La sorprendente carta de los obispos de Escandinavia sobre sexualidad
Ante la dictadura de la ideología de género, presenta la belleza de la complementariedad entre el hombre y la mujer. Al mismo tiempo, ofrece comprensión y consuelo a toda persona que sangra por las heridas provocadas por las relaciones y la propia intimidad.
El Espíritu Santo tiene un sentido del humor sorprendente. Los católicos del sur de Europa y sangre latina, podríamos pensar que nuestros hermanos de Escandinavia serían los primeros en plegarse al «pensamiento único» de la ideología de género, tan arraigado en esas latitudes.
Y, sin embargo, los obispos de esos países (Dinamarca, Suecia, Islandia, Finlandia y Noruega) han sorprendido con la publicación de una revolucionaria Carta pastoral sobre la sexualidad humana.
Pero, ¿qué dicen tan revolucionario? Simplemente, presentan la verdad cristiana sobre el amor, que en sí misma es revolucionaria, porque no se ajusta a la dictadura del pensamiento único «del mundo».
La misiva, por una parte, presenta con gran sencillez la belleza de la visión cristiana de la complementariedad entre la mujer y el hombre; por otra, se aleja de todo cuento de princesas, mostrando una compasión profunda ante las heridas que todos experimentamos en la vivencia de la propia sexualidad y de las relaciones interpersonales. En la Iglesia, insisten, «hay lugar para todos».
El verdadero sentido del arcoíris
Pero rebobinemos. La misiva comienza remontándose al sentido bíblico del arcoíris, signo de la alianza entre Dios y el ser humano tras el diluvio universal. Hoy, sin embargo, constatan, es reivindicado «como el símbolo de un movimiento político y cultural».
«Reconocemos todo aquello que es noble en las aspiraciones de este movimiento –comienzan constatando–. En la medida en que hablen de la dignidad de todo ser humano y su anhelo de ser visto por lo que es, compartimos esas aspiraciones. La Iglesia condena toda forma de discriminación injusta, incluyendo aquellas basadas en el género u orientación afectiva».
Los prelados discrepan, sin embargo, «cuando este movimiento propone una visión de la naturaleza humana separada de la integridad corporal de la persona, como si el género físico fuera accidental».
«Protestamos cuando se fuerza esa visión sobre los niños, presentándola como una verdad probada y no como una hipótesis temeraria, y cuando se la impone a los menores como una pesada carga de autodeterminación para la que no están preparados», indican los prelados.
Los obispos escandinavos reconocen que «resulta llamativo que una sociedad tan atenta al cuerpo en los hechos lo trate con superficialidad al no considerarlo como un significante de identidad. Así, se presupone que la única identidad que cuenta es la que emana de la autopercepción subjetiva, la que surge a medida que nos vamos construyendo a nuestra imagen».
Acogida y consuelo
Ahora bien, los obispos reconocen también que vivir el ideal cristiano en las relaciones entre las personas puede estar lleno de heridas. El ideal del amor cristiano, añaden, «para algunas personas parece incluso una opción imposible».
«En nuestra intimidad, la integración interior de las características masculinas y femeninas puede resultar ardua. La Iglesia es consciente de esto. Desea acoger y consolar a todos aquellos que experimentan dificultad en este ámbito».
Los obispos se ponen «a disposición de todos para acompañar a todos. La aspiración al amor y la búsqueda de una sexualidad integrada tocan a los seres humanos en su fibra más íntima. Es un aspecto en el que somos vulnerables. El camino hacia la plenitud requiere paciencia, pero hay alegría en cada paso hacia adelante».
«El paso de la promiscuidad a la fidelidad, por ejemplo, es ya un salto enorme –constatan–, independientemente de que esa relación, ahora fiel, corresponda enteramente o no al orden objetivo de una unión nupcial bendecida con el sacramento. Toda búsqueda de plenitud e integridad merece respeto y debe ser sostenida. El crecimiento en sabiduría y virtud es orgánico, ocurre de modo gradual».
«Nuestra misión y tarea como obispos consiste en señalar la orientación del camino de los mandamientos de Cristo que son fuente de paz y de vida. El camino es estrecho, al inicio, pero se ensancha a medida que avanzamos. Ofrecer algo menos exigente sería defraudaros. No hemos recibido el Orden Sagrado para predicar ideales pequeños, fabricados por nosotros».
«La Iglesia es fraterna y hospitalaria, hay lugar para todos. Un texto antiguo declara que la Iglesia es ‘la misericordia de Dios descendiendo a la humanidad’ (Cueva de los tesoros, midrash arameo del siglo IV). Esta misericordia no excluye a nadie, pero fija un ideal elevado. Este ideal está expuesto en los mandamientos, que nos ayudan a crecer más allá de angostas nociones de nuestra identidad».
Propuesta a quien no comprende
Los obispos reconocen que la enseñanza cristiana sobre la sexualidad puede causar perplejidad entre muchas personas, motivo por el cual ofrecen dos consejos.
En primer lugar, escriben los prelados, «recomendamos familiarizarse con la llamada y la promesa de Cristo: conocerlo mejor en la Escritura y en la oración, a través de la liturgia y del estudio de la enseñanza integral de la Iglesia, y no de fragmentos encontrados aquí y allí. Participad de la vida de la Iglesia. La amplitud de las preguntas iniciales se ensanchará así, dilatando vuestra mente y vuestro corazón».
En segundo lugar, los obispos escandinavos invitan a ser conscientes «de las limitaciones de un discurso puramente secular sobre la sexualidad. Este discurso necesita ser enriquecido. Necesitamos un vocabulario adecuado para hablar sobre estos temas tan importantes. Tendremos una preciosa contribución para aportar si recuperamos la naturaleza sacramental de la sexualidad en el plan de Dios, la belleza de la castidad cristiana, y la alegría en la amistad. Esta última nos permite descubrir que una intimidad grande y liberadora también puede encontrarse en relaciones de carácter no sexual».
La Carta pastoral sobre la sexualidad humana, que los obispos escandinavos escribieron en esta Cuaresma, está girando en diversas traducciones en los cinco continentes, mostrando cómo la propuesta cristiana sobre el hombre y la mujer tiene una atracción sorprendente, capaz de superar barreras geográficas, modas e ideologías.