Esta es la historia detrás del villancico 'Burrito sabanero'
En 2021, la célebre revista de música y entretenimiento norteamericana Billboard incluyó 'El burrito sabanero' en su lista de las 100 mejores canciones navideñas de todos los tiempos
El burrito sabanero, conocido inicialmente como «El burro de Belén» es, hablando con propiedad, un «aguinaldo», entendiendo por tal una variante del villancico europeo que forma parte del folclore venezolano religioso propio de la Navidad; un aguinaldo que, desde su composición en 1972 por Hugo Blanco Manzo (Caracas, 1940-2015), y especialmente, desde que fue grabado por el grupo musical infantil venezolano
La Rondallita —en noviembre de 1975— con la voz solista del niño Ricardo Cuenci, ha traspasado sus raíces geográficas y culturales para convertirse en una de las bases de las celebraciones navideñas en muchos lugares del mundo, tal vez por la candidez de su letra —el mensaje de felicidad que transmite— y su alegre ritmo melódico al que no es ajeno la incorporación de originales onomatopeyas que pudieran sugerir el trote del burrito camino de Belén para ver a Jesús: «Tuqui Tuqui Tuquituqui, / tuquituqui Tu qui Ta». Esta es la popular grabación con la voz de Ricardo Cuenci, que goza de una enorme difusión no solo en Hispanoamérica, sino también en Europa y, particularmente, en España. Baste con recordar que la célebre revista de música y entretenimiento norteamericana Billboard incluyó El burrito sabanero en su lista de las 100 mejores canciones navideñas de todos los tiempos –puesto 97, diciembre, 20210.
Hay en el texto algunos rasgos que evidencia su procedencia venezolana. En primer lugar, el adjetivo «sabanero», aplicado al burrito: la Gran Sabana ocupa 10.800 km de extensión en el macizo de las Guayanas, que cubre la mitad del territorio de la República Bolivariana de Venezuela, incluido al sudeste el Estado de Bolívar; y de cualquier lugar de este amplísimo territorio parte del burrito «sabanero». Y en segundo lugar, se hace referencia a que el protagonista va cantando acompañándose de uno de los instrumentos musicales icónicos propio del folclore venezolano: el «cuatrico» (diminutivo de «cuatro»); un instrumento de la familia de las guitarras, con cuatro cuerdas con la afinación la-re-fa#-si. Y es normal encontrarse, entre el 16 y 24 de diciembre, grupos de venezolanos cantando por las calles, o ante un «nacimiento casero» no solo «El burrito sabanero», sino otros aguinaldos religiosos que forman parte de su rico folclore. Quizá la repetición del estribillo «Si me ven, si me ven, / voy camino de Belén» sea, en términos alegóricos, una llamada de quien monta el «burrito sabanero» a quienes con él se topan, por si quieren acompañarle en su largo recorrido —espiritual— para encontrarse con Jesús; tal y como proclama el verso con el que acaba la composición: «vamos a ver a Jesús» (el burrito sabanero, quien lo monta y quienes deseen sumarse a la expedición).
El texto está compuesto por cinco estrofas —si bien en la quinta solo varía, en relación con la cuarta, el último verso— y un estribillo que se repite después de la primera, de la segunda y de la tercera. En este estribillo alternan el heptasílabo (versos impares) con el octosílabo (versos pares) y, además, los cuatro versos son monorrimos, con rima consonante /-én/, porque dichos versos se reiteran de forma alternativa («vén/Belén»). A la sonoridad del conjunto contribuye también la aliteración del sonido [b] (grafía v: «ven/voy»; grafía b: «Belén»). El empleo del presente de indicativo actualiza las acciones, que ganan proximidad espacio-temporal.
