Esta tradición se remonta a los tiempos de la primera cruzada. El florentino Pazzino de Pazzi fue el primero en subir los muros de la ciudad para exponer la bandera blanca y roja. Por ello, recibió como regalo tres astillas del Santo Sepulcro. Al volver a su ciudad natal, fueron guardadas en su palacio, pero pronto fueron trasladadas a la iglesia de los Santos Apóstoles. Cuenta la tradición que, durante la Pascua anterior en Jerusalén, los cruzados encendieron el fuego bendito como signo de purificación. Años más tarde, llegó a Florencia este ritual en el que un carro portaba las astillas, cuyo roce prendía la chispa y lo hacía arder cada Sábado Santo.
Visit Tuscany