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La Crucifixión de León Bonnat

La Crucifixión de León Bonnat

Por qué el Viernes Santo es el día más solemne de la Semana Santa

El ayuno y la abstinencia son obligatorios en este día como signo de penitencia y unión con el sufrimiento de Cristo

Hay días que lo cambian todo. Y en la Semana Santa, ese día es el Viernes Santo. Un día sin misa, sin campanas, sin música. Un día de silencio, de luto, de recogimiento... y de una profunda esperanza. ¿Por qué es, entonces, el más solemne de toda la semana? Porque en él se conmemora la muerte de Cristo. Y no como un simple recuerdo histórico, sino como una vivencia intensa y compartida de su pasión, su cruz y su entrega por la salvación del mundo.

Oración, silencio y recogimiento

Lo primero que llama la atención es que no se celebra la Eucaristía. ¿Cómo puede ser esto posible en un día tan importante? Porque la Iglesia se centra únicamente en Cristo crucificado. Toda la liturgia gira en torno a su pasión: la proclamación del Evangelio, la adoración de la Cruz y la sagrada Comunión con formas consagradas el día anterior.

Aunque el Viernes Santo no se celebra la Eucaristía, la jornada comienza en muchas iglesias con el Oficio de Lectura y Laudes, alentando a los fieles a iniciar el día en oración y silencio, en sintonía con el drama de la Pasión.

La celebración central —la Liturgia de la Pasión del Señor— está cuidadosamente dispuesta por la tradición. Debe tener lugar después del mediodía, idealmente hacia las tres de la tarde, hora en la que el Evangelio sitúa la muerte de Cristo. No obstante, por razones pastorales puede celebrarse en otras horas de la tarde, siempre dentro de un límite: entre el mediodía y las nueve de la noche para preservar su sentido litúrgico.

Esta conmemoración debe celebrarse al menos en la catedral y en las principales iglesias parroquiales de cada diócesis, así como en los templos con mayor afluencia. No es una ceremonia más en el calendario, sino el día en que la Iglesia se postra ante el misterio de la cruz: la muerte del Hijo de Dios por la salvación del mundo.

Women wearing the traditional mantilla from "Jesus Caido" brotherhood participate during a Holy Week procession in Cordoba, Spain, Thursday, April 2, 2015.

El tradicional traje de mantilla se suele llevar el Viernes Santo, ya que su color negro simboliza el lutoManu Fernandez

Las siete palabras del Crucificado

El símbolo por excelencia del Viernes Santo es la Cruz. Se adora, se besa, se contempla. En muchas iglesias se coloca en un lugar especial para que los fieles se acerquen en silencio y oración, acompañando a Jesús en su sufrimiento. El altar se despoja. No hay flores, ni cantos, ni luces. Solo la cruz, con cuatro candelabros encendidos.

Una de las tradiciones más conmovedoras de este día es la lectura de las siete palabras que Jesús pronunció en la cruz. Palabras que resumen su mensaje, su perdón, su abandono, su amor hasta el extremo. «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Así muere el Hijo de Dios, entregando su vida por todos, incluso por los que lo negaron, lo insultaron, lo clavaron.

Las siete palabras de Jesús:

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
(Lucas 23, 24)
En verdad te digo: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23, 43)
Hijo, he ahí a tu Madre: Madre, he ahí a tu hijo.
(Juan 19, 26)
¡Dios mío!, ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? (Mateo 27, 46)
Tengo sed.
(Juan 19, 30)
Todo está consumado.
(Juan 19, 30)
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
(Lucas 23, 46)

Un día de ayuno y penitencia

El negro es el color del Viernes Santo, símbolo de luto profundo pero no carente de esperanza. Como señaló Eulalio Ferrer en Los lenguajes del color, es un tono que «abriga la fe divina».

Por eso en este día se cubren las imágenes y se guarda silencio. Jesús ha muerto. El Hijo ha entregado su espíritu y su madre, la Virgen María, lo vela en silencio, vestida también de negro como tantas imágenes que recorren las calles en señal de duelo.

El ayuno y la abstinencia son obligatorios en este día como signo de penitencia y unión con el sufrimiento de Cristo. Las procesiones acompañan ese camino simbólico hacia el Calvario. A lo largo del día, pasos e imágenes recorren las calles con himnos y oraciones, en recuerdo del sacrificio de Jesús por la salvación de la humanidad.

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