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El cardenal Juan José Omella (c), junto al cardenal José Cobo (d) y el cardenal Osoro (i) durante la apertura de la asamblea plenaria de la CEEEFE

Los 5+1 retos que tendrá que afrontar el próximo presidente de la Conferencia Episcopal

El tándem que sean elegido hoy como nuevos Presidente y Vicepresidente la Conferencia Episcopal Española se enfrentarán, en los próximos cuatro años, a cinco retos esenciales en los que se juega el futuro de la Iglesia en España… y a otro que jamás ha dejado de serlo

Faltan pocas horas para saber quiénes serán los dos hombres elegidos por los arzobispos y obispos españoles como los nuevos rostros visibles de la Iglesia en España. Aunque cada obispo gobierna de forma autónoma su diócesis y sólo rinde cuentas ante el Papa, y la ni Conferencia Episcopal es una suerte de gobierno eclesial, ni su presidente es «el jefe de los obispos», una cosa es cierta: a ojos de la sociedad, la presidencia de la CEE es, de facto, la voz de la Iglesia. Y lo es tanto en sus mensajes, como en sus silencios.

Ahora bien, aunque en esta semana cambien las personas que durante los próximos cuatro años ocuparán los sillones de la sala asamblearia de la CEE, no lo harán los retos a los que van a tener que enfrentarse. Y que, además de dar respuesta a problemáticas sociales como el número de suicidios entre adolescentes, la baja natalidad, la epidemia de soledad, o el incremento de la pornografía, podrían resumirse en estos cinco (más uno que se mantendrá en el tiempo, sean cuales sean las circunstancias de la sociedad):

1. Falta de vocaciones

El problema del número de sacerdotes es, quizás, el más grave y lacerante para el futuro de la Iglesia en España. Tras la enorme secularización social y eclesial de los años 70 y 80, el número de seminaristas experimentó en España una lenta caída durante los años 90 y primeros 2000. Y, en contra de lo que muchos piensan, durante la primera década y media del siglo XXI se fue incrementando poco a poco el número de vocaciones, con un hecho que hoy cobra una especial importancia: desde 2009 a 2015 se incrementó cada año el número de seminaristas, hasta alcanzar los 1.357 en 2015. En aquellos años, al frente de la entonces Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades estaba el hoy arzobispo de Sevilla, José Ángel Sáiz Meneses, uno de los nombres que más suena estos días para presidir o vicepresidir la CEE. En la Plenaria de 2014 cambió la presidencia de la CEE y también la de la hoy Subcomisión de Seminarios. Y con ella, se modificó la programación de pastoral vocacional que salía desde Añastro hasta el resto de las diócesis. Los datos hablan con elocuencia: en 2016 comenzó un declive en el número de seminaristas, que se acentuó 2022 bajando por primera vez del millar. Actualmente sólo hay 956 seminaristas en toda España. No es un problema que puedan solucionar solos el Presidente y Vicepresidente del episcopado. Pero es un problema que no se podrá solucionar sin ellos.

2. Discurso social y denuncia ante ideologías

El pontificado del Papa Francisco ha acentuado la sensibilidad social del episcopado español. Hoy es cada vez más frecuente que tanto los pronunciamientos de la CEE como los de los obispos en sus diócesis aborden cuestiones relativas a la ecología, la acogida a inmigrantes, el desempleo o la trata. Sin embargo, otras como la eutanasia, el aborto, la ideología de género, el transhumanismo o el transexualismo están fuera del discurso prioritario de la Iglesia, tanto en sus palabras como en sus acciones. Un ejemplo: en los últimos años varios obispos, como el hasta ahora vicepresidente de la CEE, el cardenal Carlos Osoro, han participado y promovido «oraciones ecuménicas por el cuidado de la creación», pero sólo uno (José Ignacio Munilla, prelado de Orihuela-Alicante) se ha sumado a las oraciones silenciosas por el fin del aborto, que el movimiento 40 Días por la Vida organiza frente a centros abortistas.

La participación de obispos en manifestaciones en defensa de la familia de junio de 2006, a la que se sumó a título personal el que hasta hacía tres había sido presidente de la CEE durante ocho años, el cardenal Rouco Varela, hoy parece impensable. Este cambio de rumbo ha sido percibido por buena parte de los fieles y del clero -algunos, con satisfacción, y otros, con perplejidad e incluso con franco rechazo-, que ven cómo los obispos, salvo contadísimas excepciones, han dejado de denunciar «el veneno de las ideologías» –como las calificó el cardenal Robert Sarah en una de sus últimas visitas a España–, bien porque unos comparten con convicción ese aspecto más social, bien porque otros evitan confrontarse con los poderes políticos y mediáticos que promueven una agenda de ingeniería social contraria a la fe católica. Y en este contexto, el nuevo Presidente de la CEE deberá elegir dónde poner el acento de la presencia pública de la Iglesia, tanto en los gestos como en los discursos y en las acciones que promueva.

