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Entrevista I Arzobispo de Burgos  Mario Iceta: «Ordenar a hombres casados no resolvería el problema de la falta de vocaciones»

El arzobispo de Burgos habla sobre el problema de la falta de vocaciones, la debilidad de las familias, el impacto de la pornografía o la posibilidad de que Roma dé el visto bueno a las diaconisas en la Iglesia

Doctor en Medicina, Cirugía y Teología, máster en Economía, experto en Bioética, fan de Dire Straits y de Bach, lector de novela policiaca… monseñor Mario Iceta (Gernika, 1965), arzobispo de Burgos, no es un obispo al uso. Por eso, y por su buen criterio, sus hermanos obispos lo consideran uno de los prelados con mayor futuro y proyección tanto dentro como fuera de la Conferencia Episcopal.

Su visión sobre los retos que tiene hoy la Iglesia para evangelizar, sobre la falta de vocaciones, sobre la atención a la España vaciada o sobre el impacto de la pornografía en las familias dan la medida de su preparación, tal y como se ve en esta entrevista para El Debate.

Monseñor Iceta, durante su entrevistaThorun Piñeiro

–Uno de los desafíos de la Iglesia en España es la despoblación de ciertas regiones, y la falta de sacerdotes para atender las poblaciones rurales. Burgos es un buen catalizador de esta radiografía. ¿Cómo debe encarar la Iglesia este reto?

–Burgos tiene 1.004 parroquias, y una gran extensión de pueblos que, cuando su economía principal era la agricultura, necesitaron mucha mano de obra, pero con la mecanización trasladaron su población a las grandes ciudades. Hay que diferenciar tres pastorales. Una, los núcleos de población urbanita, que en Burgos no son tan grandes como en otros sitios. La segunda, las periferias de esas grandes ciudades, que muchas veces son lugares dormitorio, con personas que vienen de otros lugares y todavía no han aterrizado ni hay una tradición. Y por último, esas zonas rurales, de una larguísima tradición, pero donde solo han quedado personas mayores, muy pocas familias con niños, y sobre todo requieren una atención de fin de semana.

–Dado que los dos primeros podrían encontrarse casi en cualquier diócesis, centrémonos en esas zonas rurales…

–Para atenderlas, tenemos un plan para constituir unidades pastorales, es decir, una agregación de parroquias que, conjuntamente, puedan llevar adelante las cuatro tareas de la Iglesia: primero, vivir la comunión; segundo, la transmisión de la fe; tercero, la celebración, la liturgia; y cuarto, la caridad, que se suele centrar en personas mayores que viven solas o en pueblos con poquita gente que ya está evangelizada. En estos casos, ya no se puede celebrar la Eucaristía en todas las parroquias, porque no existen sacerdotes para celebrarlas. Este nuevo panorama exige un cambio de mentalidad entre los sacerdotes, pero sobre todo entre los laicos: en tu parroquia solo habrá Eucaristía una vez al mes, y los siguientes domingos tendrás que ir a los pueblos de al lado. «¡Pero cómo no va a haber misa en mi pueblo, si es más importante que el otro!». Pues es que no hay sacerdotes, ni existe iniciación cristiana: no hay bautizos, no hay confirmaciones, no hay comuniones, porque no hay niños. En resumen, se trata de ver cómo vivir la comunión entre los distintos pueblos, para centrar las celebraciones en un núcleo de varias parroquias, no en una clave de conservación, sino evangelizadora, de crecimiento en la fe.

–¿Cómo se puede incrementar el número de sacerdotes en estas zonas, sobre todo tratándose de Burgos, que ha sido durante años semillero de vocaciones y de misioneros?

