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Elvira Pillado, en la casa que regenta Infancia Misionera en MarruecosOMP

Una misionera en tierras musulmanas: «Es posible vivir el Evangelio en todos los sitios»

La hermana Elvira Pillado, religiosa de Jesús-María, lleva cinco años como misionera en Tánger. Como explica para El Debate, su labor con niños y mujeres en un país musulmán le exige «una evangelización a través de las obras» que, sin embargo, «permite hacer presente a la Iglesia donde de otro modo no podríamos estar»

Según el último Informe sobre Libertad Religiosa en el mundo, elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, Marruecos es uno de los países musulmanes donde los cristianos gozan de un mayor margen de maniobra… siempre y cuando no intenten evangelizar de un modo explícito a ningún ciudadano musulmán.

Cualquier cristiano que lleve a cabo una obra caritativa o social, tiene expresamente prohibido dar testimonio de su propia fe y hablar del Evangelio, bajo pena del cierre de su misión y la expulsión del país. Y aunque la ley no penaliza la conversión voluntaria de un fiel del islam a otra confesión, los conversos suelen sufrir un notable acoso social, y no gozan de los mismos derechos que el resto de ciudadanos. Por ejemplo, no tienen permitido celebrar y asistir a oficios religiosos en los templos cristianos (la mayor parte, construidos en la época del protectorado francés), no pueden poner nombres cristianos a sus hijos ni ser enterrados en cementerios cristianos, ni pueden impedir que sus hijos sean educados en el islam en el colegio.

Apostolado desde la caridad

En ese territorio hostil para anunciar a Cristo, 69 misioneros españoles ejercen un «apostolado desde la caridad». Así lo define para El Debate la hermana Elvira Pillado, religiosa de la congregación de Jesús-María que lleva cinco años en Tánger, cuidando de niños y mujeres sin recursos.

Curtida durante años en una guardería del Polígono Sur de Sevilla, el barrio más pobre de España, en 2018 aceptó la petición de su congregación para dirigir en Marruecos la guardería «Sagrado Corazón», donde atienden a 102 niños de familias con escasos recursos. Además, se ocupan del hogar «Dar Tika» (Casa de la Confianza), donde acogen, cuidan y educan a una docena de niñas de entre 6 y 14 años, derivadas por los servicios asistenciales del país, y que provienen de situaciones en ocasiones realmente duras.

Lo más difícil de ser misionero en un país musulmán

«Trabajar con estas niñas, y con las familias de la Guardería, es un trabajo precioso pero muy duro, que te exige dejarte la piel cada día, y que a mí personalmente me ha enseñado a profundizar más en mi relación con Dios Padre», explica para este diario. La falta de recursos materiales, las dificultades del idioma y las diferencias culturales no son, precisamente, las mejores aliadas para trabajar con menores en riesgo de exclusión.

Elvira Pillado, en la casa que regenta Infancia Misionera en MarruecosOMP

Con todo, «lo más difícil de ser misionero en un país musulmán –explica– es acostumbrarte a vivir con los límites a tu fe: no puedes mostrarla claramente, tienes que ser muy prudente a la hora de decir ciertas cosas, por supuesto tienes que aceptar unas leyes y unas costumbres que no siempre compartes… Y aunque en Tánger he aprendido cosas complicadas, como ser yo la extranjera o vivir en minoría, lo que más complicado me resulta y lo que más echo de menos es poder compartir mi fe con las personas con quienes vivo todo el día y a las que tengo mucho cariño».

Los ojos de la hermana Elvira son tan expresivos como sus palabras. Y son de lo más elocuentes cuando se pierden en el fondo de la sala en la que hablamos con ella, como si buscase una salida a una situación inevitable que le carcome por dentro: «Yo les pregunto mucho a las familias sobre su fe porque me gusta entenderles, y acojo su realidad en la que encuentro muchos puntos en común, como cuando ellos piden la protección de Dios para sus hijos o para sus amigos. También comprenden y respetan cuando nosotras vamos a rezar o cuando celebramos fiestas católicas como la Navidad o la Semana Santa. Pero, la verdad, es que me queda la pena grande de no poder proponer el Evangelio de una forma explícita».

«He aprendido a palpar el Evangelio»

Así que, lo que no puede decir con palabras, lo anuncia con las obras: «Hay cosas que, como misioneros, no está en nuestra mano cambiar. Pero lo que veo es que si la Iglesia nos envía en estas circunstancias, es porque Dios nos pide querer a todos los que Él ama, para que aprendamos a ver todas las cosas buenas que hay en nuestras diferencias». Y concluye: «En Marruecos he aprendido a palpar y a vivir el Evangelio con muchísima frescura y autenticidad. He visto que es posible vivir el Evangelio en todos los sitios, incluso sin emplear palabras. Eso, al final, es lo que nos hace misioneros».

Las obras de la hermana Elvira forman parte de las que sostienen con su oración y sus aportaciones los benefactores de Obras Misionales Pontificias. Por ese motivo, ella ha participado este año en la promoción de la Jornada de Infancia Misionera, que la Iglesia celebra el 14 de enero. Para quien quiera respaldar su misión, y la de tantos otros misioneros que trabajan con niños a lo largo y ancho de todo el mundo, OMP ha preparado la web www.infanciamisionera.es.