El pequeño convento extremeño donde se puede rezar ante el crucifijo de 'Marcelino, pan y vino'
La imagen de Jesús fue donada por los estudios a una comunidad de Carmelitas Descalzas de Badajoz gracias al técnico de sonido que trabajó en la película, cuya hermana era monja
El pequeño Marcelino abre la puerta. Los escalones crujen a su paso y cuando sube los tres que lo separan del gran crucifijo, susurra: «Avísame si viene alguien». Lleva una gran vara y con ella golpea tres veces como para llamar su atención, la de Jesús, pero «no responde», dice. Solo cuando el niño coge un trozo de pan de la cocina del convento y se lo lleva, este mueve el brazo y coge la rebanada.
Era la primera vez que Manuel se atrevía a subir por la escalera que tanto le habían prohibido ascender y ante la imagen de Jesús en la cruz, le dice «tienes cara de hambre». Después de este encuentro, el pequeño huérfano siguió llevándole comida.
A lo largo de Marcelino, pan y vino, no se menciona dónde está ubicado el convento en el que vive, junto con los frailes franciscanos, tanto Marcelino como el crucifijo que milagrosamente cobra vida y habla con él, pero el lugar elegido para rodar fue la ermita del Cristo del Caloco, en la sierra de Guadarrama.
No obstante, el crucificado no se encuentra en este templo, sino en la capilla de Santa Teresa del convento de las Carmelitas Descalzas de Don Benito, un pueblo pacense de menos de 40.000 habitantes. La imagen de Jesús con la que hablaba Marcelino no siempre ha estado ahí. La comunidad dombenitense fue fundada en 1883, pero la cruz no les llegó hasta 1954.
La figura de escayola fue diseñada por el decorador Antonio Simont para la película de Ladislao Vajda y cuando el rodaje terminó ya no tenía ningún valor para los Estudios Cinematográficos de Chamartín. Junto a Simont y Vajda había trabajado en Marcelino, pan y vino, un técnico de sonido de Guareña, Miguel López Cabrera, que tras el estreno de la cinta en 1954 se acordó de su hermana, que era monja de clausura en Don Benito, y pidió que se lo regalaran a la comunidad carmelita.
Desde entonces, estas monjas lo conservan en su iglesia, que había sido desmantelada durante la Guerra Civil. La restauración del complejo se llevó a cabo en 1959, después de haber quedado parcialmente destruido en 1936. En la actualidad, según los datos del Instituto Pontificio Claune, allí viven 17 hermanas, que han ido cogiendo el testigo de todas las religiosas de esta comunidad pacense que en 1937 murieron en la cárcel de Madrid junto a la Madre priora.