Escuela de verano de la Biblia
¿Cuántos milagros hizo Jesús, según el Nuevo Testamento?
Concluimos la Escuela de Verano de El Debate sobre curiosidades de la Biblia con uno de los aspectos centrales de la Escritura: los milagros que realizó Jesús. ¿Cuántos fueron? ¿De qué tipo? ¿Fueron todos iguales?
Si algo caracteriza la vida de Jesús, tal y como la recogen los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, es la multiplicidad de milagros que realizó y con los que demostró tanto su poder divino como su compasión humana.
El propio san Pedro, cuando habló por primera vez a los judíos después de Pentecostés para anunciarles que Jesús había resucitado y era el Mesías, se refirió a Él como un «varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis».
Milagros conocidos y anónimos
Los evangelios del Nuevo Testamento documentan estos milagros, muchos de ellos con detalles sumamente específicos sobre sus circunstancias y protagonistas. Y aunque otros quedan en el anonimato, con la única mención de que Jesús llevó a cabo «muchos milagros» en alguna región o población, aquellos de los que los evangelistas dieron cuenta van desde la sanación de los enfermos hasta la resurrección de los muertos.
Esta es la lista completa de los 37 milagros de Jesús que se relatan en los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, muchos de ellos relatados por más de un evangelista… con una sorpresa final.
Milagros de sanación
El grupo más numeroso de los prodigios recogidos en los textos evangélicos es el de los milagros de sanación física y espiritual. De hecho, Marcos señala, a comienzo del relato de su vida pública, que «Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» y que «su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curó».
- Sanación de la mujer con flujo de sangre (Mt. 9, 20-21; Mc. 5, 25-34; Lc. 8, 43-48). Jesús cura a una mujer que había padecido de hemorragias durante doce años.
- Sanación de dos ciegos (Mt. 9, 27-31): Jesús devuelve la vista a dos hombres ciegos que salen a su paso.
- Sanación de la hija endemoniada de una mujer cananea (Mt. 15, 21-28; Mc. 7, 24-30): Jesús expulsa un demonio de la hija de una mujer cananea, es decir, no judía, ensalzando su fe.
- Curación de un ciego en Betsaida (Mc. 8, 22-26): Jesús restaura la vista de un hombre que había nacido ciego.
- Sanación de un sordomudo (Mc. 7, 31-37): Jesús cura a un hombre sordo y con dificultad para hablar, pronunciando la famosa cita «Effetá», es decir, «ábrete».
- Expulsión de un demonio en la sinagoga de Cafarnaún (Mc. 1, 21-28; Lc. 4, 33-35): En medio de la sinagoga de Cafarnaún, Jesús realiza un exorcismo a un hombre que comienza a increparle.
- Sanación de la suegra de Pedro (Mt. 8, 14-15; Mc. 1, 29-31, Lc. 4, 38-39): al entrar en la casa de su discípulo, Jesús comprueba que la suegra de Pedro está enferma y le cura la fiebre.
- Curación de un leproso (Mt. 8, 1-4; Mc. 1, 40-45; Lc. 5:12-13): Jesús sana a un hombre con lepra, una enfermedad tenida por incurable y que convertía en excluidos sociales y malditos por Dios a quienes la padecían.
- Sanación de un paralítico en Cafarnaún (Mt. 9, 1-8; Mc. 2, 1-12; Lc. 5, 17-25): Jesús perdona los pecados a un hombre paralítico. Esto, que escandaliza a unos escribas porque era solo potestad de Dios, es respondido por Jesús curando su parálisis y diciéndole: «levántate, toma tu camilla y echa a andar».
- Sanación de un hombre con la mano seca (Mt. 12, 9-13; Mc. 3, 1-6; Lc. 6, 6-10): Jesús sana la mano de un hombre durante el Sabbath judío, para demostrar que Él es Dios.
- Expulsión de una legión de demonios en Gadara (Mt. 8, 28-34; Mc. 5, 1-20; Lc. 8, 26-39): Jesús expulsa demonios de un hombre que vivía entre los sepulcros, y los envía a una piara de cerdos.
- Sanación de un niño epiléptico (Mt. 17, 14-21; Mc. 9, 14-29; Lc. 9, 38-43): Jesús sana a un niño con convulsiones.
