Francisco denuncia a los «cristianos de agua, que dicen creer en Dios», pero se olvidan del prójimo
«El mal empieza por provocar un distanciamiento, por hacernos mirar sin hacer nada, por no preocuparse», ha señalado el Papa Francisco
El Papa ha denunciado la «espiritualidad de maquillaje» y ha criticado a los cristianos «que dicen creer en Dios», pero luego «no se preocupan por el prójimo» ni se «interesan por la paz», en la misa que ha celebrado en la catedral gótica de Asti, la provincia del norte de Italia adónde viajó este sábado para festejar junto a su familia el 90 cumpleaños de su prima segunda.
«Nos convertimos en cristianos de agua, que dicen creer en Dios y querer la paz, pero no rezan y no se preocupan por el prójimo y no se interesan por Dios ni por la paz», ha alertado el Pontífice en la homilía.
Entre los familiares que estaban sentados en los bancos de la primera fila en la basílica, también estaba Carla Rabezzana la prima del Papa que este sábado celebró su 90 cumpleaños. Fue una celebración sencilla, familiar y privada, ya que no se permitió la presencia de cámaras o periodistas.
Dios se ha hecho siervo para que cada uno se sienta hijo. Llegó hasta ahí, hasta la paradoja de la Cruz
Francisco ha explicado que su viaje al lugar desde el que sus padres emigraron a Argentina en 1929 ha sido un regreso al «sabor de sus raíces».
Dios siempre abraza
Asimismo, ha alertado de que el «mal es contagioso». «La ola del mal siempre se extiende de esta manera: empieza por provocar un distanciamiento, por hacernos mirar sin hacer nada, por no preocuparse, luego uno sólo piensa en lo que le interesa y se acostumbra a girar hacia otro lado», ha dicho.
De este modo, ha señalado que la «indiferencia» es «un riesgo» para la fe que se puede marchitar «si se queda solo en la teoría y no se hace práctica, si no hay implicación».
El Papa ha explicado por último que Dios siempre abraza con los «brazos abiertos», una frase que ha pronunciado en dialecto piamontés, que es la lengua que hablaban sus padres y sus abuelos. «Dios se ha hecho siervo para que cada uno se sienta hijo. Llegó hasta ahí, hasta la paradoja de la Cruz, precisamente para abrazar todo lo nuestro, nuestra muerte, nuestro dolor, nuestra pobreza, nuestra fragilidad, nuestras miserias», ha añadido.