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Una monja cartuja orando en su eremitorioCedida

Silencio y soledad: la vida de las mujeres de la única cartuja en España

Todos conocemos a esos monjes que abandonan el mundo para seguir en el silencio absoluto. Pocos saben que en todo el mundo hay 5 conventos de cartujas, España alberga en Benifasar, Castellón, uno de ellos

¿Cuál es la orden monástica que vive el alejamiento del mundo como búsqueda de Dios de la manera más radical? Para muchos, sin duda, los cartujos. Pocos saben que también hay cartujas, religiosas que abrazan el silencio más absoluto de vida como lenguaje de amor, una vida marcada por la soledad para encontrar ese «gran silencio».

Las cartujas son las hermanas de los monjes cartujos, una orden contemplativa fundada por san Bruno y san Hugo en el año 1084. Su vida se caracteriza por el silencio, la soledad, la oración y el trabajo manual, siguiendo la Regla de San Bruno.

Viven en pequeñas celdas individuales, donde pasan la mayor parte del día y de la noche. Allí rezan, leen, estudian y realizan sus labores domésticas. Solo salen de sus celdas para asistir a los oficios litúrgicos en la iglesia del monasterio, para compartir una comida frugal los domingos y fiestas, y para pasear por el claustro o el jardín.

¿Por qué dan tanta importancia las cartujas al silencio y la soledad? Una de ellas responde así: «Desde siempre, los enamorados buscan encontrarse a solas; no busquemos en otro lado el sentido de la soledad en la Cartuja».

Monjas cartujas rezando el oficio de medianocheCeedida

Un único interlocutor

«Todo nuestro deseo es responder a la llamada de Dios, devolviéndole amor por Amor», sigue aclarando la religiosa. «Nuestros monasterios, alejados de lugares habitados, son desiertos para favorecer nuestro encuentro con Dios. Nuestro principal empeño y nuestra vocación consisten en encontrar a Dios en el silencio y la soledad. «En ella –escribía san Bruno– Dios y su siervo conversan con frecuencia como amigos».

Las cartujas no tienen contacto con el mundo exterior, salvo por las visitas esporádicas de sus familiares o amigos, que se realizan en una sala especial con una reja. Tampoco hablan entre ellas, salvo por motivos de necesidad o caridad. Su único interlocutor es Dios, al que dedican su vida entera.

Las monjas deben pasar por un largo proceso de formación, que incluye un año de postulantazgo, dos años de noviciado y cinco años de profesión simple. Al final de este periodo, hacen su profesión solemne, que las consagra definitivamente a Dios.

La vocación de monja cartuja puede ser vivida según dos modalidades: las monjas de claustro y las monjas conversas. Las dos son plenamente contemplativas, las dos totalmente orientadas a la contemplación. Pero los medios son un poco diferentes para cada una de ellas.

Una cartuja en el jardínCedida

De claustro o conversas

Las monjas de claustro viven en sus eremitorios la mayor parte de la jornada, ocupadas en rezar, estudiar, trabajar. Tienen especialmente encomendada la celebración de la liturgia comunitaria. Realizan diversos trabajos en la celda: costura, telar, carpintería, encuadernación, pintura de íconos, jardinería.

Las monjas conversas llevan una vida de auténtica soledad y, además de a la oración y al estudio, dedican una parte de la jornada a trabajar fuera de su eremitorio en el recinto del monasterio. Su trabajo concierne al servicio de la comunidad, trabaja en lo que se llama «obediencia»: la cocina, la lavandería, la hospedería, la enfermería, al mantenimiento de la casa.

Actualmente hay 23 cartujas (18 de hombres y 5 de mujeres) en todo el mundo, con un total de unos 270 monjes y 60 monjas. Las últimas cartujas creadas son las de Corea del Sur (2008). Las monjas cartujas forman junto a los monjes una única Orden bajo la dirección del mismo prior de la Gran Cartuja.

Una religiosa trabajando en la cocinaCedida

Noticias de cierre

En Castellón, aunque es poco conocido, se ubica la primera y única cartuja femenina de España. El monasterio cartujano de Benifasar se encuentra en el corazón del Parque Natural de la Tinença de Benifasar. Mantiene su vida de comunidad desde 1967 y es una de las cinco comunidades de monjas cartujanas que existen actualmente en el mundo.

En los dos últimos años se han difundido algunas noticias sobre su cierre, pero lo cierto es que la Cartuja de Santa María de Benifasar sigue funcionando y cuenta con el apoyo estrecho de la Orden, que se concreta principalmente con un hermanamiento con la Cartuja de Nonenque, que está al sur de Francia y supervisa su funcionamiento, aportando también medios humanos con hermanas de apoyo.

La Iglesia aprobó una regla de vida menos solitaria que la de los monjes hasta que hacia 1970, gracias al espíritu de renovación suscitado por el Concilio Vaticano II, y como consecuencia de insistentes peticiones de las monjas para poder llevar la vida cartujana en toda su plenitud, hubo una evolución hacia una vida más solitaria. Hoy la vida de las monjas es prácticamente idéntica a la de los monjes.

Su lema quiere decir la cruz permanece mientras el mundo giraCedida

'Stat crux dum volvitur orbis'

La jornada de una monja cartuja comienza a las 00:15, «A esa hora nos apresuramos a ir a la iglesia para el oficio nocturno», explican las cartujas de Benifasar. «Tiempo fuerte de la liturgia en la Cartuja, las vigilias nocturnas son un signo particularmente claro de la orientación de nuestra vida».

El resto del día la cartuja lo vive en soledad, trabajo y oración, con la única excepción de los actos comunitarios de liturgia y oración. El momento culminante, de hecho, es la Eucaristía.

Las monjas cartujas son un testimonio silencioso pero elocuente de la presencia de Dios en el mundo. Con su vida oculta y entregada, interceden por la Iglesia y por toda la humanidad. Su lema es stat crux dum volvitur orbis, que significa: la cruz permanece mientras el mundo gira.