Viaje apostólico
La mujer de un sacerdote greco-católico, entre los testimonios que reciben al Papa en Kazajstán
El Papa ha pedido dar espacio a los laicos para que «las comunidades no se clericalicen»
Se llama Miroslava Galushka. Es profesora de colegio, madre de cuatro hijos y mujer de un sacerdote greco-católico, donde está permitido su matrimonio. Ha sido una de las cuatro personas elegidas por la organización del viaje a Kazajstán para dar un testimonio de saludo al Papa, esta mañana en la catedral de Nur-Sultán. Una elección significativa, en un encuentro con la comunidad católica local, donde el Papa ha insistido en promocionar el papel de los laicos y evitar «el inmovilismo» en la Iglesia.
Como muchos de quienes lideran la labor pastoral en Kazajstán, Miroslava Galushka es extranjera. Nacida en Ucrania, se desplazó con su marido a este país hace diez años, para atender a la comunidad de rito bizantino en el país. Tras agradecer el que su marido atendiera la llamada del Espíritu Santo y dejar su tierra para evangelizar, la mujer de este sacerdote católico agradeció al Papa sus oraciones y sus esfuerzos por llevar la paz a Ucrania.
Este encuentro con los católicos del país también ha tenido como protagonista a un español, José Luis Mumbiela. Se trata de un aragonés, obispo de Almaty y presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central. Ha sido él quien ha dado la bienvenida al Papa Francisco en la catedral y le ha agradecido la cercanía con esta pequeña comunidad, que poco a poco se renueva «con vocaciones locales, que son signo de esperanza para la Iglesia y la sociedad».
La «bienaventuranza» de ser pequeños
A partir de la pequeñez de la comunidad católica en Kazajstán, y también en Asia Central, el Papa ha recordado que Jesús en el Evangelio ya dijo que «ser pequeños y pobres de espíritu es una bienaventuranza, porque la pequeñez nos entrega humildemente al poder de Dios y nos lleva a no cimentar la acción eclesial en nuestras propias capacidades».
A juicio del obispo de Roma, «hay una gracia escondida al ser una Iglesia pequeña, un pequeño rebaño. En lugar de exhibir nuestras fortalezas, nuestros números, nuestras estructuras y cualquier otra forma de prestigio humano, nos dejamos guiar por el Señor y nos acercamos con humildad a las personas».
En el camino de construcción del futuro en la Iglesia, el Papa Francisco ha insistido en la necesidad de «brindar espacio a los laicos. Les hará bien para que las comunidades no se hagan rígidas y no se clericalicen. Una Iglesia sinodal, en camino hacia el futuro del Espíritu, es una Iglesia participativa y corresponsable».
En un país en el que la relación con otras creencias es obligada, donde los católicos apenas son un 1 % de la población, el Papa ha recordado la importancia de ser «hombres y mujeres de comunión y de paz, que siembren el bien allí donde se encuentren». En su opinión, «la apertura, al alegría y el intercambio son los signos de la Iglesia de los orígenes y también los signos de la Iglesia del futuro».
En un mensaje especialmente dirigido a los obispos y sacerdotes, el Papa ha querido terminar dejando clara su misión: «No ser administradores de lo sagrado o gendarmes preocupados porque se respeten las normas religiosas, sino pastores cercanos a la gente, imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo».