Los monjes trapenses vuelven a Noruega 500 años después de ser expulsados tras la Reforma
La comunidad se mantiene gracias a la venta de sus quesos artesanos en tiendas de todo el país y la hospedería que regentan en la que acogen a peregrinos
En medio de un desierto de hielo hay un monasterio. Es nada menos que el más septentrional del mundo. No ha estado siempre ahí. La abadía de Munkeby se fundó en algún momento entre 1150 y 1180, por los trapenses ingleses que evangelizaron Noruega; pero tras la Reforma Protestante la Orden del Cister de la Estricta Observancia, también conocida como la Trapa, fue expulsada del país.
Sus monasterios fueron abandonados y posteriormente destruidos, pero Munkeby ya estaba abandonado. Los monjes que fundaron la comunidad resistieron a las condiciones climáticas nórdicas todo lo que pudieron pero tan solo unas décadas después de llegar se trasladaron un poco más al sur, donde hicieron otra fundación, la de Tautra, que hoy es una comunidad femenina.
Después de casi 500 años, la abadía de Munkeby ha vuelto a ser habitada. El pasado mes de diciembre, el obispo de Trodheim, Erik Varden, también trapense, se trasladó hasta el lugar para consagrar su iglesia y desde entonces cuatro monjes trapenses se dedican al rezo silencioso y a la acogida de peregrinos en aquel remoto y frío paraje.
En 1999, las monjas trapenses de una pequeña abadía de Iowa decidieron trasladarse al ya mencionado monasterio de Tautra. Construyeron unas nuevas instalaciones cerca de las antiguas ruinas que fueron inauguradas en 2003 con la presencia de la reina Sonia de Noruega.
Una decisión similar tomaron los monjes de la Trapa de Cîteaux, en Francia –la casa original del Císter–, quienes en 2007 decidieron establecer una nueva fundación cerca de las huellas de su paso por Noruega. Munkeby se ha convertido así en la primera abadía nueva que proviene directamente de la casa de la orden en 500 años.
En 2009 viajaron hasta allí cuatro monjes de Francia –dos de ellos recientes profesos–. «La primera vez que lo vi pensé que se trataba de un lugar típico cisterciense», dice el padre Joël al National Catholic Register, sobre la nueva abadía. «Todo el lugar es un pequeño santuario», continúa.
La comunidad se mantiene gracias a la venta de sus quesos artesanos en tiendas de todo el país. Con la leche que compran a sus vecinos, hacen 150 quesos cada semana. También regentan una hospedería, pero no todos pagan. Ofrecen a varones jóvenes alojarse a cambio de su trabajo, quienes de paso descubren la orden o se embarcan en una experiencia de discernimiento.
Tan solo un 3 % de la población de Noruega es católica. A pesar de ello, el padre Joël espera tener nuevas vocaciones para Munkeby. «Algunos jóvenes están recorriendo el camino, pero hay mucha resistencia», cuenta el religioso. «La sociedad, el ambiente, no favorece la llamada a la vida monástica», concluye.