Semana Santa 2023
Sábado Santo, el día del silencio de la muerte y el ayuno
Una madre no se desprende del dolor de un hijo muerto ni un minuto en la vida. Todos son una tortura, porque no es una situación natural, hiere siempre, y uno lo sabe, será así toda la vida
Silencio. Ni una palabra en el día sagrado de los judíos. Algunos celebraban, otros gemían. También estaba la madre... El sábado, el pueblo descansó según el antiguo precepto. Era la Parasceve. Nadie cocina, no se enciende fuego, la comida estaba preparada desde el día anterior.
Aquel día, Jesús en la tumba. Y preocupados, los sacerdotes y fariseos suplicaron a Pilato que custodiara el sepulcro. Se explica su precaución: tenían miedo de que los discípulos secuestraran el cuerpo. Mientras la celebración del sábado seguía su curso, los judíos cumplían el rito, recordaban las antiguas tradiciones, descansaban. Hablaban de Moisés y de la esclavitud, del desierto y de las delicias de la comida egipcia. De los durísimos cuarenta años vagando por aquel desolador paisaje fabricado de arena y piedras, duro y difícil como pocos en el mundo. Con una increíble luz, con una tremenda dureza.
La muerte inevitable
Jesús estaba en el sepulcro, los discípulos y las mujeres asustados. Su madre con el corazón roto lloraba con unas lágrimas grandes que empapaban todos los tejidos que se acercaba a la cara. Dolía el corazón, físicamente, el cuerpo no respondía. Su hijo no solamente había muerto. Había sido torturado, vilipendiado, escarnecido. Era un momento también para su propia muerte. Una madre no se desprende del dolor de un hijo muerto ni un minuto en la vida. Todos son una tortura, porque no es una situación natural, hiere siempre, y uno lo sabe, será así toda la vida. Es un dolor para siempre. Se lloran unas lágrimas especiales y no hay consuelo en el llanto.
El Sábado Santo es un día de silencio, de ayuno, y de recuerdo de esas mujeres que, como yo misma, han perdido a un hijo prematuramente. La Pietà, la estatua obra del escultor Miguel Ángel en el Vaticano, con un Jesús fallecido en brazos de su madre, con el rostro que exhala dolor y serenidad, aceptación y una profunda pena, conmueve. Cuerpos perfectos, rostros angelicales, maravilloso mármol, pero la muerte inevitable. Después de Jesús todo sería distinto. Es la fe del cristiano.