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El doctor José Gregorio Hernández

El médico de los pobres que podría ser santo gracias a la curación de un empresario

Dos veces vio el empresario afincado en Miami al médico de los pobres antes de vivir en carne propia una curación sin explicación médica y contra todo pronóstico y diagnóstico

en la habitación del hospital, Gonzalo Morales Divo volvió su mirada hacia la imagen del beato José Gregorio Hernández. El diagnóstico le acercaba a la muerte. Además, había sufrido un fallo multiorgánico que había acabado por comprometer su corazón, hígado, riñones y el cerebro. Los médicos le habían tenido unas semanas en coma inducido para evitar un derrame cerebral.

Dos veces vio el empresario afincado en Miami al médico de los pobres antes de vivir en carne propia una curación sin explicación médica y contra todo pronóstico y diagnóstico. Con el paso de los días, Morales se iba reponiendo con cierta rapidez, pero presentaba problemas de coordinación, en el habla y en la motricidad. Los médicos pensaron entonces que el daño cerebral era irreparable.

Unos meses más tarde de su sentencia de muerte, tras varias sesiones de fisioterapia, Morales volvió a caminar y a hablar con más soltura. Hoy el empresario está completamente recuperado.

Tras su curación, el supuesto milagro ha sido presentado ante el Dicasterio para las Causas de los Santos del Vaticano, de manera conjunta entre la archidiócesis de Miami y la de Caracas. Está en proceso la investigación para hacer santo al beato Hernández, un médico respetado y querido por su dedicación a los pobres. Es una figura importante para la comunidad católica de Venezuela, donde combinó su práctica médica con actos de caridad, además de una vida de fe comprometida.

El apodado médico de los pobres es venerado en otros países de Hispanoamérica también, no solo por su vocación sanitaria, sino como modelo de humildad y compasión. Así, su camino a la canonización es un símbolo de esperanza para sus compatriotas.

José Gregorio Hernández nació en Isnotú en 1864. Varias veces, intentó hacerse religioso y sacerdote, «pero varios problemas de salud se lo impidieron». Pero como don de la gracia, su fragilidad física «no lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un médico aún más sensible a las necesidades de los demás», «socorriendo a los que sufren, dando esperanza a los pobres, testimoniando la fe no de palabra sino con el ejemplo», dijo sobre él el Papa Francisco tras hacerle beato.