¿Quién fue el primer apóstol al que Jesús dijo «sígueme»?
La Iglesia celebra la fiesta de un mártir que es conocido como el protocletos (el primer llamado). Era galileo y se dedicaba a la pesca junto a su hermano antes de aceptar la invitación de Jesús a ser «pescador de hombres»
El primer hombre de la historia que pudo presumir de tener un hermano Papa se llamaba Andrés. Quizás nunca llegó a ser plenamente consciente del peso que tendrían en la vida de su hermano las palabras de Jesús: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Sin embargo, desde el momento en que este pescador aceptó dejar las redes de su oficio para seguir a un nazareno, Andrés vivió y murió con un propósito: que Cristo pudiera alzar su Iglesia también con la sangre de su martirio.
Releyendo los versículos del Evangelio en los que se menciona a Andrés, se pueden sacar varias conclusiones sobre su carácter. Para empezar, era decidido: cuando Jesús les dijo: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres», él y su hermano Pedro dejaron las redes al instante y lo siguieron. También era proactivo: cuando se presentó la multitud hambrienta, fue Andrés quien señaló al muchacho con los panes y los peces, mostrando disposición para actuar, aunque no viera una solución completa. Además, era un auténtico comunicador de la fe: tras encontrar a Jesús, buscó a su hermano Simón para decirle: «Hemos encontrado al Mesías», llevándolo inmediatamente ante Él.
En cualquier caso, el destino quiso que tanto Andrés como su hermano Pedro compartieran no solo la misión de seguir a Jesús, sino también la forma de su martirio: ambos murieron en la cruz, como su Maestro. Sin embargo, ninguno se consideró digno de morir de la misma manera que Él. Pedro pidió ser crucificado boca abajo, mientras que Andrés aceptó su muerte en una cruz en forma de aspa. Así, los dos primeros discípulos llamados por Jesús, los primeros en seguirlo, entregaron su vida por Él y terminaron siendo santos.
Andrés ya conocía a Jesús
Según la tradición, Andrés, hermano de Pedro, fue el primer discípulo que Jesús llamó, razón por la que se le conoce como el protocletos (el primer llamado). Nacido en Betsaida, Galilea, se dedicaba a la pesca junto a su hermano antes de aceptar la invitación de Jesús a ser «pescador de hombres».
Los Evangelios destacan que Andrés, antes de seguir a Cristo, era discípulo de Juan Bautista, el primo de Jesús. Fue precisamente Juan quien señaló a Jesús como el «Cordero de Dios» (Jn 1, 36). Impactado por estas palabras, Andrés decidió seguir a Jesús junto con otro discípulo. Según el Evangelio de Juan, pasaron un día entero con él: «Vieron dónde vivía y se quedaron con él» (Jn 1, 39). Este primer encuentro marcó el inicio de una relación de cercanía y fe con el Maestro.
Tras encontrarse con Jesús, Andrés no duda en compartir la buena nueva con su hermano Simón. Le dice: «Hemos encontrado al Mesías» y lo lleva hasta Él. Al ver a Simón, Jesús le da un nuevo nombre: «Serás llamado Cefas» (que significa Pedro). Por otro lado, la vocación de Andrés y Pedro se presenta de manera conjunta en los Evangelios, por lo que es fácil olvidar cómo Andrés desempeñó un papel clave al llevar a su hermano a Jesús, un gesto que cambiaría el rumbo de todo.
Tres días de predicación desde la cruz
Tras su conversión, Andrés se convirtió en un ferviente predicador del Evangelio, llevando el mensaje cristiano a diversas regiones, incluyendo Acaya, en Grecia, donde finalmente entregó su vida como mártir. De acuerdo con escritos antiguos, Andrés llegó a la ciudad de Patras, donde tuvo un impacto significativo en la conversión de muchos. Sin embargo, su fervor evangelizador lo llevó a enfrentarse al procónsul Egeo, un hombre decidido a obligar a los cristianos a ofrecer sacrificios a los ídolos. Andrés no dudó en reprender al procónsul por su incredulidad, recordándole que Cristo era el verdadero Juez de todos los hombres.
La valentía de Andrés enfureció a Egeo, quien ordenó su crucifixión para que imitara la muerte de Jesús. Sin embargo, el procónsul decidió que no fuera clavado, sino atado a una cruz en forma de aspa, conocida hoy como la 'cruz de san Andrés', para prolongar su sufrimiento. Cuando Andrés se aproximó al lugar de su ejecución y vio la cruz, lejos de temerla, la saludó con palabras de profundo amor y fe:
San Andrés
Andrés permaneció atado a la cruz durante tres días, tiempo en el que no cesó de predicar a quienes se acercaban a verlo. Sus palabras conmovieron a muchos, logrando nuevas conversiones, incluso en medio de su agonía. La multitud, admirada por su santidad, pidió al procónsul que lo liberara. Temiendo una revuelta, Egeo accedió, pero cuando los verdugos intentaron desatarlo, sus fuerzas los abandonaron.
Al darse cuenta de que su muerte era inminente, Andrés elevó una última oración: «Señor Jesucristo, buen maestro, no permitas que me bajen de esta cruz antes de que hayas recibido mi alma». Según la tradición, una luz celestial envolvió su cuerpo durante media hora, y cuando la luz se desvaneció, Andrés había entregado su espíritu.