El santo cáliz de Valencia: ¿el verdadero grial?
Cuenta la tradición cristiana que la copa de la que Jesús bebió en la Última Cena fue llevada por san Pedro desde Jerusalén a Roma y fue probablemente utilizada por los primeros judeocristianos en sus liturgias clandestinas
«Solo hay un Santo Grial y está en Valencia» Así lo afirmó siempre la tradición oral cristiana y hoy lo refrenda la Santa Sede, la arqueología y cada vez más expertos en literatura artúricas. La convergencia de evidencias a favor del Santo Cáliz de Valencia como la copa que utilizó Jesús en la Última Cena está reavivando el mito y despertando la curiosidad de miles de fieles, turistas y peregrinos.
Según la tradición cristiana, la copa fue llevada por san Pedro desde Jerusalén a Roma, siendo probablemente utilizada por los primeros judeocristianos en sus liturgias clandestinas. La siguiente mención de la reliquia aparece en el año 258 d.C. cuando el español san Lorenzo, entonces archidiácono de Roma y administrador de los bienes eclesiásticos, salvó el Grial del saqueo romano. En un acto de audaz desobediencia al emperador Valeriano, no solo se negó a entregar la reliquia, sino que la envió en secreto a la casa de sus padres en Loret (Huesca). Este valiente acto le costó la vida, siendo martirizado en las llamas hasta la muerte, lo que originó que al santo se le suela representar con una parrilla en la mano.
Durante once siglos, la reliquia permaneció oculta en Aragón, resguardada en cuevas, ermitas rupestres, iglesias y cenobios, como el célebre monasterio de San Juan de la Peña. Con el tiempo, la tradición se transformó en historia, confirmándose en documentos escritos que la copa pasó a los reyes de la Corona de Aragón, quienes la trasladaron al Palacio de la Aljafería en Zaragoza. En 1437, el Santo Grial (conocido localmente como Santo Cáliz) llegó a Valencia y desde su exposición pública en 1916 se venera en su catedral, atrayendo a miles de fieles devotos y curiosos turistas.
El secreto está en el ágata
Desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, la arqueología ha podido demostrar con pruebas empíricas lo que la tradición oral cristiana había relatado durante siglos. La ciencia ha validado que la copa superior del Cáliz de Valencia cumple con todos los requisitos para ser considerada una auténtica copa de bendición pascual coetánea a la época de Jesús. En otras palabras, de todos los posibles candidatos a ser el auténtico Santo Cáliz, solo este vaso supera el riguroso filtro judío.
La Última Cena que Jesús compartió con sus discípulos no fue un invento suyo sino la celebración de la Pascua judía, conocida como Pesaj, que conmemora la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Una festividad que todos los judíos del siglo I celebraban el 14 de Nissan, como aún lo siguen haciendo hoy. En estas cenas pascuales el protocolo es muy estricto. Los comensales deben beber vino cuatro veces de una copa de bendición (Kosh Kidush), reservada exclusivamente para esta ocasión. Estas copas deben estar hechas de materiales específicos, no tener defectos y estar perfectamente purificadas.
Ninguna copa de barro o madera, como la que propone Indiana Jones, habría podido ser utilizada en una cena pascual, ya que estos materiales porosos podrían retener trazas de alimentos y levadura, especialmente prohibida esa noche. Tampoco podría haber sido una copa de factura romana, ya que los judíos y romanos eran enemigos acérrimos.
El reconocimiento de la Santa Sede
Tras un minucioso examen científico de la copa superior de la reliquia valenciana y una profunda comprensión de las tradiciones judías, los expertos aseguran, sin ningún género de dudas, que no se trata de un falso histórico. Estamos ante un auténtico vaso de bendición hebreo, tallado a mano en un taller oriental entre los siglos I o II a.C. y nunca del 50 DC cuando estas copas pasaron de moda y fueron sustituidas por las de cristal.
Este vaso tiene todos los números para ser considerada la copa que Jesús sostuvo en sus manos durante la Última Cena. Como punto final hay que sumar el significado de la piedra en la que está tallado: un ágata sardónice, conocida en hebreo como odem. Curiosamente, esta piedra identifica a la Tribu de Judá, a la que pertenecía Jesús.
