Entrevista capellán de la Universidad Complutense de Madrid Juan Carlos Guirao: «Los que quieren sacar a la Iglesia de lo público lo que buscan es prohibirla»
Veintiún años como capellán de Filosofía y Letras le han valido a Juan Carlos Guirao para hacerse una idea de la crisis que atraviesa la universidad, la falta de libertad y la sobra de ideología y pensamiento único
Más de dos décadas, concretamente 21 años, lleva Juan Carlos Guirao como capellán en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid. Desde entonces, ha visto pasar ideologías, corrientes y protestas protagonizadas por jóvenes que después salen al mundo radicalizados por quienes creen que la institución es un templo de la libertad, aunque en realidad se haya convertido en un calabozo de pensamiento único.
–¿Qué hace un capellán en una universidad pública y laica?
–Atender a los laicos y laicas que acuden a nosotros. Y decirles a los laicistas, ateos, agnósticos, deístas, iluministas, practicantes de otras religiones, y anticlericales incluidos, que han sido creados a imagen y semejanza de Dios; y que son, por tanto, portadores de una dignidad que tiene un valor infinito.
La presencia de un capellán católico en la universidad, también, de algún modo hace presente a una Persona (Jesucristo), que nos recuerda que la identidad de la universidad y su razón de ser más profunda es la búsqueda de la verdad. Esta presencia preserva a la institución académica de injerencias políticas y de manipulaciones ideológicas; y hace posible que la educación esté centrada en la persona. En definitiva, acentúa la identidad de la universidad para preparar integralmente, y no solo en lo técnico, a jóvenes universitarios para que el día de mañana sirvan a la sociedad.
Los antifascistas gozan de total impunidad en la universidadCapellán de la Universidad Complutense de Madrid
–Como muchas otras universidades en el mundo, la Complutense ha pasado de ser un templo del saber, al del pensamiento único y woke. ¿Es su presencia molesta en este ambiente? ¿Se lo han hecho saber de alguna manera?
–Unos pocos consideran que la presencia de un capellán y de una capilla es una discriminación con respecto a otras confesiones religiosas. Pero no lo es en absoluto. En primer lugar, por razones de arraigo social. No podemos confundir igualdad con igualitarismo. La justicia es darle a cada uno lo suyo y no a todos lo mismo. Y es evidente que en Europa, y en España en particular, la mayoría sigue siendo cristiana y, en nuestro caso católica, a pesar de la creciente, por desgracia, descristianización. El argumento del arraigo social se emplea para todo; por ejemplo, para los partidos políticos y sindicatos que ostentan más representación que cada vez representan a menos gente. ¿Y para la Iglesia no vale?
También unos pocos pero muy ruidosos dicen que deben separarse los espacios públicos de la Iglesia. En el fondo, lo que están diciendo es que la libertad de la Iglesia en un determinado lugar está prohibida. Con el pretexto de la separación querrían prohibirla. Separación vs. prohibición: es un matiz tan sutil como perverso. Lo que algunos consideran un privilegio de la Iglesia católica debemos reivindicarlo como un derecho. Y sobre todo es un deber apremiante de la Iglesia para con todos, y especialmente en la universidad: anunciar el mensaje de Cristo.
–¿Se siente usted libre en la Universidad en la que lleva 20 años como capellán? ¿Y, en general, en la sociedad española de 2024?
–De los 21 años que llevo en pastoral universitaria he estado en diferentes facultades, universidades, y los tiempos han cambiado mucho tanto en estas dos décadas tanto en el ámbito de la política como de la Iglesia, en la sociedad, ha habido una secularización creciente.
En lo que a libertad se refiere, la situación en España empieza a ser muy, muy inquietante. Pienso que el que no lo vea solo puede ser por tres motivos: Por corrupción, o lo que es lo mismo, por connivencia con el poder; por ignorancia, no sé si culpable o no; solo Dios puede saberlo. O por una ingenuidad tan superficial como buenista. Y considero, que la situación en Madrid con respecto a otros lugares de España es muy privilegiada.
En palabras de un jurista alemán, recientemente fallecido, Ernst-Wolfgang Böckenförde, los Estados modernos actuales se basan en unos fundamentos y/o presupuestos que no nos permiten asegurar por mucho tiempo la vigencia de los derechos y libertades de los que todos disfrutamos; sencillamente porque el reemplazo cultural, poblacional van minando paulatinamente los fundamentos que sustentan dichos derechos y libertades, que en última instancia tienen una matriz cristiana.
Los valores fundamentales que vertebran un Estado de derecho, la dignidad de la persona, la verdad no pueden depender del juego de las mayorías y de las minorías.
Hay demasiados temas tabú en la universidad. Uno solo ya sería demasiadoCapellán en la facultad de Filosofía y Letras de la UCM
–¿Qué echa en falta en la universidad actual?
–La falta de libertad. Sería deseable que de una forma rigurosa, honesta y sosegada hubiera mucho más debate del que hay, que es prácticamente inexistente.
Hay demasiados temas tabú en la universidad. Uno solo ya sería demasiado. Muchos temas relacionados con la memoria democrática, con la ideología de género, temas de actualidad nacional e internacional: por ejemplo, sobre Oriente Medio, cuestiones de bioética: por ejemplo, el aborto; el problema del nacionalismo en las universidades de Cataluña y País Vasco. Son temas que se abordan en las universidades, pero sobre los cuales, por definición, determinadas personas y opiniones son sistemáticamente vetadas, y excluidas por pequeñas minorías que se autodenominan antifascistas pero no anti-estalinistas, minorías que gozan de total impunidad.
La Iglesia no puede, y no debe, en modo alguno, someterse a semejante tiranía. A todos nos perjudica.
–¿Cuáles considera usted que deberían ser los principios que deben vertebrar la actividad de la Iglesia en este mundo académico y universitario tan variopinto, multicultural, y también en otros ámbitos de la sociedad?
–A mi juicio, recordaría dos principios que considero fundamentales. El primero, que «una religión no vale la otra», de Juan Pablo II. O lo que es lo mismo: la diferencia entre el Fundador del Cristianismo y el resto de religiones, no es una diferencia de grado sino de naturaleza. Por el bien de todos debemos cuidar este patrimonio si no queremos perderlo.
Y el segundo: «El diálogo no nos exime de la misión», de Benedicto XVI. Dicho con otras palabras: el diálogo interreligioso, intercultural, etc., no nos exime del deber urgente e inaplazable de anunciar el incomparable y sublime mensaje de Cristo, tanto en la universidad como en cualquier otro ámbito social, político, cultural, académico, geográfico, etc.
El modelo de universidad del siglo XXI lo podríamos denominar feminista. Tiene nombre de Mujer: María, la madre de JesúsCapellán en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid
–¿Cuál considera que debería ser el modelo de universidad y de educación que propone la Iglesia en pleno s. XXI?
–Bajo mi punto de vista sería un modelo de universidad que podríamos denominar feminista. Tiene nombre de Mujer: María, la madre de Jesús. María tuvo una relación profundísima con la Verdad: Jesús nos dice «Yo soy la Verdad». Ella manifiesta, personifica, la alianza indisoluble que debe existir entre universidad y búsqueda de la verdad; como ella la tuvo con Jesús. Una universidad Mariológica.
Por otra parte, nadie como Ella ha hecho tanto por la mujer. Esto supone un cambio de paradigma: una verdadera revolución.