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Misa de campaña en misión

Capellanes en la trinchera: el desconocido papel de los sacerdotes en el Ejército

El «páter» constituye una figura decisiva para las vidas de muchos soldados

En los momentos más importantes y difíciles de la vida de un soldado, casi siempre surge una figura decisiva, «el páter», el sacerdote, que está disponible para escuchar, apoyar, inspirar… Hoy en las Fuerzas Armadas españolas hay pastores de las diferentes confesiones religiosas.

Los historiadores documentan que, en los primeros siglos, el cristianismo se expandió por el Imperio Romano gracias a las legiones. Los soldados romanos que se convirtieron al cristianismo, encontraron en ocasiones dificultades enormes para vivir su profesión militar y su fe. Sacerdotes y obispos, como san Valentín, se convirtieron en motivo de inspiración y guías espirituales. Nacieron así los capellanes castrenses.

El capellán castrense sigue ejerciendo hoy un papel muy importante para la vida de los militares de las Fuerzas Armadas españolas. El «páter», como llaman los soldados al capellán militar, constituye una figura que puede desempeñar un papel decisivo para sus vidas. Por una parte, está presente en momentos importantes: el funeral de un ser querido, la boda, el bautizo de un hijo. Por otra, el «páter» está al lado, disponible para escuchar en momentos de dificultad y crisis, o durante las misiones de paz en tierras lejanas. En la actualidad hay 87 capellanes castrenses en las Fuerzas Armadas españolas.

Blog General Dávila

Para católicos y no católicos

El páter Pedro José López Suárez, destinado en Burgos, reconoce a El Debate que trata de estar las 24 horas del día disponible para sus soldados: «Tanto para los católicos como para los que no lo son, porque, cuando vienen con alguna duda o pidiendo consejo de cualquier tipo, yo no les pregunto qué fe profesan».

En ese día a día, el capellán procura despertar en ellos o hacerles redescubrir la fe. El año pasado, preparó a 27 soldados a recibir el sacramento de la confirmación después de años alejados de la Iglesia. También celebra Misa en la capilla de la base militar y prepara a los hijos de los militares para recibir la comunión u otros sacramentos.

Además de su trabajo pastoral, el «páter» es un oficial del ejército y, como tal, también recibe formación e instrucción. Sus superiores «civiles» también lo pueden mandar con su tropa a la misión, a acompañarlos a las maniobras o asistirles en cualquier necesidad.

Un derecho fundamental

Algunos sectores de la sociedad española creen que la existencia de los capellanes católicos, refrendada mediante un acuerdo internacional con la Santa Sede, es un «privilegio» que supone una confesionalidad de facto en nuestras Fuerzas Armadas, que no casa bien con un Estado aconfesional.

El páter José Luis Sánchez Vázquez, capellán de la Academia de Infantería de Toledo, aclara a El Debate: «Ese planteamiento, está lleno de prejuicios anticatólicos. Lo primero es que todo soldado, como ciudadano, tiene derecho a ser atendido por los ministros de la confesión religiosa que profese».

«Esto no es una condescendencia del Estado o de un régimen político –aclara–. Es un derecho fundamental de la persona. No contradice la legítima separación entre religiones y gobiernos. La presencia de la religión en el mundo castrense no se contempla solo en España, no es un privilegio de la Iglesia católica, sino que lo encontramos reconocido y legislado en todos los ejércitos de nuestro entorno democrático. Negar, impedir o poner trabas al servicio de asistencia religiosa en las Fuerzas Armadas solo se da en los países con políticas totalitarias».

«La asistencia espiritual en las Fuerzas Armadas es un derecho fundamental de la persona».

No hay dos misiones iguales

El páter Ramón Sánchez Guardado, es un veterano en misiones en el extranjero, actualmente retirado, colabora con Cáritas Castrense en Valladolid. En declaraciones para El Debate evoca su extensa vida castrense: «Las misiones, aunque se desarrollen en el mismo lugar, son diferentes porque no coincide ni la población civil ni la militar. En las misiones, hice amigos de distintas confesiones religiosas: ortodoxos, coptos, rusos, maronitas, musulmanes, y todos hemos convivido armónicamente».

«He estado en Irak, Afganistán, Líbano, Kósovo, Bosnia y Kurdistán, Allí puedes ver lo malo que es cuando la política usa la religión para conseguir sus intereses», constata el capellán.