En la primera estrofa, el protagonista se limita a manifestar que, montado en su «burrito sabanero», se encamina hacia Belén. El diminutivo «burrito» aporta el necesario clima de afectividad; y el adjetivo que le acompaña tiene carácter determinativo (y no calificativo). Es el animal que simboliza el esfuerzo en el trabajo, oriundo de la Gran Sabana venezolana. El empleo del presente de indicativo («voy») actualiza las acciones, que ganan proximidad espacio-temporal. Y se produce una alternancia del heptasílabo en los versos impares, que riman en consonante /-éro/ («sabanéro») con el octosílabo en los versos pare, que riman en consonante /-én/ («Belén»).
En la segunda estrofa, el protagonista se encuentra iluminado por el lucero del alba, porque el planeta Venus es visible en el cielo al amanecer, porque de alguna forma orienta su camino. Y de nuevo el empleo del diminutivo con valor afectivo («lucerito»), así como el presente de indicativo con valor intemporal («ilumina»). Y vuelven a alternar el heptasílabo (en los versos impares) con el octosílabo (versos pares); sin embargo, ahora los cuatro versos son monorrimos, con rima consonante /-éro/, puesto que estos versos se reiteran de forma alternativa («mañanéro/sendéro). A la sonoridad del conjunto contribuye también la aliteración del sonido [b] (grafía v: «ven/voy»; grafía b: «Belén»). Podríamos destacar, además, la afortunada combinación sintatgmática «lucerito mañanero», que encierra un curioso vocalismo: las cinco vocales en sílabas consecutivas: «lucerito mañanero».
En la tercera estrofa, el protagonista afirma que canta acompañado de un «cuatrico», mientras que el burrito camina apresuradamente hacia Belén. No podía faltar en la estrofa un diminutivo, y en este caso es el del instrumento musical «cuatro» («cuatrillo»). Las perífrasis verbales «ir+gerundio» («voy cantando», «va trotando») suponen la duración en el tiempo del significado del verbo expresado por el gerundio; lo cual, en el caso de «va trotando» ofrece una cierta oposición semántica, enormemente efectiva, porque la aliteración de consonantes dentales —por un lado— y de la velar [k] —por otro— a lo largo de la estrofa combina, a partes iguales, la música (el protagonista canta con su cuatrillo) y ruido (el burrito galopa al trote, lo que no deja de ser una hipérbole). Compruébese el efecto auditivo de las aliteraciones: «Con mi cuatrico voy cantando / y mi burrito va trotando». / «Con mi cuatrico voy cantando / y mi burrito va trotando»; al que hay que añadir la repetición de la cabeza silábica «tr-» («cuatrico/trotando»). Y, en esta ocasión, los cuatro versos son eneasílabos y monorrimos (riman en consonante /-ándo/ («cantándo/trotándo)».
En la cuarta estrofa irrumpe de forma onomatopéyica la sonora melodía que canta el protagonista: «Tuqui Tuqui Tuquituqui / Tuquituqui Tuquitá»; y la orden que le da al burrito sabanero de que vaya deprisa (que es lo que significa «apurar»), porque la llegada a Belén, según su parecer, es inminente (combinación de adverbio «ya»+perífrasis verbal incoativa «ir a+gerundio» («que ya vamos a llegar»). Y ahora los cuatro versos son octosílabos, pero solo riman en asonante /-á/ los pares («Tuquitá/llegar»), mientras que los impares quedan libres.
Y la quinta estrofa repite los tres primeros versos de la anterior. El protagonista expresa su intención ilusionada de encontrarse con Jesús, en compañía del burrito sabanero, que es lo que en nuevamente indica la perífrasis verbal «ir a+gerundio». Y aunque todos los versos son octosílabos, todos carecen de rima. Pero no es casual que la palabra con la que se cierra el texto sea, precisamente «Jesús».
Este somero análisis pretende justificar la popularidad de un texto que, como villancico, se ha incorporado a la celebración de las festividades navideñas en muchas partes del mundo; y que han grabado famosos cantantes, en todo tipo de versiones musicales, desde el pop hasta el flamenco, pasando por la música sinfónica.