El Papa conoce bien a los lobos que acechan a los cristianos en las redes sociales
Muchos cristianos han dejado entrar a esos lobos en su gallinero y han sido devorados por la crítica sin conocimiento ni teología; por el murmullo y el cuchicheo en torno a los dramas que asolan nuestro mundo y por la reducción del cristianismo a cruzada moral
En el primer gran encuentro del Papa Francisco con los jóvenes en Lisboa, no quiso dejar pasar la ocasión de tocar el asunto espinoso de la relación que el mundo de hoy tiene con las redes sociales, a modo de tiranía de la que casi nadie consigue ya escaparse.
Por eso, el Papa aludió a esos «lobos» que «se esconden detrás de sonrisas de falsa bondad diciendo que saben quién eres pero que no te quieren» e «insinúan que creen en ti y te prometen que llegarás a ser alguien para después dejarte solo cuando ya no les interesas más»; esos lobos que quien sea asiduo de las redes sociales puede conocer bajo la forma de sacerdotes o laicos presuntamente bien formados y preparados para insinuar, cuando no decir explícitamente, que Francisco es hereje y todas esas cosas más que los cándidos cristianos asumen religiosamente y «en nombre de la verdad».
Esos lobos de las redes sociales que ensucian el nombre de la tradición cristiana y del papado, proclamándose los verdaderos intérpretes de la misma y sólo a partir de sus esquemas, prejuicios e imágenes del pasado.
Muchos cristianos han dejado entrar a esos lobos en su gallinero y han sido devorados por la crítica sin conocimiento ni teología; por el murmullo y el cuchicheo en torno a los dramas que asolan nuestro mundo y por la reducción del cristianismo a cruzada político–moral y a denuncias y escándalos trasnochados que ensombrecen la presencia de Jesús resucitado en el presente, aquí y ahora.
De ahí que el Papa, que conoce bien a los lobos que han venido aullando durante su papado, intente alertar a otra generación nueva de cristianos que no entienden de batallas culturales, aunque las sufren, a que estén «atentos»; a que no se dejen engañar por lo que se esconde detrás de las «redes sociales» y los «algoritmos» que nos muestran constantemente a los predicadores de una realidad polarizada; la realidad que tratan de imponer; su imagen de un Dios y de una Iglesia que ya no existen. Porque si hay alguien que es presente, que está siempre en el hoy que crea a cada instante, ese es Dios. El Dios que no mira a su pasado. El Señor que, a juicio de Francisco, «no señala con el dedo sino que abre sus brazos» y que «no cierra la puerta nunca» sino que «acoge», que sigue acogiendo en la Iglesia: «espacio para todos», lugar en el que «ninguno sobra». Lugar de la misericordia en el que «ninguno está de más».