En un reconocimiento más simbólico que explícito, la Santa Sede ha mostrado su alineación con la reliquia valenciana al utilizarla en las consagraciones eucarísticas de los dos últimos Papas que visitaron Valencia. Juan Pablo II consagró la Eucaristía con el Santo Cáliz en noviembre de 1982, seguido por Benedicto XVI en 2006. Sin embargo, su posicionamiento se hizo totalmente evidente cuando en el 2015 otorgó a Valencia el prestigioso título de Ciudad Jubilar a perpetuidad. Este reconocimiento permite a Valencia celebrar un jubileo cada cinco años. Valencia ya se prepara para el próximo jubileo, que tendrá lugar en 2025, un evento que promete atraer a numerosos peregrinos y devotos de todo el mundo.
El rey Arturo era en realidad aragonés
La legendaria copa de Cristo está íntimamente ligada a las historias del rey Arturo y sus caballeros, quienes buscaban incansablemente este objeto de poder conocido como el Grial, capaz de sanar e incluso otorgar la vida eterna. Solo el caballero perfecto, aquel que hubiera vencido sus propios dragones interiores y alcanzado su mejor versión, podría encontrarlo.
Al analizar minuciosamente los primeros poemas medievales sobre el Santo Grial y la Corte del Rey Arturo, los expertos en literatura han hecho deducciones sorprendentes, que indican que el trasfondo de la historia no ocurrió entre las brumas de Inglaterra sino en el Reino de Aragón. Tanto Chrétien de Troyes como Wolfram von Eschenbach, los dos primeros escritores de esta epopeya reconocen en sus prólogos que la historia no es una ficción, sino una narración que les fue contada.
Muchos estudiosos creen que el Rey Arturo británico se forjó a partir de la figura del legendario rey aragonés Alfonso I el Batallador. Que la pequeña Jaca, conocida entonces como Chacalot, sirvió de inspiración para Camelot, que el río Aragón dio nombre a Avalón, que Lanzarote podría haber sido el Conde Fernández de Lara, que Perceval era el Conde del Valle de Perche (Rotrou III) y que Ginebra podría haber sido la Reina Urraca de León, de la Casa Jimena.
El misterioso Castillo del Grial, que los poetas situaban en algún lugar de los Pirineos, en el Monte Müntsalvasche (monte salvado), se identifica en realidad como el Monasterio de San Juan de la Peña, ubicado junto al Monte San Salvador. Este descubrimiento añade una capa más de misterio y fascinación a la búsqueda del Santo Grial, enlazando la literatura y la historia de una manera inesperada y cautivadora.
La Manhattan del Mediterráneo
Cuando pensamos en el Santo Grial, nuestra imaginación vuela a los rincones más místicos y remotos del planeta, pero rara vez a Valencia. Sin embargo, la historia respalda que, en el siglo XV, Valencia era la urbe más floreciente de todo el Mediterráneo. A pesar de esto, nuestro lado más escéptico tiende a desconfiar de lo local. Para comprender que esta posibilidad no es descabellada, debemos conocer la historia de la ciudad del Turia, que durante su Siglo de Oro fue considerada una especie de Manhattan del Mediterráneo.
El Renacimiento entró en la península ibérica a través de Valencia. En esta ciudad vivieron poetas, escritores y filósofos de primer orden como Jordi Sant Jordi, Ausiàs March, Joanot Martorell y sor Isabel de Villena. Es por esta razón que en Valencia se instaló la primera o quizás la segunda imprenta de España.
Durante estos cien años de gloria, se amplió la catedral y se terminó de construir su torre campanario, el famoso Miguelete. Se levantaron impresionantes iglesias, palacios y edificios góticos civiles como las Torres de Quart, las Torres de Serranos, el Palau de la Generalitat y la increíble Lonja de la Seda, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Era un talismán de prosperidad. La ciudad se enriqueció gracias al comercio de las mejores sedas y la exportación de azafrán y azúcar de alta calidad a Europa. El dinero de acaudaladas familias, como los judíos Santángel, contribuyeron a financiar la aventura de Colón al otro lado del océano, una gesta que culminó con el descubrimiento de un nuevo mundo.
Valencia era una urbe cosmopolita y un faro intelectual, académico, empresarial y cultural. Véase que los dos únicos papas españoles, Calixto III y Alejandro VI, fueron valencianos miembros de la familia Borgia y ejercieron su papado en estos años. Con todos estos logros, no es sorprendente que el Rey Alfonso el Magnánimo decidiera trasladar la capital de la Corona de Aragón a Valencia. Con él vino la corte y, por supuesto, el relicario real, dentro del que viajaría, como no, el Santo Grial.