–La vocación es, primero, un don de Dios. Y tenemos que ser conscientes de la realidad: en España, cada año deja de manifestarse como católico un 1 % de la población. En este momento, estamos en un 60 % de españoles que se manifiestan católicos y cada año ha ido cediendo un 1 %. También descienden los bautizos con respecto a los nacimientos. En la archidiócesis de Burgos se bautiza el 56 % de los niños que nacen. ¡En la católica Burgos, solo uno de cada dos! En Bilbao era uno de cada tres. También está el problema de que la iniciación cristiana no logra profundizar en la fe. Después de la Primera Comunión y de la confirmación, baja muchísimo el número de niños que continúan en la parroquia. Y lo mismo pasa con los matrimonios: hoy en España la gente convive más que se casa; el 56 % de los niños en España nacen ya fuera del matrimonio; y entre los matrimonios canónicos, en torno a un 18 %. Hoy, además, la duración media de un matrimonio es de 15 años. A los 15, la mitad se han roto. Por tanto, si no hay una experiencia fuerte de fe en la familia y en las comunidades, no pueden nacer vocaciones.

El arzobispo de Burgos es fan de Dire StraitsThorun Piñeiro

–Vuelvo a la pregunta: ¿cómo se pueden suscitar vocaciones ante esta realidad? ¿O no se puede hacer nada?

–En primer lugar, tenemos que ir a nuestra retaguardia: fortalecer la fe de las familias con una vigorosa pastoral familiar, y fortalecer la iniciación cristiana. Y no solo con la edición de un nuevo catecismo, o algo similar: es una cuestión de testimonio de fe, no de materiales. El Señor pescaba con red, nosotros con anzuelo: de uno en uno y con implicación personal, que es imprescindible. Si las familias viven vigorosamente su fe, si las comunidades cristianas son capaces de iniciar con profundidad en la fe a los niños y a los jóvenes, de ahí nacerán las vocaciones. Por supuesto, hay que hacer promoción vocacional, pero sin familias fuertes y sin comunidades que vivan su fe, es como querer pescar en un desierto. El Señor sigue llamando, y tenemos que recordar que la propuesta vocacional es para que todo cristiano descubra su vocación, sea matrimonial, religiosa, misionera o sacerdotal.

–Ante estos problemas, surgen voces, incluso desde Roma, que piden la ordenación de hombres casados, la incorporación de diaconisas o incluso el sacerdocio femenino. ¿Qué opinión le merecen estas alternativas?

–Primero, los laicos tienen que descubrir su propia misión y vocación. Sería terrible que uno tenga 50 años y no haya descubierto cuál es la misión de su vida. Somos, desde el bautismo, discípulos y misioneros, así que todo bautizado tendrá que preguntarse cuál es su misión en la vida, y qué puede aportar en la misión específica de la Iglesia. Nosotros tenemos que pensar cómo incorporar a los laicos a la evangelización, pero sin clericalizarlos. Porque el celibato no es solo una cuestión disciplinar; el celibato es un don del Señor, con el que Él te llama a una entrega de absoluta disponibilidad al servicio sacerdotal. El celibato no es sinónimo de soledad, sino de disponibilidad. La soledad destruye y el sacerdote no debe estar solo, sino en comunión con otros sacerdotes, y en entrega constante a las familias, a los catequistas, en la parroquia… El celibato permite esa entrega total, peor no te puedes quedar solo en tu casa, enrarecido. A mis sacerdotes les digo: «Nunca comáis solos y rezad con otros». Y también está el tiempo sano de ocio, de deporte con otros... No creo que la ordenación de hombres casados resuelva el problema. Y con respecto a las diaconisas, me consta que hay una comisión de estudio, que supongo hará una propuesta al Santo Padre, y, por tanto, habrá un pronunciamiento en el futuro.

Mario IcetaThorun Piñeiro

–Pero, su opinión concreta sobre las diaconisas, ¿cuál es?

–Bueno, vamos a ver lo que la Iglesia dirime y lo que el Santo Padre resuelve. Como decía san Ignacio, lo nuestro es un sentire cum Ecclesia [n.d.r.: sentir, pensar junto a la Iglesia]

–Disculpe que insista: ¿Cree que llegará el momento en que haya diaconisas en la Iglesia?

