Las tres tentaciones del Camino Sinodal Alemán
Creer que las soluciones a los problemas vendrán exclusivamente de reformas puramente estructurales, orgánicas o burocráticas es la gran tentación de la Iglesia alemana
A su regreso de Canadá, el Papa Francisco ha comentado la última advertencia de la Santa Sede al Sínodo de la Iglesia en Alemania. No ha querido profundizar en la polémica y ha asegurado que todo lo que quería decir está escrito en una carta de junio de 2019, escrita personalmente, en la que pone en evidencia tres tentaciones.
Confianza excesiva en las reformas
Es algo que ya les había dicho con anterioridad a los obispos de Alemania y lo resume en «creer que las soluciones a los problemas presentes y futuros vendrían exclusivamente de reformas puramente estructurales, orgánicas o burocráticas, pero que, al final del día, no tocarían en nada los núcleos vitales que reclaman atención».
El Papa califica esta mentalidad como ‘pelagiana’ y cree que, lejos de solucionar los problemas, solo «complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera». Una visión que lleva «a la búsqueda de resultados inmediatos, que generen consecuencias rápidas y mediáticas, pero efímeras, por falta de maduración o porque no responden a la vocación a la que estamos llamados».
En el fondo de esta tentación se encuentra el pensar que frente a los problemas y errores, la solución pasa por «reorganizar las cosas, hacer cambios y especialmente ‘remiendos’ que permitan poner en orden y en sintonía la vida de la Iglesia, adaptándola a la lógica presente o de un grupo particular».
Ante esta mentalidad reorganizativa, el obispo de Roma recuerda que «cada vez que la comunidad eclesial intentó salir sola de sus problemas confiando y focalizándose exclusivamente en sus fuerzas o en sus métodos, su inteligencia, su voluntad o prestigio, terminó por aumentar y perpetuar los males que intentaba resolver».
El Papa Francisco advierte de la tentación de reducir el Pueblo de Dios a un grupo ilustrado que no permita ver y agradecer la santidad que vive en el pueblo de Dios
A juicio del Papa Francisco, la solución a los problemas pasa por la conversión personal, la conversión del corazón y «recuperar el primado de la evangelización para mirar al futuro con confianza y esperanza, porque, evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma». Una actitud de conversión que nos lleva a recuperar la alegría de ser cristianos y querer compartirla con otros.
Búsqueda de novedad permanente
Se trata del error que defendían los gnósticos, quienes «buscaban decir algo siempre nuevo y distinto de lo que la Palabra de Dios les regalaba». Un planteamiento «que pretende ir más allá del nosotros eclesial, que preserva de los excesos que atentan a la Comunidad».
Por eso, en la carta de junio de 2019, el Papa Francisco advierte de la tentación de «reducir el Pueblo de Dios a un grupo ilustrado que no permita ver, saborear y agradecer la santidad desparramada y que vive en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos...» Son ejemplos de la ‘santidad de la puerta de al lado’ que con frecuencia menciona el Papa y que constituyen «un reflejo de la presencia de Dios» en nuestras comunidades. Es ahí, en esa santidad sencilla, de personas que no quieren llamar la atención ni inventar nada nuevo, donde se encuentra la esencia de nuestra fe.
Posiciones protegidas y acomodadas
Se trata de la tercera tentación contra la que advierte el Papa en su carta a la Iglesia que Camina en Alemania. En definitiva es la actitud de quien busca nuevas estrategias para mantener el status quo de una institución, sin necesidad de cambiar profundamente.
No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase
El obispo de Roma deja muy claro que estos planteamientos nos conducen a «una espiral sin fondo que mata y asfixia el anuncio más hermoso, liberador y prominente que tenemos y que da sentido a nuestra existencia: Jesucristo es el Señor». El camino de una reforma auténtica en la Iglesia pasa por una receta del Evangelio: «Necesitamos oración, penitencia y adoración, que nos pongan en situación de decir, como el publicano: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’»
Frente a esa posición acomodada, que busca amparo en las estructuras y los protocolos, el Papa Francisco culmina su carta a quienes participan en el Camino Sinodal Alemán con estas palabras: «No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida, que nos lanza hacia adelante».