Esta es la iglesia de Roma que 'robó el corazón' a 25 Papas
Apodada por los romanos como la «iglesia de las entrañas», San Vicente y San Anastasio comenzó a albergar los órganos internos de los Pontífices fallecidos desde el Magisterio de Sixto V
en el corazón de Roma, frente a la icónica Fontana de Trevi, se alza la iglesia de San Vicente y San Anastasio, un magnífico ejemplo de arquitectura barroca que, pese a su céntrica ubicación, suele pasar desapercibida entre los turistas. Sin embargo, esta iglesia guarda una historia única: alberga las vísceras embalsamadas de 25 Papas, desde Sixto V (1585-1590) hasta León XIII (1878-1903).
Apodada por los romanos como la «iglesia delle frattaglie» –es decir, de las entrañas–, esta tradición, según recoge el portal Aleteia, comenzó con Sixto V, quien inauguró el hábito de trasladar los órganos internos de los Papas fallecidos a san Vicente y san Anastasio tras el proceso de embalsamamiento.
La práctica, que simbolizaba reverencia y devoción hacia el difunto pontífice, persistió hasta el pontificado de León XIII. Fue su sucesor, Pío X, quien prohibió explícitamente esta costumbre en su testamento. El poeta romano Giuseppe Gioacchino Belli, conocido por su estilo irónico, describió la iglesia como un «museo de corazones y entrañas» en uno de sus famosos sonetos.
La iglesia, que originalmente llevó el nombre de «Sant'Anastasio de Trivio» –en referencia al «trivium» o cruce de tres calles del que deriva el nombre del barrio Trevi–, fue reconstruida en el siglo XVII por el arquitecto Martino Longhi el Joven bajo el encargo del cardenal Mazarino, Primer Ministro de Francia durante el reinado de Luis XIV.
Simbolismo del corazón
Por su proximidad al Palacio del Quirinal, que servía como residencia papal durante el verano, San Vicente y San Anastasio fue conocida durante siglos como la «Parroquia Pontificia». Esto explica la elección de este templo como lugar para depositar los corazones embalsamados de los Papas, un acto que, aunque solemne, se percibe como discreto, ya que es en la capilla subterránea de esta iglesia, que no está abierta al público, donde se conservan las urnas que contienen los corazones. Sus nombres figuran en una placa a la izquierda del altar mayor, acompañados por numerosos exvotos traídos por los fieles como muestra de gratitud por las gracias recibidas.
Aleteia explica como la práctica de extirpar el corazón y las vísceras tiene raíces antiguas, influenciada por los egipcios, quienes creían que retirar estos órganos preservaba mejor el cuerpo. En la Europa medieval, el corazón y la cabeza, considerados partes nobles, eran tratados con especial reverencia. El entierro separado del corazón simbolizaba tanto la vida terrenal del difunto como su aspiración a la eternidad. Esta tradición se incorporó a los rituales funerarios Papales, que desde el siglo XIV incluían nueve días de luto y misas, inspirados en los ceremoniales bizantinos.
En la tradición cristiana, la importancia del corazón se debe, en gran medida, a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que se remonta a los orígenes del cristianismo, cuando los primeros discípulos contemplaban el costado abierto de Cristo en la cruz como símbolo del amor redentor. El Papa Francisco ha subrayado esta tradición afirmando que el Corazón humano y divino de Jesús es una fuente inagotable de misericordia, perdón y ternura divina.