Cartas de renuncia de los Papas: una tradición más normal de lo que parece
«Un Papa impedido por una enfermedad grave no podría ejercer el ministerio apostólico con suficiente eficacia», ha señalado Francisco en su última entrevista
La revelación del Papa Francisco de que había firmado su renuncia, apenas incorporado a Roma, ha dado la vuelta al mundo. Pero como él mismo reconoció, otros Papas como San Pablo VI ya habían escrito una carta similar, una vez llegado el momento de obedecer y acoger la voluntad del Espíritu para gobernar la barca de Pedro.
El derecho canónico establece que un papa puede renunciar, pero debe «manifestarse libre y adecuadamente», condiciones que serían difíciles de determinar si un papa ya estuviera incapacitado. La ley de la Iglesia no prescribe ninguna fórmula para tal anuncio. Dice simplemente: «Si acontece que el Romano Pontífice renuncia a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia se haga libre y debidamente manifestada pero no que sea aceptada por nadie».
Pablo VI y Juan Pablo II
San Pablo VI y San Juan Pablo II llevaron adelante su servicio como Papas hasta el día de su muerte, evitando al colegio cardenalicio y a los canonistas el problema de decidir quien llevaría las riendas de la Iglesia en caso de enfermedad de estos. Pero Pablo VI dejó escrita su renuncia en el caso de quedar impedido.
El Papa Pablo dijo que estaba escribiendo «consciente de nuestra responsabilidad ante Dios y con un corazón lleno de reverencia y de caridad, que nos une a la santa Iglesia Católica, y no sin pensar en nuestra misión evangélica en el mundo». Por eso, y «en caso de enfermedad que se crea incurable o de larga duración y que nos impida ejercer suficientemente las funciones de nuestro ministerio apostólico; o en el caso de otro impedimento grave y prolongado» renuncia a su cargo «tanto como obispo de Roma como como cabeza de la misma santa Iglesia Católica».
Además, el postulador de la causa de santidad de San Juan Pablo II, Monseñor Slawomir Oder publicó en 2010 las dos cartas de renuncia que el Papa polaco había preparado en 1989 y en 1994 en caso de enfermedad incurable que le impidiera cumplir con sus responsabilidades pastorales.
Por su parte, Benedicto XVI en latín perfecto frente a sus cardenales, dijo: «Consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me ha sido confiado por los cardenales el 19 de abril de 2005, de tal forma que a partir del 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y tendrá lugar un cónclave para elegir al nuevo sumo pontífice que deberá ser convocada por aquellos a quienes compete».
El texto de San Juan Pablo de 1994 leído por Oder, decía que había orado y reflexionado mucho sobre lo que debería hacer un Papa que está a punto de celebrar su 75 cumpleaños en cuanto a tomar medidas en caso de «una enfermedad incurable o un impedimento que impida el ejercicio de los deberes del sucesor de Pedro», para proseguir que «fuera de estas hipótesis, siento un serio deber de conciencia de continuar cumpliendo la tarea a la que Cristo el Señor me ha llamado mientras, en el plan misterioso de su providencia, Él lo desee», decía el texto de San Juan Pablo II de 1994. Someterse a una cirugía en 1992 para extirpar un tumor intestinal le hizo pensar que «el Padre celestial podría haber querido encargarse del problema él mismo» antes de que el Papa quedara incapacitado. Pero no fue el caso, ya que el tumor era benigno.
Lo que era importante para él eran las necesidades de la Iglesia y del mundo
Así, prosigue el escrito, «siguiendo los pasos de mi antecesor, ya he puesto por escrito mi voluntad de renunciar al oficio sagrado y canónico de Romano Pontífice en caso de enfermedad que se presuma incurable e impida el ejercicio de las funciones del ministerio petrino».
La reacción del Papa Francisco a la publicación de las cartas de renuncia de Pablo VI y Juan Pablo II pudo inclinar su decisión de renunciar en caso de incapacidad para el gobierno de la Iglesia.
En el prefacio del libro en el que se publicó la carta de renuncia de Pablo VI, el Papa Francisco dijo que lo llenaba de «asombro» por el «humilde y profético testimonio de amor por Cristo y su Iglesia» de San Pablo VI y reconociendo que «ante la tremenda misión que se le encomendó, ante las protestas y una sociedad en cambio vertiginoso, Pablo VI no se retractó de sus responsabilidades. Lo que era importante para él eran las necesidades de la Iglesia y del mundo. Y un Papa impedido por una enfermedad grave no podría ejercer el ministerio apostólico con suficiente eficacia», subrayó el Papa.