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Un sacerdote imparte la comunión a los fieles en MisaCathopic

En la mano o en la boca: ¿cómo hay que comulgar?

La respuesta no es tan sencilla como parece, pues implica aspectos teológicos, litúrgicos, históricos y pastorales

¿Cómo recibir la Eucaristía? ¿En la mano o en la boca? Esta es una pregunta que muchos católicos se hacen, sobre todo tras los tiempos de pandemia, cuando se busca evitar el contagio por el contacto físico. La respuesta no es tan sencilla como parece, pues implica aspectos teológicos, litúrgicos, históricos y pastorales.

La norma general de la Iglesia es que la comunión se reciba en la boca, como expresión de reverencia y adoración al Cuerpo de Cristo. Así lo establece el Código de Derecho Canónico, que dice: «El fiel recibe la sagrada comunión de rodillas o de pie, según haya determinado la Conferencia de Obispos; cuando la recibe de pie, se recomienda hacer antes la debida reverencia, según las normas establecidas por la misma Conferencia», (can. 916).

Sin embargo, la Iglesia también ha concedido, como excepción, la posibilidad de recibir la comunión en la mano, en aquellos lugares donde la Conferencia Episcopal lo haya solicitado y obtenido la aprobación de la Santa Sede. Esta práctica se originó después del Concilio Vaticano II, como una forma de recuperar una antigua costumbre de los primeros siglos del cristianismo, que se fue abandonando por el creciente sentido de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y el temor a la profanación.

La comunión en la mano tiene sus ventajas y sus riesgos. Por un lado, puede favorecer la participación activa y consciente de los fieles, que reciben el pan de vida como un don gratuito de Dios. Por otro lado, puede generar una actitud de rutina o de falta de respeto, que olvide la grandeza del misterio que se celebra. Por eso, la Iglesia ha establecido una serie de normas para garantizar la dignidad y la seguridad de este modo de comulgar, como por ejemplo:

  • El fiel debe consumir la hostia inmediatamente después de recibirla, delante del ministro, y no alejarse con ella en la mano.

  • El fiel debe tener las manos limpias y en actitud de oración, formando un trono con la mano izquierda sobre la derecha (o al revés, si es zurdo).

  • El fiel debe cuidar que no queden partículas de la hostia en sus manos, y si las hubiera, debe llevarlas a la boca o limpiarlas con respeto.

  • El ministro debe usar una bandeja o un platillo para evitar que caiga la hostia o algún fragmento al suelo.

  • El ministro debe negar la comunión en la mano si existe peligro de profanación, por ejemplo, si el fiel tiene algún objeto en las manos, si no muestra signos de fe o si se sospecha que quiere llevarse la hostia para fines ilícitos.

La Iglesia respeta la libertad de cada fiel para elegir la forma de recibir la comunión, siempre que se haga con devoción y amor. Lo importante no es tanto el modo externo, sino la disposición interior del corazón, que reconoce y acoge a Cristo como el Señor y el Salvador. Como dijo el Papa Francisco en su homilía del 8 de febrero de 2015: «La Eucaristía no es un premio para los buenos, sino la fuerza para los débiles, para los pecadores. Es el perdón, es el viático que nos ayuda a caminar, a seguir adelante».