Un brigada en primera persona

Paco Neira, de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable, Pontevedra, cuenta para El Debate su experiencia extensa en misión y su relación con los capellanes: «Hay gente que no conoce a Dios, ni le interesa. También sucede en el Ejército, somos parte de la sociedad. Pero en los momentos difíciles todos nos planteamos cosas de la vida: ¿qué es la muerte?, ¿qué hay después?».

«Creo que esa inquietud la tenemos todos, seamos militares, médicos o panaderos –afirma el brigada Neira–. He estado en misiones en Irak, Líbano, Kosovo, Bosnia… Cuando vienes de patrullar, habiendo arriesgado la vida, muchos marchamos a la capilla —está abierta día y noche—, buscando al páter, aunque solo sea para hablar y desahogarnos».

Ministros de otras religiones

En las tropas españolas, cada vez es mayor la pluralidad religiosa. ¿Habría que abrir las puertas de los cuarteles a los ministros de otras religiones para que puedan acompañar espiritualmente a los miembros de las Fuerzas Armadas que así lo demanden?

El Debate ha planteado la pregunta expresamente a la Asesoría Jurídica del Ministerio de Defensa. Su respuesta ha sido clara:

«En la legislación actual española no están cerradas las puertas de los cuarteles a ninguna confesión religiosa. Cada una de las religiones tiene que organizarse para atender espiritualmente a sus fieles, que están sirviendo en las Fuerzas Armadas, pidiendo el correspondiente permiso al jefe de la unidad».

«La Iglesia evangelista organiza visitas y actos de culto con frecuencia. En ciudades, como Ceuta o Melilla, el personal militar musulmán tiene asistencia espiritual correspondiente a su confesión», sigue aclarando la Asesoría Jurídica del Ministerio de Defensa.

«En ciudades, como Ceuta o Melilla, el personal militar musulmán tiene asistencia espiritual»

Entre los capellanes castrenses más activos y con más misiones internacionales a la espalda, se encuentra el páter Ignacio Doñoro, quien ya ha dejado el Ejército para dirigir el Hogar Nazaret, obra al servicio de niños necesitados en el Amazonas peruano.

El páter Ignacio revela la conversación que mantuvo con la ministra de Defensa, Carmen Chacón, en 2009, en Kosovo, quien le aconsejó que pidiera una excedencia militar para poder realizar su sueño, fundar el Hogar Nazaret para ponerse al servicio de los más necesitados entre los pobres de Perú.

«Dios se sirvió de ella –la misma mujer que había eliminado los símbolos religiosos del Ejército–, para que yo hiciese Hogar Nazaret», reconoce.

Había muchas vidas rotas, mucho que escuchar, mucho que recomponerIgnacio Doñoro

Maratón de confesiones

El páter Ignacio recuerda su primera misión de paz fuera de España, en Bosnia y Herzegovina «fue en Bosnia y Herzegovina, en Trebinje, en 1997. Cuando llegamos, teníamos órdenes de no salir del acuartelamiento por motivos de seguridad. Como no había ninguna distracción, que no fuera estrictamente militar, empecé a organizar unas charlas, que llamaron las ‘catequesis del páter’ y se apuntó prácticamente todo el mundo, incluidos doce soldados que se declaraban ateos».

«Una vez allí, les expliqué a todos que los que estaban sin bautizar iban a poder recibir el Bautismo, los que no habían hecho la Comunión iban a poder prepararse para hacerla y lo mismo a los que no estaban confirmados», añade.

«En una semana –añade–, se creó un ambientazo tremendo. Me hice muy amigo de los chicos ateos, a los que yo les daba, primero la catequesis, y después, ellos la daban a su vez a doce grupos diferentes. Fue pasando el tiempo y cuando faltaba un mes para que recibieran los sacramentos, casi ninguno de los soldados se había confesado. Me levantaba a las cinco de la mañana y confesaba todo el día hasta las dos de la madrugada, había muchas vidas rotas, mucho que escuchar, mucho que recomponer.»

«¡Gracias, páter!»

El general de División Rafael Dávila Álvarez, con muchos años de servicio para el Ejército de Tierra, en España y en misiones internacionales, comparte con El Debate una vieja tradición de la milicia que muestra el aprecio de los militares por sus sacerdotes.

«Quiero recordar que, al menos en el Ejército de Tierra, existe una vieja costumbre, que casi llega ya a ser tradición, según la cual, cuando alguien, sea o no el capellán, bendice la mesa y desea buen apetito en nuestras celebraciones de camaradería, bendición y deseo común a creyentes en cualquier religión, se contesta con un: ‘¡Gracias, páter!’», recuerda emocionado el general Dávila.