosotras para compartirnos una situación de violencia con su ex pareja, que la amenazaba desde la cárcel».

«Me contó que, con 13 años, su familia la echó a la calle –recuerda la hermana Oblata–. Entonces un hombre adulto la recibió en su casa y, por supuesto, terminó siendo su pareja, a pesar de que ella era menor de edad. Y, cuando queda embarazada, él la lleva al médico y el médico, naturalmente le dice que se tiene que cuidar. Ella no entendía de qué le hablaba, ¿de qué se tenía que cuidar? No sabía que estaba embarazada, no sabía qué era un embarazo».

La hermana Sandra nos cuenta también el caso de «una mujer y sus hijas, que comían de los depósitos de basura. La madre ejercía la prostitución en la calle, tomaba drogas. Pidió ayuda en una situación extrema. Esta mujer, pudo experimentar un trato humano, se sintió entendida. Hizo con esfuerzo un proceso de cambio personal. Esta mujer vio cómo su vida cambiaba, y cómo podía darles a sus hijas otra vida. Ahora tiene un trabajo y proyectos esperanzadores».

Escuchar para dar dignidad

De su experiencia con el sufrimiento de estas mujeres, la hermana Oblata nos comparte lo que muchas de ellas le repiten: «Los hombres que me pagaban por vender mi cuerpo me decían que soy prostituta y lo seré para siempre». «Y yo pensaba, no quiero eso para mí, yo quiero cambiar»

La hermana Sandra es testigo de la dignidad de estas mujeres, capaces de salir de esa situación en búsqueda de su propia dignidad.

Una dignidad que redescubren al ser escuchadas con atención y cariño por estas religiosas que les han consagrado su vida.

Las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor son unas 580 religiosas, presentes en quince países.

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