3. Recuperar la relevancia social

Las causas son múltiples, pero hay un hecho incontestable: hoy la opinión de la Conferencia Episcopal ha desaparecido de los grandes temas sociales y apenas genera eco mediático, político o social. En los últimos años, ni el Gobierno ni las asociaciones civiles han percibido a los obispos como interlocutores de autoridad necesaria, cuya opinión debía haber sido escuchada en cuestiones de tanto calado como la ley de familias, la ley de educación, la ley trans, la modificación de la ley del aborto, la ley del sí es sí, o la ley para los enfermos de ELA. Tampoco ha sido aceptada ni solicitada su intervención, ni mucho menos su mediación, en cuestiones de relevancia política y gran impacto social como el intento de secesión de Cataluña, la lucha contra la corrupción, el trato a los inmigrantes en los CIE, o las recientes tractoradas de agricultores y ganaderos. Tras las presidencias de los cardenales Blázquez y Omella, el liderazgo de la Iglesia en España se ha difuminado y dividido, y cuando se reclama la participación de la Iglesia en los debates públicos de relevancia social, a excepción de aquello relativo a los abusos sexuales cometidos por algunos miembros de la comunidad católica, es necesario «atomizarse» y poner el foco en diferentes sectores más pequeños: las patronales de centros religiosos, las asociaciones de familias, los movimientos evangelizadores… Esta presencia dividida y, por lo tanto, más débil para ejercer como interlocutor social, parece no encajar bien en la misión de la Iglesia de ser «sal y luz del mundo». Así, quien presida la Conferencia Episcopal habrá de encarar este reto, para decidir cómo revertir esta situación… o si es mejor dejar las cosas como están.

4. Gestionar el protagonismo del laicado

La falta de sacerdotes y la incomparecencia en el debate público de las voces institucionales de la Iglesia ha propiciado un mayor protagonismo de los laicos. Una más que positiva responsabilidad de los seglares, que ya reclamaba hace 60 años el Concilio Vaticano II y que ha sido reiterada desde entonces por san Juan Pablo II, por Benedicto XVI y por Francisco. De hecho, el propio Papa ha insistido con gran vehemencia en la importancia de que los laicos se incorporen a la construcción de la Iglesia, y que desde ella transformen la sociedad. Todo ello, «superando el clericalismo» y ahondando en la llamada «sinodalidad». Sin embargo, esta situación plantea un gran reto para el futuro inmediato de la Iglesia en España: cómo dotar a los laicos de una verdadera capacidad de actuación, decisión y ejecución, sin injerencias de obispos y sacerdotes; y cómo respaldar (tanto con la presencia pública, como facilitando eventualmente medios económicos y materiales) las iniciativas de los seglares. Además, la experiencia del «camino sinodal» de Alemania, donde se ha creado una especie de «Iglesia paralela» tomada por los sectores más progresistas y afines al protestantismo, es también una alerta de lo difícil que puede resultar el equilibrio en la comunión de la Iglesia. Según quieran proceder los obispos en este nuevo mandato de la Conferencia Episcopal, los recientes congresos sobre la educación católica y sobre el primer anuncio en la evangelización, impulsados por la CEE y con el respaldo del cardenal Omella, pueden haber sido un primer paso… o un encuentro esporádico.

5. Orden económico y modernización mediática

La financiación de las diócesis y de las múltiples iniciativas sostenidas económicamente por la Conferencia Episcopal, desde el Fondo de Nueva Evangelización a Trece, puede verse fuertemente sacudida en los próximos años. ¿Los posibles motivos? Un eventual cambio en el sistema de financiación, auspiciado de forma unilateral por el Gobierno del PSOE para agradar al electorado más radical; o simplemente por una disminución en el número de recaudaciones a través de la Declaración de la Renta, bien por la secularización social, bien por el descenso en el número de cotizantes. En este sentido, la nueva Presidencia de la CEE tendrá que mantenerse ojo avizor, previendo eventuales planes de crisis y trabajando estrechamente con la Oficia Económica, que sigue guiada por el laico Fernando Jiménez Barriocanal. Una Oficina que ya experimentó una modernización notable durante los años como Secretario General de la CEE del hoy arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, cuyo nombre parece también ligado a la futura presidencia del episcopado. Junto al capítulo económico está la presencia institucional de la Iglesia en el ámbito mediático y cultural, que apenas ha cambiado desde la creación de Trece en 2010, es decir, hace ya casi 15 años. La modernización del lenguaje episcopal para adaptarse a los contenidos virales, a la omnipresencia de las redes y a la irrupción de la IA, es uno de los aspectos que parece razonable considerar prioritarios en el caso de una institución cuya misión es el anuncio de una Buena Noticia.

6. Leer «los signos de los tiempos» para evangelizar

El analfabetismo religioso y la falta de práctica sacramental siguen avanzando en España: en los últimos 10 años se ha desplomado el número de bautizos, comuniones, bodas religiosas, alumnos matriculados en la asignatura de Religión… Sin embargo, y en paralelo, han florecido movimientos evangelizadores de gran pujanza, como Hakuna, Proyecto de Amor Conyugal o Emaús. El fenómeno podría parecer contradictorio. Sin embargo, no lo es tanto: como ha denunciado el Papa Francisco, la «mundanización de la Iglesia» está en la base de la secularización de la sociedad y de la propia Iglesia; y sin embargo, «el Señor nos primerea», suscitando iniciativas evangelizadoras que hay que saber valorar.

Así, el nuevo Presidente de la CEE está llamado a dar un impulso evangelizador a la comunidad católica en España, adaptándose a lo que la Tradición cristiana llama «leer los signos de los tiempos» para «prender fuero al mundo», sin «apagar el pábilo vacilante». O lo que es lo mismo: a descubrir qué hay que hacer hoy para evangelizar más y mejor, enardeciendo a los católicos «de toda la vida» para que vivan el Evangelio «con obras y palabras», y que, así, hagan nuevos «discípulos de todos los pueblos» entre aquellos que están alejados de Dios o que han abandonado la Iglesia. El reto, sin duda, más importante de todos, y que a la luz de las enseñanzas del Evangelio, se mantendrá mientras siga existiendo presencia de la Iglesia en España.