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El obispo Munilla, durante su intervenciónACdP

El obispo Munilla: «Una familia numerosa es el mayor testimonio contra el aborto»

El obispo de Orihuela-Alicante ofreció en Castellón una conferencia defendiendo que la batalla por la vida es una batalla por la esperanza

«La batalla por la vida está ligada a la batalla por la esperanza», destacaba este jueves el obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, en la conferencia Dignidad de la vida humana. El evento tuvo lugar en el Real Casino Antiguo de Castellón, y estuvo organizado por la diócesis de Segorbe-Castellón, la Universidad CEU Cardenal Herrera y la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

El prelado guipuzcoano comenzó lamentando la sentencia del Tribunal Constitucional de febrero, en la que se rechazaba el recurso interpuesto contra la ley aído por el Partido Popular hace más de 13 años. Munilla aventuró que la decisión judicial es «una prevaricación oculta», y señaló que contradice una sentencia anterior del mismo tribunal, de 1985, en la que se reconocía el derecho a la vida del nasciturus.

Asimismo, el obispo criticó que el líder popular, Alberto Núñez Feijóo, ahora aplauda la ley contra la que su partido votó en contra hace más de una década, en lo que consideró «una traición a la causa de la vida». «Es patente –reflexionó– ver cómo la deriva cultural de Occidente la marca la izquierda, y la derecha va por el mismo camino, aunque sea con el freno de mano puesto: creo verdaderamente que un secularizado de derechas piensa sustancialmente lo mismo que un secularizado de izquierdas».

El olvido del alma

Para Munilla, esta deriva se explica por haber abandonado la pregunta esencial: «Decimos que toda vida humana es digna, pero ¿en qué se sustenta esta conclusión?». El ponente concluyó, en esta línea, que «la causa principal por la que hemos dejado desprotegida la dignidad de la vida es el olvido de la existencia del alma humana», de un principio espiritual que trasciende la biología.

El obispo puntualizó que la existencia del alma es una verdad filosófica y antropológica, pero que también hay un argumento teológico: «El Dios encarnado se hizo embrión y acampó entre nosotros». En otras palabras, que «la encarnación nos da más clarividencia para que seamos capaces de ver –a la luz de lo que pasó en el seno de María– el don, la dignidad de la vida».

La cultura del deseo y el feminismo «errático»

«La vida política ha renunciado a hacer esta reflexión, ha ido por el camino del practicismo», señaló, e identificó cuatro factores detrás de esta tendencia, empezando por «la cultura del deseo». Munilla criticó la pretensión de «forjar la realidad a la medida de nuestro deseo», y puso el ejemplo de un embarazo: «Si es deseado, se habla de ‘hijo’ y nadie lo pone en duda; si no, pasa a ser un ‘algo’, un grupo de células», dijo.

Los otros tres factores que citó fueron el relativismo moral –«la pregunta de si algo es bueno o malo se responde con ‘depende’»–, el positivismo político y jurídico -que ha cambiado, dijo, el «bien común» por el «interés general»- y el «feminismo errático». «Se ha introducido la gran mentira de que la maternidad es enemiga de la libertad y la dignificación de la mujer», advirtió, aunque señaló que la sociedad no se ha tomado en serio dar la vuelta a esta cuestión concreta. «Nuestra legislación laboral no permite que la maternidad sea una buena noticia», lamentó.

Perseverancia y «uno a uno»

Munilla concluyó su intervención proponiendo tres vías para la acción, advirtiendo de que «en la batalla por la vida tenemos que ser muy perseverantes» y citando el ejemplo de EE.UU. Así, dijo que «es muy importante el uno a uno», y también defendió la necesidad de promocionar la apertura a la vida en las familias. «¡Una familia numerosa es un espectáculo en medio de este mundo, y es el mayor testimonio contra el aborto!», exclamó.

También pidió tener «plena conciencia» de que la Iglesia está llamada también «a rescatar y consolar a todos los que han caído en esa herida». Muchas mujeres que han abortado -aseguró, parafraseando al papa san Juan Pablo II– «serán testigos de la vida de primera línea».