–Vuelvo a repetir que cuando la Comisión resuelva lo que tiene que resolver, y al Santo Padre se le comunique lo que le tengan que comunicar, y el Santo Padre decida para la Iglesia, nosotros sentiremos con la Iglesia.

–Hablaba de las familias. Hoy hay un misil a la línea de flotación de la estabilidad familiar y de la correcta formación de los niños, jóvenes y de los propios esposos, que es la pornografía. ¿Qué impacto tiene la pornografía dentro de los hogares, e incluso dentro de la propia Iglesia?

–El acceso a la pornografía hoy es facilísimo desde cualquier terminal tecnológico. Por tanto, hay que llevar a cabo una gran labor de prevención. La pornografía cosifica a la persona: desposee de su dimensión personal a quien tengo delante y solo se ve algo que suscita una respuesta erótica o placentera. El porno es una gran despersonificación. Y cuando la relación humana pierde la dimensión personal, y conviertes a quien tienes delante en algo con lo que excitar los impulsos sexuales, poco a poco vas entrando en una incapacidad de amar. Por eso, lo que termina produciendo la pornografía no es solo una cosificación de otra persona, sino una clausura que te incapacita para amar y entregar la vida, porque lo que voy a buscar siempre va a ser un placer mío, personal, para mí, encerrado en mí mismo. El corazón se va acartonando. Hoy la pornografía es un gran problema social, y una adicción para muchas personas que necesitan ayuda. Por eso es fundamental hacer una tarea de prevención desde la educación.

Test episcopal de El Debate:

–¿Tuvo novia?
–Tuve dos.

–¿Y qué pasó?

–La primera fue muy breve, cuando estudié durante un año aquí en Madrid. Luego me fui a Pamplona a estudiar Medicina y no hubo tiempo de que cuajara. La segunda fue ya en Pamplona, y lo que ocurrió es que en la segunda mitad de los estudios de Medicina, la vocación sacerdotal se metió por medio y hubo que tomar otros derroteros.

–¿Cada cuánto se confiesa?
–Cada 15 días.

–¿Una comida de su diócesis que le guste especialmente?
–Evidentemente, el lechazo de Burgos, que es el plato estrella. Y la morcilla, que tomo como aperitivo.

–¿A qué santo le tiene particular devoción?
–A san José. El gran custodio del Señor y de la Virgen. Maestro de oración y vida, de humildad, de sencillez, de trabajo, de enorme fe, de gran caridad, de virginidad y pureza... Es un santo fantástico Y a san Juan de Ávila.

–¿Hay algún pasaje del Evangelio que tenga para usted especial significación?
–La Pasión, que es el gran itinerario del amor de Dios para con nosotros y el gran horizonte e itinerario de lo que podemos hacer con nuestra vida: Quien guarda la vida para sí, la pierde; quien la entrega por amor, la gana.

–¿Y alguna oración que le guste particularmente?
–Una, que cada día rezo más y que fue compuesta en el pueblo donde fui por vez primera sacerdote, mi primer destino, Priego de Córdoba: el «Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea», dedicada a la Virgen María. Es una oración que cada día rezo más.

–¿Cómo se relaja?
–Me gusta escuchar música. También pasear, ya que no tengo tiempo de hacer otros deportes. También leer novela histórica y novela policíaca, y me gusta el cine. No tengo mucho tiempo, pero las dos últimas películas que he visto me han parecido fantásticas: Nefarious y Sound of Freedom.

–¿Qué música le gusta?
–Música clásica: los barrocos, como Bach; neoclásicos como Mozart… la música romántica me gusta menos. Me gusta mucho la música impresionista: Debussy, Fauré, Duruflé, Saint-Saëns… Y de música contemporánea, soy más de los 80: Dire Straits, Supertramp, el rock sinfónico...