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Gabriel Richi Alberti

'C’est la confiance' o del realismo cristiano

El Papa nos invita a fijar los ojos en lo esencial de nuestra fe: en Jesús, el único que puede hacer renacer, día tras día, la confianza. Y a hacerlo tal y como lo hizo santa Teresita: «amar a Jesús y hacerle amar»

A una semana del atroz atentado terrorista de Hamás, responsable de una escalada de violencia en Tierra Santa como hace tiempo no se daba, el Papa publica una exhortación apostólica sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios, con motivo del 150º aniversario del nacimiento de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. ¿No hubiese sido, quizá, adecuado esperar un momento más oportuno? Su título –C’est la confiance–, primeras palabras de una expresión de la santa («es la confianza y nada más que la confianza, la que nos debe conducir al Amor») suenan a desafío impertinente.

¿Verdaderamente es adecuado y realista apelar a la confianza en la situación en la que nos encontramos? Ante la violencia de la guerra –no olvidemos tampoco la tragedia de Ucrania–, la incertidumbre que provoca la situación política y económica en no pocos países, los dramas sociales y personales con los que nos enfrentamos cotidianamente y que nos llenan de perplejidad, sacando a la luz nuestra impotencia… ¿no suena a burla cruel apelar a la confianza? Todo lo contrario.

En este breve texto, de la mano de una de las santas contemporáneas más amadas por el pueblo cristiano, el Papa nos invita a fijar los ojos en lo esencial de nuestra fe: en Jesús, el único que puede hacer renacer, día tras día, la confianza. Y a hacerlo tal y como lo hizo la santa: «amar a Jesús y hacerle amar» (n. 9), es decir, fe y misión. Estas dos palabras –que pueden considerarse la clave de comprensión de la llamada a la conversión misionera que caracteriza el actual pontificado– revelan a todos los cristianos un «caminito», que «todos pueden seguir, en cualquier estado de vida, en cada momento de la existencia. Es el camino que el Padre celestial revela a los pequeños (cf. Mt 11,25)» (n. 14). Este camino de los pequeños nos conduce a «depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites, y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo» (n. 19), de manera que «la confianza plena, que se vuelve abandono en el Amor, nos libera de los cálculos obsesivos, de la plena preocupación por el futuro, de los temores que quitan la paz» (n. 24).

Este abandono lleno de confianza no es ingenuidad ni voluntad de ignorar el mal. Al contrario, el cristiano, como «Teresita es consciente del drama del pecado», pues «el pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor misericordioso del Redentor, este sí es infinito» (n. 29). Por eso cada uno de nosotros está llamado, como la santa, a ser «testigo de la victoria definitiva de Jesús sobre todas las fuerzas del mal a través de la pasión, muerte y resurrección» (n. 29).

Y el camino del testimonio es la caridad, el don conmovido de nosotros mismos. De este modo, el Papa muestra cómo santa Teresa nos ofrece su «síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás» (n. 43). He aquí el realismo cristiano.

  • Gabriel Richi Alberti es decano de la Facultad de Teología en la Universidad Eclesiástica San Dámaso.