Benedicto XVI recibe el premio Embajador Velo de Antelo a título póstumo
La Nunciatura Apostólica fue el escenario del acto, al que asistieron, entre otros, la infanta doña Elena de Borbón; el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro y su predecesor, el arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela
El premio Embajador José María Velo de Antelo 2023 ha sido otorgado a título póstumo al Papa emérito Benedicto XVI. El galardón, que afronta su cuarta edición, honra a las mejores trayectorias de personalidades que han luchado por la libertad de los pueblos.
La Nunciatura Apostólica fue el escenario del acto, al que asistieron, entre otros, su Alteza Real la infanta doña Elena de Borbón; el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro; su predecesor, el arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela, entre otras personalidades de la iglesia, la nobleza y la diplomacia.
El acto fue presidido por el nuncio apostólico en España, Bernardito Auza y el embajador de España don Eduardo de LaIglesia, marqués de Villafranca del Ebro y Presidente del Patronato del Premio.
El homenaje
Tras la escucha del himno de España, tomó la palabra el nuncio apostólico, Bernardito Aúza, que ha comenzado agradeciendo a la Infanta Elena su presencia, además de agradecer, en nombre del Papa Francisco, también la presencia de las personalidades eclesiásticas y diplomáticas presentes para asistir a la concesión del galardón a Benedicto XVI por «su contribución a la paz en el concierto de las naciones».
A continuación, el consejero del patronato, Santiago Velo Antelo, relató el origen del premio, que afronta su cuarta edición.
Servidor y testigo excepcional
Velo Antelo señaló a los presentes que Benedicto XVI merecó el premio ”por entrar a formar parte de la historia", recordando al primer premiado, Lech Walesa, que junto a Juan Pablo II, arrasó con el comunismo.
La Laudatio fue impartida por Alfredo Dagnino Guerra, Académico de la Academia de la Diplomacia del Reino de España y Letrado Mayor del Consejo de estado.
Dagnino Guerra comenzó agradeciendo a la Academia de la Diplomacia el premio concedido a Joseph Ratzinger: una figura excepcional de nuestro tiempo, y «eminente teólogo y pontífice».
«Son innumerables los méritos, –rememoró Dagnino–, especialmente lúcido por ser servidor de la Iglesia y testigo excepcional; siempre al servicio de la verdad».
Dagnino Guerra ha recordado el ambiente filosófico-teológico que le tocó vivir al joven Ratzinger, rodeado por personalidades como Romano Guardini o Hans Urs Von Balthasar y la génesis de la revista teológica Communio; su aportación al Concilio Vaticano II y al papado de san Juan Pablo II, «un pontificado que no se entendería sin la presencia de Ratzinger» detrás de los documentos eclesiales, incluido el Catecismo, publicados durante los años de Wojtyla como Papa.
El encuentro personal
El servicio a la Iglesia, a juicio de Dagnino Guerra, llegó a su cénit con la elección como Papa en un cónclave de los más rápidos de la historia.
Benedicto XVI supo que «no se comienza a ser cristiano por una cuestión ética, sino por un acontecimiento: el encuentro personal con Jesucristo». De ahí, la grandeza de Ratzinger como hombre que trató de ayudar a «descubrir a Dios como fuente de la belleza, la bondad, y la verdad».
Para cerrar la entrega del premio, la infanta doña Elena agradeció «la visión diplomática y humanista cristiana del patronato Velo de Antelo, como se ha visto en los premios otorgados a las personalidades elegidas por su humanidad e inteligencia en su trayectoria vital». Como los anteriores premiados, doña Elena aseguró que «Benedicto XVI permanecerá en nuestro recuerdo y en nuestros corazones».