- Sanación del siervo del centurión (Mt. 8, 5-13; Lc. 7, 1-10): Los milagros se multiplicaron también entre no judíos. Además de la hija de la mujer cananea o del endemoniado geraseno, Jesús cura a distancia al siervo de un centurión.
- Expulsión de un demonio que dejó mudo a un hombre (Mt. 9, 32-34; Lc. 11, 14): Algunas enfermedades que cura Jesús tienen un origen sobrenatural. En este caso, Jesús expulsa un demonio que había dejado mudo a un hombre.
- Sanación de un hombre con hidropesía (Lc. 14, 1-6): Jesús cura a un hombre con hidropesía, una dolorosa acumulación de líquidos que suele ser reflejo de una enfermedad interna en estado grave.
- Sanación de una mujer encorvada (Lc. 13, 11-13): Una mujer que había estado encorvada durante dieciocho años es sanada por Jesús.
- Sanación de diez leprosos (Lc. 17, 11-19): Mientras va de camino, Jesús y sus discípulos se topan con un grupo de diez personas enfermas de lepra, que eran obligadas a vagar fuera de las ciudades. Él sana a los diez, aunque solo uno regresa para agradecérselo.
- Sanación de un mendigo ciego en Jericó (Mt. 20, 29-34; Mc. 10, 46-52; Lc. 18, 35-43): Jesús devuelve la vista a un mendigo ciego llamado Bartimeo, que lo reconoce como «Hijo de David», es decir, el Mesías.
- Sanación del hijo de un oficial real (Jn. 4, 46-54): A pesar de la distancia, Jesús sana desde Caná al hijo de un funcionario real que estaba muriéndose en Cafarnaún.
- Curación del paralítico en la piscina de Betesda (Jn. 5, 1-9): Jesús cura a un hombre que había estado enfermo durante 38 años.
- Sanación del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41): De nuevo, Jesús devuelve la vista a un hombre ciego de nacimiento.
- Restauración de la oreja de Malco (Lc. 22, 50-51; Jn. 18, 10): En pleno prendimiento en el Huerto de los Olivos, al inicio de su Pasión, Jesús cura la oreja de un siervo del sumo sacerdote, llamado Malco, que había sido herido por Pedro en un intento por defenderle de la traición de Judas.
Milagros sobre la Naturaleza
Además de los exorcismos y las sanaciones, algunas de ellas conmovedoras, Jesús manifiesta su autoridad divina obrando sobre la naturaleza. Él, como verdadero Dios, es señor del tiempo y del espacio, y «hasta el viento y el mar le obedecen», como decían asombrados los discípulos según el evangelio de Marcos.
23. Transformación del agua en vino en Caná (Jn. 2, 1-11): El primero de sus milagros, con el que da inicio a su vida pública, lo realiza en una boda. En concreto, transformando elementos de la naturaleza. Así, Jesús convierte agua en vino en las bodas de Caná.
24. Pesca milagrosa (Lc. 5, 1-11): Al momento de llamar a Pedro y a los primeros discípulos, Jesús realiza una pesca abundante que llena dos barcos, tras una jornada en la que ellos no habían logrado pescar nada.
25. Calma de la tormenta (Mt. 8, 23-27; Mc. 4, 35-41; Lc. 8, 22v-25): En medio de una tempestad en el mar de Galilea, también llamado Lago de Genesaret, muy común por los vientos que azotan las aguas de forma repentina a causa de la orografía de la zona, Jesús calma una tormenta que amenaza con hundir la embarcación en la que se encuentra él con sus discípulos.
26. Primera multiplicación de los panes y los peces (Mt. 14, 13-21; Mc. 6, 30-44; Lc. 9, 10-17; Jn. 6, 5-13): Jesús alimenta a cinco mil personas con cinco panes y dos peces. Las sobras son recogidas en doce cestos.
27. Segunda multiplicación de los panes y los peces (Mt. 15, 32-38; Mc. 8, 1-10): De nuevo Jesús da de comer a cuatro mil personas con siete panes y algunos peces. Siete cestos son llenados con las sobras.
28. Caminar sobre el agua (Mt. 14, 22-33; Mc. 6, 45-52; Jn. 6, 16-21): En medio de la noche, y en plena tormenta, Jesús camina sobre las aguas del mar de Galilea.
