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Los devotos llenan el Cristo de Medinaceli: «Le pedí que mi marido no muriera y me lo concedió»

Este año hay una menor afluencia de fieles que acuden al tradicional besapiés, el primero que se realiza como en los tiempos anteriores a la pandemia

Esta fría, aunque soleada, mañana del primer viernes de marzo no es como cualquier otra. Los devotos del Nazareno se desplazan hasta la basílica del Cristo de Medinaceli, cuyas puertas llevan abiertas desde la medianoche y así permanecerán hasta que el último de los fieles entre a besar los pies de Jesús. No hay tanta afluencia como otros años, en ello están de acuerdo muchas de las personas que esperan su turno para entrar al templo. Aunque hay quien lleva días durmiendo en la madrileña calle de Jesús, este viernes nadie tiene que esperar mucho tiempo en fila para acceder al tradicional besapiés, la primera vez que se celebra tras la pandemia.

Dice la tradición y la experiencia de los devotos que de tres deseos que uno le pida al Cristo de Medinaceli, uno le será concedido. «Yo doy fe de ello», dice una señora pacense que espera a las puertas, que confiesa que hoy le va a pedir salud para ella y para toda su familia y trabajo. Su tercera petición se la reserva para ella y Jesús.

Hay también quien guarda el sitio a sus seres queridos y aunque no hay una avalancha de fieles que hagan que se multipliquen las horas de espera, un señor apoyado en la esquina al otro lado de la manzana de la entrada a la basílica confiesa que lleva allí desde las nueve de la mañana. «No llegaba la cola ni a mitad de la calle, pero estoy esperando a mi señora», dice. Vienen juntos desde hace años, «pero muchos años», aclara. Diez, doce, quince… ya no lo recuerda con exactitud. «Hoy estamos de día, pero también hemos venido de noche», cuenta. Él no le pide tres deseos, sino solo que todo siga igual.

A las siete de la mañana, Cristina se ha plantado ante el Cristo. Antes de la pandemia, habría tenido que aguardar con el rocío mañanero para poder pasar al interior. No obstante, el flujo de devotos hoy era rápido de lo habitual. Esta mujer viene con su madre desde que era pequeña y allí seguía antes de la Misa solemne de las doce del mediodía que ha oficiado el cardenal de Madrid, Carlos Osoro. «Ha habido años que la cola llegaba hasta Atocha», dice la madre de Cristina.

¿Por qué acuden el primer viernes de marzo al tradicional besapiés? Algunos dicen simplemente que por fe, otros que por una promesa. Una mujer menuda, de pelo ondulado y ojos azules cubiertos por sus gafas, cuenta que viene desde San Sebastián. Su hermana vive en Vallecas, desde donde han peregrinado a pie. «Mira como viene», dice su hermana, y al seguir su vista al suelo pueden verse sus pies desnudos sobre el congelado pavimento.

«Lo que le pedí me lo ha concedido y le prometí que vendría caminando», cuenta. Los médicos le dijeron que su marido, muy enfermo, no iba a pasar de esa noche. Entonces, ella acudió al Cristo de Medinaceli. «Le pedí que no me lo matara y me lo concedió», explica con la voz quebrada. No puede seguir hablando y su hermana completa la historia: «Al día siguiente cogió el covid, estuvo once días en la UCI». Tras volver a rezarle al Nazareno madrileño, se recuperó y a día de hoy no tiene secuelas. En palabras de su hermana: «Viene a pagar lo que ha prometido».

Un grupo de mujeres aguarda frente a la basílica. Ya han entrado hace horas, pero se quedan a esperar si pueden ver a la Reina Sofía, que suele acudir a besar los pies del Cristo de Medinaceli cada primer viernes de marzo. Otra de las grandes personalidades que ha acudido este viernes al tradicional besapiés es José Luis Martínez Almeida y también se ha dado cita esta fría mañana de invierno con Jesús Isabel Díaz Ayuso.

Un Cristo viajero

La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue tallada en la primera mitad del siglo XVII en la Escuela Sevillana del taller de Juan de Mesa (o alguno de sus discípulos). Su primer destino fue Mámora, en Marruecos, adonde lo llevaron los Capuchinos para culto de los soldados españoles.
En 1681, la plaza marroquí fue ocupada por los moros, que arrastraron al Cristo por las calles de Mequinez. Los Trinitarios consiguieron recuperar la imagen y durante el verano de 1682 llegó a Madrid con gran fama milagrosa. Ese mismo año, se le organizó su primera procesión, a la que se dice que acudió toda la ciudad, el pueblo, la nobleza y la Casa Real.

​El Cristo de Medinaceli ha pasado por varias iglesias de Madrid y entre 1936 y 1939, también múltiple ciudades fuera y dentro de España. Estuvo en Valencia, Cataluña, Francia y Suiza, donde participó en Ginebra en una gran exposición junto con todo el tesoro artístico español.

​No fue hasta terminada la Guerra Civil española cuando
el Cristo de Medinaceli pudo volver a su basílica en la plaza de Jesus, donde cada año es visitada por miles de fieles que acuden a besar sus pies y pedirle tres deseos.