Francisco reconoce las virtudes de otros veinte católicos asesinados en la Guerra Civil
Entre las víctimas hay diez sacerdotes, como Manuel González-Serna Rodríguez, nueve laicos y un seminarista; una sacristana de 68 años, un abogado, un farmacéutico, o un carpintero, tanto de la diócesis de Sevilla, de Huelva, Cádiz y Granada
el Papa Francisco ha aprobado en un nuevo decreto el martirio de otros veinte católicos asesinados durante la Guerra Civil española por «odio a la fe».
Entre los diez sacerdotes, como Manuel González-Serna Rodríguez, hay nueve laicos y un seminarista; una sacristana de 68 años, un abogado, un farmacéutico, o un carpintero, tanto de la diócesis de Sevilla, la de Huelva, Cádiz y Granada. El más joven, Enrique Palacios Monrabá, tenía 19 años y fue fusilado junto a su padre, Manuel Palacios Rodríguez.
Todos carecieron de juicio justo y en su mayoría fueron encarcelados antes de su «muerte violenta» por «odio a la fe». Muchos de ellos «oraron, se animaron, confesaron y expresaron palabras de perdón para los verdugos». La mayoría pertenecían a la Adoración Nocturna, Acción Católica o intentaron impedir actos violentos en templos o mientras se celebraba la Santa Misa, como en el caso del sevillano Manuel Luque Ramos.
Juan José Asenjo, arzobispo emérito de Sevilla, destacó en su momento, durante la fase diocesana de la causa martirial, que todos ellos «invocaron filialmente a la Virgen con el rezo del Santo Rosario» y que, en la cárcel «confortaron a sus compañeros» y «nunca renegaron de su condición de sacerdotes o laicos fervientes».
Manuel González–Serna
Nacido en Sevilla el 13 de mayo de 1880, Manuel González Serna fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1902 y nombrado párroco de Constantina el 30 de octubre de 1911. Detenido la noche del 19 de julio de 1936, el 23 de julio siguiente fue conducido a la iglesia de Constantina, donde tras sufrir todo tipo de insultos, fue ejecutado en la sacristía. Pero antes de su martirio, ya era reconocida su fama de santidad.
María Dolores Sobrino Cabrera
También en Constantina, María Dolores Sobrino Cabrera era una mujer de 68 años, comprometida con la parroquia como sacristana. Fue asesinada el mismo día y en el mismo lugar que el párroco González-Serna. Como el párroco, su cuerpo fue profanado y abandonado en la calle.
Padre e hijo
El único seminarista de los nuevos mártires marchaba a su casa de vacaciones a finales de junio de 1936 tras concluir su primer año de estudios de Teología, cuando fue detenido y asesinado junto a su padre Manuel Palacios Rodríguez en la prisión de Cazalla de la Sierra el 5 de agosto de 1936. Tenía 19 años y seis hermanos.
Compromiso cristiano
Agustín Alcalá Henke, abogado y empresario, fue fusilado en Sevilla el mismo día que comenzó el alzamiento militar en África, el 17 de julio de 1936, y murió al día siguiente. Su impronta cristiana, tanto en el ámbito laboral y político desde la Doctrina Social de la Iglesia, como en la piedad popular y la caridad, le convirtieron en objetivo de sus verdugos, que obviaron el compromiso cristiano de Alcalá Henke con sus trabajadores.
Vigil Cabrerizo, «el beato»
El 18 de julio por la tarde fue asesinado el sacerdote José Vigil. Los milicianos buscaban falangistas y entraron en su casa; le dispararon dos veces, con voluntad de dejarlo herido. Lo sacaron a la calle, le quitaron la cartera y vieron que tenía estampitas: «Este es beato», se dijeron y le dispararon otro tiro en el hombro izquierdo.
Otro disparo en el vientre hizo declarar al sacerdote: «Yo los perdono como Dios Nuestro Señor perdonó a sus enemigos». Tras rogar a los milicianos que no matasen a su familia, recibió otro disparo y agonizó durante una hora.
Los hermanos Mariano y Gabriel López-Cepero
Mariano, nacido en 1883, había sido teniente de alcalde de Cazalla de la Sierra. Gabriel era padre de siete hijos y miembros del consejo parroquial. Ambos fueron detenidos y ejecutados el 5 de agosto.
El farmacéutico de Cazalla
El delito que le valió a Cristóbal Pérez Pascual la condena a muerte fue pertenecer al consejo parroquial y haber abierto una farmacia, desde la que desarrolló una intensa actividad asistencial y benéfica. También fue fusilado en la cárcel de Cazalla el 5 de agosto de 1936.
Tiroteado mientras huía
Nacido en Sevilla el 29 de septiembre de 1910, José María Rojas Lobo, de 26 años, era abogado y miembro del partido católico Acción Popular. El verano de 1936 acudió con su familia a Marchena donde fue detenido por milicianos republicanos. Cuando llegaron las tropas nacionales, muchos presos, incluyendo Rojas, trataron de huir y les dispararon. Falleció cinco días después.
El recadero de las monjas
Manuel Luque Ramos era recadero y sacristán de las monjas Clarisas y vivía con su madre viuda, cerca del monasterio. El 18 de julio de 1936 se opuso a un grupo de revolucionarios que querían entrar en la iglesia durante la Santa Misa. Detenido al día siguiente, también le dispararon durante el intento de fuga, y murió días después en el hospital de Marchena el 22 de julio de 1936.
Rafael y Salvador Lobato Pérez
El párroco de El Saucejo, Rafael Lobato, de 35 años, y su hermano Salvador, de 31 años y carpintero, se escondieron en casa de una vecina, pero los milicianos dieron con ellos y les fusilaron el 21 de agosto de 1936.
Mariano Caballero Rubio
Nacido en Alájar (Huelva) en 1895, Mariano Caballero Rubio fue ordenado sacerdote en 923 y nombrado coadjutor en Huelva en 1934. Vio la quema de su iglesia el 21 de julio, huyó y le escondió una familia en Punta Umbría, pero los milicianos terminaron por dar con el sacerdote, que una vez arrestado fue conducido hasta el muelle de Huelva por una multitud armada. En su traslado se encontró con el Fiscal de la Audiencia, Narciso Pascual, respondiendo a sus palabras de aliento: «Estoy completamente resignado en las manos de Dios». Llegados al muelle, un joven de unos 16 años, armado con una pistola, le disparó a quemarropa en la espalda, dejándole gravemente herido. Murió en el hospital el 23 de julio de 1936.
Rafael Machuca y Juárez de Negrón
Rafael Machuca y Juárez de Negrón tenía 54 años y era coadjutor de la Asunción, en su pueblo, Estepa (Sevilla). Cada año, por indicación del médico y con permiso del obispo, acudía en julio a un balneario, en este caso a Carratraca (Málaga). Allí le atraparon los milicianos El 30 de agosto, tras un bombardeo de la aviación nacional sobre Málaga, fueron fusilados en represalia 120 presos, incluyendo varios sacerdotes, y Machuca entre ellos.
Como ellos también fueron asesinados por «odio a la fe» otros cinco sacerdotes:
- Francisco de Asís Arias Rivas (párroco de Lora del Río),
- Juan María Coca Saavedra (coadjutor de Lora del Río).
- Miguel Borrero Picón (coadjutor de Utrera),
- Pedro Carballo Corrales (párroco de Santa María de Guadalcanal).
- Antonio Jesús Díaz Ramos (administrador parroquial en Cazalla de la Sierra).