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La entrada al convento, calcinada por el fuegoTwitter

Un incendio abrasa los restos de san Benito el moro, analfabeto y confesor del virrey

Los frailes franciscanos que custodian el santuario han afirmado que solo se ha salvado el fémur del santo, y que este ha sido trasladado a otro convento

La ola de calor en Sicilia ha provocado un incendio que ha hecho arder el convento de Santa María de Jesús, en Palermo. Allí se custodiaban los restos de san Benito el moro o el negro. «Con lágrimas en los ojos anunciamos que queda muy poco de sus restos», afirman los frailes franciscanos que custodian el lugar. Se cree que solo se ha salvado el fémur del santo, que ha sido trasladado a otro convento.

El fuego ha arrasado el santuario dedicado a Benito de Palermo, donde se veneraban sus reliquias desde 1983. Cada 27 de diciembre y 6 de enero, sus devotos le oraban tanto en la iglesia de Santa María de Jesús como en distintas partes del mundo. Le tienen especial cariño en Colombia, Uruguay, Venezuela o Estados Unidos. Su culto se ha convertido en uno de los protectores de los pueblos negros.

A san Benito se le conoce como el moro o el negro por su origen africano. Fue hijo de descendientes de esclavos y nació en San Fratello hacia el 1524. No tenía estudios, pero sus dotes de consejo y prudencia atraían a la gente. Sus padres, Cristóbal Manassari y Diana Larcari, eran cristianos.

A los 21 años, el joven Benito comenzó a formar parte de una comunidad eremita fundada en su región por Jerónimo Lanza, que seguía la regla de san Francisco. Se trasladaron a vivir al Monte Pellegrino y cuando falleció el fundador, Benito fue elegido superior por sus compañeros. En 1562, Pío IV les retiró la aprobación como orden e invitó a los religiosos a entrar en la que ellos mismos escogieran.

El convento de Santa María de Jesús en Palermo tras el incendio

Benito eligió la Orden de los Hermanos Mayores y entró al convento de Santa María de Jesús en Palermo (el mismo que cobijaba sus restos mortales hasta el incendio). Tras una breve estancia de tres años en Santa Ana Giuliana, se estableció definitivamente en Palermo, donde vivió 24 años.

Allí fue cocinero y maestro de novicios. Un gran número de fieles iba a él en busca de consejo, incluidos sacerdotes, teólogos e incluso el virrey de Sicilia. En 1589 contrajo una grave enfermedad y el 4 de abril de ese año falleció a la edad de 63 años. Dicen que sus últimas palabras fueron las mismas que Jesús pronunció en la cruz: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu».