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El padre de Akash Bashir contiene a duras penas las lágrimas durante una misa el pasado viernes por su hijoANS

Persecución religiosa

«Moriré, pero no entrarás en la iglesia»: Pakistán pronto tendrá su primer santo y mártir

Akash Bashir, de 20 años, salvó la vida de cientos de personas en 2015 al impedir el acceso de un terrorista suicida al templo

El domingo 15 de marzo de 2015, Akash Bashir hacía guardia junto a otros jóvenes voluntarios en la puerta de la parroquia de San Juan, en el barrio de Youhanabad de Lahore. Dentro del templo, cientos de niños, mujeres y hombres participaban en la eucaristía. Les acompañaría el hormigueo por la incertidumbre y el vértigo que supone ir a una iglesia católica en Pakistán, donde los fundamentalistas islámicos se han encargado de convertir algo tan inofensivo como ir a misa en una actividad de riesgo.

Akash detectó a un hombre que trataba de acceder al recinto del templo y que portaba «un bulto» sospechoso bajo la ropa. Le contuvo, comenzó el forcejeo y le abrazó con fuerza, diciéndole: «Moriré, pero no entrarás en la iglesia». En ese momento, el terrorista suicida detonó la carga explosiva y los dos saltaron por los aires. Uno murió por odio y otro por amor. Akash ofreció su vida y salvó las de cientos de personas, evitando una masacre.

El pasado viernes, nueve años exactos después de aquel suceso, el arzobispo de Lahore, monseñor Sebastian Francis Shaw, OFM, cerró oficialmente la investigación diocesana sobre la vida y el martirio del Siervo de Dios Akash Bashir. Con una misa celebrada en la catedral del Sagrado Corazón, a la que asistieron los padres y hermanos del joven asesinado y varios cientos de personas, monseñor Shaw y los demás obispos presentes elogiaron el coraje y la fe inquebrantable de Akash Bashir. Ahora, el camino hacia los altares del joven pakistaní –que se convertiría en el primer santo y mártir del país asiático–, continuará en Roma.

Monseñor Sebastian Francis Shaw, OFM, durante la misa, junto a una imagen de Akash BashirANS

El acto heroico de dar su vida para salvar la de cientos de personas «no se puede atribuir al impulso del momento, sino que fue fruto y expresión de una fe sencilla, madura y caracterizada por el testimonio», ha subrayado el padre Pierluigi Cameroni, SDB, postulador general de la Causa de los Santos de la Familia Salesiana, a la que pertenecía el joven pakistaní. «En el silencio y el anonimato, vivió plenamente el Evangelio, afrontando el presente con entrega y generosidad», añade, en declaraciones a la agencia de noticias de los salesianos.

Niño frágil y mal estudiante

Akash nació en Risalpur (Pakistán) el 22 de junio de 1994. Era un niño muy frágil que sobrevivió a duras penas a un clima desfavorable, a la pobreza de su familia y a una alimentación deficiente. Probablemente, estos factores influyeron en su desarrollo: hasta los cuatro años no aprendió a caminar ni a hablar; de hecho arrastró un problema de tartamudez hasta la preadolescencia. Pero en lugar de hundirse en las dificultades, estas contribuyeron a fortalecer su carácter.

La proximidad de Risalpur con Afganistán y el aumento de los atentados terroristas en 2007 llevaron a los padres de Akash a emigrar al este de Pakistán, al Punjab, concretamente a Lahore, en el distrito de Youhanabad, cerca de la familia materna de Akash. Allí, el padre de Akash encontró trabajo como pintor y, en 2008, toda la familia consiguió reunirse en Lahore.

La familia de Akash al completo, con los obispos que estuvieron presentes en la eucaristíaANS

Asistió durante un año al St. Dominic High School, pero hubo de abandonar la escuela debido a su bajo rendimiento académico. Se matriculó en el Centro Técnico y Juvenil Don Bosco, pero también suspendió el examen de promoción.

De los testimonios recogidos para la causa de beatificación se desprende que Akash era un joven muy sencillo. Su padre lo recuerda como un hijo obediente, un humilde trabajador nacido y criado en una familia pobre, una persona paciente y, sobre todo, un joven con una fe sólida.

Simpático y alegre, hablaba con un rostro sonriente y estaba siempre dispuesto a ayudar. Así lo recuerdan también quienes lo conocían fuera del círculo familiar, como Maryam Adrees, una de sus profesoras: «Era un chico sencillo, caritativo e inocente. Era muy respetuoso con todo el mundo. Akash se preocupaba por las cosas que les pasaban a los demás. Siempre respetaba a los ancianos y a los niños pequeños. Cualquier trabajo que se le encomendaba, lo hacía con el corazón y el alma. Nunca fue injusto con nadie; al contrario, cuando se daba cuenta de que alguien estaba siendo maltratado, reaccionaba intentando hacer algo al respecto. Ayudaba a los pobres y necesitados con lo que tenía», rememora. El señor Naveed –un óptico musulmán al que Akash solía acudir con su abuela para que le arreglara las gafas–, también recuerda la preocupación de Akash por los pobres y los necesitados: «Siempre que veía a algún pobre se entristecía; si no tenía nada que ofrecer o donar, rezaba por ellos. Aunque a veces tenía hambre, solía dar su comida a los demás».

Una procesión alrededor de la catedral de Lahore precedió la eucaristía por AkashANS

En una gruta situada en el patio de la iglesia parroquial de Youhanabad, Akash solía detenerse frente a una imagen de la Virgen María para ponerse unos minutos en oración antes de entrar en servicio. Compartía con su comunidad el rezo del rosario en la parroquia y participaba en las peregrinaciones a Mariamabad, una ciudad a ochenta kilómetros al noroeste de Lahore, para venerar a la Santísima Virgen.

Una parroquia con 800 bautizos

«Su vida sencilla y normal es sin duda un ejemplo muy significativo e importante para los jóvenes cristianos de Lahore, de todo Pakistán y del mundo salesiano», subraya el padre Cameroni. «Su causa de beatificación es un signo de esperanza y un ejemplo de santidad juvenil hasta el martirio. Como el primer mártir, San Esteban, Akash murió contemplando el cielo», agrega, a la vez que resalta que «con su sacrificio testimonia que la violencia es vencida por el amor, la muerte por la vida».

La sangre del joven Akash se ha convertido en semilla de nuevos cristianos. En la iglesia de San Juan –la misma que él defendió con su vida– se celebran más de ochocientos bautizos al año, y muchos jóvenes pakistaníes (entre ellos uno de los hermanos de Akash, que se ha convertido en voluntario de seguridad) han empezado a asistir a misa. «Es un modelo luminoso para otros jóvenes», concluye el postulador.