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Cristo abrazado a la cruz, de El Greco

Cristo abrazado a la cruz, de El GrecoMuseo Nacional del Prado

Escuela de verano de la Biblia

Jesús, fuera de la Biblia: ¿Qué otras fuentes históricas hablan de Él?

Ningún estudioso serio se atreve a poner en duda la historicidad de Jesús de Nazaret. Y el motivo principal es que, además del Nuevo Testamento, las fuentes históricas que avalan su existencia y su misión mesiánica son más numerosas, por ejemplo, que las que prueban la vida de Julio César

Jesús de Nazaret es más, mucho más, muchísimo más que un personaje histórico. Sobre todo porque, como enseña el cristianismo, aunque completamente humano y cien por cien real, Él no es una persona al uso, sino el Dios encarnado que sigue vivo tras su resurrección y se hace presente en el sacramento de la Eucaristía.

No obstante, incluso aunque dejáramos de lado toda la dimensión espiritual que entraña, su figura sigue siendo una de las más influyentes en la historia de la humanidad, sino la más relevante de todas. Central para la fe cristiana que comparten hoy más de 2.300 millones de personas (lo que convierte al cristianismo en la religión mayoritaria en el planeta), y reconocido en otras tradiciones religiosas como el judaísmo o el islam, no hay otro personaje histórico de relevancia semejante.

Uno de los aspectos más importantes para este impacto universal es la incontestable veracidad de su existencia. Porque aunque el Nuevo Testamento ofrece la narrativa principal de su vida y enseñanzas, existen numerosas referencias suyas en textos no bíblicos, que arrojan luz sobre su existencia y sobre el contexto histórico de su tiempo.

Así, encaramos la recta final de la Escuela de verano de El Debate sobre curiosidades bíblicas dejando atrás el Antiguo Testamento y centrándonos en la figura central de toda la Sagrada Escritura: Jesús de Nazaret, llamado Cristo. Y más en concreto, sobre las distintas fuentes no cristianas que hablan de Él.

Fuentes judías: Flavio Josefo y el Talmud

La más importante referencia no bíblica de Jesús es la que hace el historiador judío Flavio Josefo, en sus obras Antigüedades judías, escrita pocas décadas después de la muerte y resurrección de Jesús. En concreto, hace dos referencias a Jesús. La primera, al narrar la muerte de Santiago, Flavio Josefo cita a Jesús «al que se le conoce como Mesías».

La segunda y más relevante, conocida como el Testimonium Flavianum, describe a Jesús como un hombre sabio, «y acaso más que un hombre», y menciona sus milagros y su crucifixión bajo Poncio Pilato. Aunque existe debate sobre la autenticidad de algunos matices por posibles interpolaciones cristianas, es una de las referencias más fiables.

También el tratado Sanhedrin del Talmud, que en el siglo II compiló una serie de tradiciones orales anteriores, originalmente registró que «Yeshu el Nazareno» fue colgado en la víspera de Pésaj (es decir, en la Pascua, conforme recoge el evangelio de Juan) acusado de «practicar la hechicería y seducir a Israel», llevando a la apostasía a muchos judíos. Esta referencia a Yeshu, que coincide plenamente con los textos neotestamentarios, fue eliminada de versiones posteriores del Talmud, bien para evitar posibles persecuciones en represalia, bien para ocultar una prueba tan palmaria de la existencia de Cristo.

Fuentes de la Roma pagana

El senador romano Tácito (que vivió entre el año 55 y el 120 d.C.), en sus Anales, menciona la existencia de los cristianos y, con ellos, cita la ejecución de Jesús por orden de Poncio Pilato: «Cristo, de quien deriva su nombre, fue ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato» (Anales 15.44).

Otro romano no cristiano, Suetonio, en su Vida de los Césares que escribió en torno al año 120 d.C., menciona a «un tal Chrestus» como el líder de un grupo de judíos que provocaban disturbios en Roma por su predicación. Algo que san Lucas recoge tácitamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando cita cómo Claudio había decretado la expulsión de los judíos de la gran urbe.

Algo anterior, en torno al año 110 d. C., está el testimonio de Plinio el joven, un proconsul que escribió una carta al emperador Trajano para saber cómo actuar con los cristianos. En ella cita tres veces a Jesús como Cristo y explica cómo detenía a sus seguidores y solo soltaba a aquellos que renunciaban a su fe para incensar la estatua del emperador. Eso, aunque reconocía que su única culpa era «haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios», así como el hecho de que «hacían voto, no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen».

Fuentes anti cristianas: Luciano y Mara Ben Sarapión

Dos fuentes especialmente beligerantes contra Jesús han resultado, al final, favorables a su relevancia histórica: el escritor griego Luciano de Samosata, y la carta judía de Mara Ben Sarapión, ambas de inicios del siglo II.

El primero se burla de Jesús en La muerte de Peregrino, a quien llama «el hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres», y el segundo, a quien llama «sabio rey de los hebreos» cuya ejecución no sirvió de nada.

Fuentes cristianas apócrifas

Los textos de los evangelios apócrifos, como el de Tomás, el de Pedro y el de María Magdalena, escritos por cristianos bajo influencias esenias o gnósticas, no solo citan a Jesús, sino que también ofrecen perspectivas adicionales sobre su vida y enseñanzas, tenidas como incontestables por sus contemporáneos como hoy, por ejemplo, podríamos estar seguros de la vida de Napoleón o de la de Julio César.

En resumen, Jesús de Nazaret, más allá de los textos del Nuevo Testamento, es mencionado en numerosas fuentes históricas que confirman aspectos clave de su vida y, sobre todo, de su crucifixión y del impacto de sus enseñanzas en sus seguidores. Aunque, como el propio Jesús dijo de sí mismo, Él no sea «un dios de muertos, sino de vivos».

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