29. Moneda en la boca del pez (Mt. 17, 24-27): Jesús indica a Pedro que vaya al Lago, coja al primer pez que pique, y que en él encontrará una moneda para pagar el impuesto del templo. Curiosamente, el llamado «pez de san Pedro», el «tristramella sacra», es una especie endémica del Mar de Galilea, la más común entre los pescadores de la zona y tan voraz que come incluso objetos caídos en el fondo marino.
30. Maldición de la higuera estéril (Mt. 21, 18-22; Mc. 11, 12-14. 20-24): Uno de los milagros más extraños es el de la maldición de una higuera mientras va de camino a Jerusalén. A partir de ese momento, ya no da fruto y se seca. Jesús muestra así su poder divino antes de entregarse como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
31. Profecía de la negación de Pedro (Lc. 22, 31-34): Aunque no es un milagro como el resto, Jesús predice que Pedro lo negará tres veces en el momento de máxima tensión de su prendimiento. Él, como Señor del tiempo, puede llegar a saber lo que ocurrirá en el momento supremo en el que su divinidad se verá cuestionada.
32. Su presencia real en la Eucaristía (Mt. 26, 26-29; Mc. 14, 22-25; Lc. 22, 19-20): En este acto, Jesús convierte el pan y el vino en su cuerpo y sangre, es decir, en su presencia real por la acción del Espíritu Santo. Así establece la Eucaristía, «la fracción del pan» que celebraron desde el principio sus discípulos, como el sacramento central de la fe cristiana. Este milagro no solo marca un momento de profunda comunión entre Jesús y sus apóstoles, sino que se convierte en una presencia perpetua de Cristo en la vida del mundo a través de la Iglesia.
33. Pesca milagrosa después de su resurrección (Jn. 21, 1-11): Igual que hizo al llamar por primera vez a los discípulos, Jesús realiza una abundante pesca milagrosa tras su resurrección.
Milagros de Resurrección
¿Quién, sino Dios, podría resucitar a un muerto? Por ese motivo, al hacerlo, y no una vez, sino de forma reiterada, Jesús muestra su naturaleza divina. Aunque, en rigor, en todos los casos, salvo en su propio caso, no se trató de resurrecciones absolutas, sino de revivificaciones de personas que, después, volvieron a morir.
34. Resurrección del hijo de la viuda de Naín (Lc. 7, 11-15): Jesús resucita al hijo único de una viuda, salvando así no solo al muerto, sino también a su madre, que se habría quedado desamparada socialmente.
35. Resurrección de la hija de Jairo (Mt. 9, 18-26; Mc. 5, 21-43; Lc. 8, 41-56): Jesús resucita a la hija de un líder de la sinagoga, que ya había sido dada por muerta por todos los vecinos y tenía el cortejo fúnebre de la época, con flautistas y músicos que tocaban salmos de lamentaciones.
36. Resurrección de Lázaro (Jn. 11, 1-44): La resurrección más espectacular, con su difunto amigo Lázaro ya dentro del sepulcro y en estado de descomposición, Jesús la llevó a cabo delante de numerosos testigos, incluidas sus hermanas Marta y María, y también judíos contrarios a Cristo que se conjuraron incluso para dar muerte a Lázaro.
37. Resurrección de Jesús (Mt. 28, 1-10; Mc. 16, 1-8; Lc. 24, 1-12; Jn. 20, 1-7): Es el milagro por antonomasia: su propia resurrección y ascensión al cielo. Al tercer día después de ser torturado por el flagelo romano, crucificado ante numerosos testigos, y sepultado en una tumba con custodia de soldados judíos, Jesús el nazareno resucitó de entre los muertos y ascendió a los cielos, para no volver a morir nunca más.
37 milagros y una sorpresa
Con cada uno de estos 37 milagros detallados por los evangelistas, Jesús no solo resalta su naturaleza divina por tener la capacidad de superar las leyes naturales, sino también su profundo amor y preocupación por los hombres, de modo especial los necesitados y sufrientes. A través de estos actos milagrosos, Jesús confirma y revela su identidad como el Hijo de Dios, y ofrece un anticipo del reino de Dios en la tierra.
Con un matiz sorprendente, pero de máxima importancia: los milagros de Jesús no se agotaron en el primer siglo, sino que siguen sucediéndose desde entonces. Así lo reconoce la Iglesia, apoyándose en el final del evangelio de san Juan: «Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir». Con toda seguridad, muchos de esos libros serían fechados en nuestros días.