Fundado en 1910
Ricardo Franco

¿A quién puede molestarle que la Iglesia sea para todos, todos, todos?

Como si el Papa argentino no hubiera aceptado la responsabilidad de un papado, sino la constante molestia de ser examinado sobre doctrina y catecismo durante el todo el tiempo que dure su pontificado

Madrid Actualizada 09:03

Peregrinos portugueses en la JMJ de Lisboa 2023)AFP

Una de las afirmaciones más evangélicas que uno pueda escuchar a lo largo de su vida es aquella que define a la Iglesia como casa, como madre o como padre parabólico que siempre tiene sus brazos abiertos, esperando en el camino la vuelta de un hijo arruinado y a dieta con algarrobas de los cerdos. Cualquiera de nosotros puede caer tan bajo, o más.

Por eso, no deja de sorprender la extrañeza con la que los mismos cristianos acogen cada palabra de Francisco para escrutarla, matizarla y compararla con lo dicho sobre el mismo aspecto en otras circunstancias; como si el Papa argentino no hubiera aceptado la responsabilidad de un papado, sino la constante molestia de ser examinado sobre doctrina y catecismo durante el todo el tiempo que dure su pontificado.

A vuelto a suceder cada vez que en la JMJ de Lisboa ha subrayado que «la Iglesia es para todos » ya que, a poca fe que se tenga, se entiende que Cristo es para todos, porque ha resucitado por todos y está presente hasta el fin de los tiempos para todos.

Y ha vuelto a suceder, de nuevo, en el avión de vuelta a Roma, al ser preguntado por «si no es una incongruencia decir que la Iglesia está abierta a todos, cuando por ejemplo los homosexuales no pueden recibir todos los sacramentos», quizá en un intento más de subrayar la ley tanto como para llegar a rasgar la hoja con la pluma.

El Papa ha aclarado, por supuesto, que «la Iglesia está abierta a todos» pero «luego hay leyes que regulan la vida dentro de la Iglesia».

«El que está dentro está según la legislación» y ha dicho al preguntante algo que suele pasarse por alto en este tipo de preguntas que no tratan de aclarar lo obvio, sino de seguir agrandando un problema, y que recuerdan más bien a las diatribas evangélicas que trataban de pillar en el error al hijo de un carpintero.

«Lo que dices es una simplificación», ha señalado certeramente el Papa: «'No puede realizar los sacramentos'». Pero «esto no significa que la Iglesia esté cerrada. Cada uno encuentra a Dios a su manera dentro de la Iglesia», ha tenido que precisar Bergoglio; un Papa al que le va a costar mucho esfuerzo dejar las puertas abiertas del banquete que otros sólo conciben para su disfrute, porque creen, acaso, que su alma es inmaculada y no necesita de tantas matizaciones para ser admitido en la Gloria.