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Benedicto XVI junto al arzobispo Georg GänsweinGTRES

Toda la verdad sobre el libro del secretario de Benedicto XVI, Georg Gänswein

Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI no da lo que promete, aunque en él sí emerge la figura imponente del Papa Benedicto XVI

El ya famoso libro Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI, escrito por quien fuera su secretario personal, el arzobispo Georg Gänswein junto a Saverio Gaeta lo cuenta todo. O quizá todo lo que podemos conocer cada hombre en sus propios ámbitos de poder, pero sin los detalles que propone, algunos riquísimos desde la llegada de un joven y brillante teólogo Ratzinger a Roma hasta el final de su vida, a finales de 2022.

En todos estos ámbitos dominados por la humana condición, el ego, los celos y los intereses personales y el Vaticano no puede sustraerse de esa influencia. El relato de Gänswein coge vuelo hacia las estancias de otro mundo lleno de arte, de protocolos, lacrados y cajas fuertes llenas de anillos petrinos, regalos y documentos de otro tiempo que llevaban siglos sin abrirse.

El entorno de Ratzinger

El mundo que describe Gänswein alrededor de su maestro Joseph Ratzinger es el mundo de las aspiraciones truncadas por las mismas aspiraciones latentes en otros: esas eternas luchas de ego, de auto–referencialidad y de imposición de criterios. Un ejemplo muy ilustrador de estas aspiraciones es el elocuente relato del círculo de secretarios y secretarias más cercano al Papa Ratzinger en el que una de ellas, especialmente astuta, pretendió aprovecharse de la bonhomía del Papa y manipularlo psicológicamente. El problema, a propósito de esta circunstancia, era que el Papa «se encontraba casi indefenso frente a aquellas personas que le rodeaban y que tenían tendencia a abusar, a ir más allá de su ámbito de competencia, ejerciendo una especie de violencia psicológica», en palabras de Gänswein.

El Papa Juan Pablo II junto al cardenal Joseph Ratzinger©KORPA

Es el mundo de los nombramientos y acercamientos al Papa para medrar en el entramado vaticano como, a juicio de Gänswein, hizo y deshizo Bertone. «Bertone hace lo que quiere» decían unos y otros. Y el propio Bertone llegó a reconocerlo a medias, cuando fue sustituido de su responsabilidad por Pietro Parolin, ya con el Papa Francisco.

El libro relata la labor diaria de Benedicto XVI, al que compara «con una boradora» capaz de dejar el trabajo intelectual para retomarlo después en el mismo punto; su pontificado absolutamente cristológico, su tensión permanente por hacer entrar en diálogo la fe con la razón, su sensibilidad para la belleza y todos los aspectos conocidos de la riquísima labor intelectual y pastoral del Pontífice bávaro.

  • Las traiciones

Gänswein no deja fuera de la narración el momento en que descubrió que la filtración de Vatileaks no provino de las consagradas Memores Domini, sino del mayordomo Paolo Gabriele, a quien Benedicto XVI quería como al hijo de quien empezaron a sospechar por sus ausencias después de comer.

  • Las miserias humanas

En este mismo sentido, tampoco obvia el misterio en torno a la desaparición de Emmanuela Orlandi y la incapacidad hasta hoy de encontrar una explicación concluyente entre las diferentes y contradictorias pistas. «Desde la conexión con un intento de secuestro a Juan Pablo II, hasta el intento de iniciar un intercambio con Ali Agca, pasando por los enfrentamientos entre los servicios secretos de Oriente y Occidente hasta (…) las cuestiones relacionadas con el IOR…»

  • La histórica renuncia

Tampoco faltan las razones aducidas por el propio Benedicto para renunciar después de la constatación progresiva y acelerada de la pérdida de fuerzas, a pesar del bien que era su presencia en los multitudinarios encuentros con los católicos de todo el mundo.

De los motivos de su renuncia , cuando comunica al autor del libro su decisión de abandonar al papado, también brota la grandeza de Ratzinger al decirle a su secretario que ya había sido Papa tantos años como los de la enfermedad de Juan Pablo II y no quería acabar como su antecesor.

«Un Papa va y viene, lo importante es que está Cristo», afirmó Benedicto XVI ante un apenado hasta la lágrima Georg Gänswein, que no tiene rubor alguno en recordar aquella conmovedora mañana de cierre de despachos y fin de labores como un día vacío y perdido, como en otra realidad.

  • La relación entre dos Papas

El libro se anima levemente llegado a este punto, ya que aparece en escena el dolor que producía a Benedicto XVI el intento de enfrentarlo con el nuevo Papa por todo tipo de cuestiones: desde la elección por parte de Francisco de vivir en santa Marta, hasta las sensibilidades diversas entre uno y otro cuando Ratzinger deja a Francisco la responsabilidad de terminar la encíclica Lumen Fidei.

  • El polémico libro de Sarah sobre el sacerdocio

Quizá sea esta polémica circunstancia, con petición de retirada del nombre del Papa emérito de la edición del libro sobre el sacerdocio, ese punto de inflexión entre Gänswein y Francisco, cuando este le pide que se centre en el cuidado del Papa emérito, le relega de sus funciones como Prefecto de la Casa Pontificia y Gänswein deja claro no haber comprendido la obediencia que le pidió el Papa Francisco.

En cualquier caso, el libro no da todo lo prometido, exceptuando algún detalle sobre las excepcionales circunstancias de la convivencia cordial entre dos papas, ya sabidas a lo largo de los días de agonía de Benedicto XVI.

En el epílogo, Saverio Gaeta, coautor del relato del fiel secretario de Ratzinger, constata la característica fundamental de la existencia de Benedicto XVI: la coherencia «de encarnar el pleno testimonio de la verdad en cada etapa de su ministerio. (...) Una coherencia con la verdad con mayúscula, ya que Ratzinger pretendía proponer y recrear la fe de todos los tiempos; pero también con lo minúsculo, pues de estas páginas brota toda la frescura de la cotidianidad de un personaje del que a menudo se han ofrecido narraciones inapropiadas...». Además, el texto termina con una profecía del mismo Padre Pío que toda la Iglesia ha podido constatar, cuando el monje de san Giovanni Rotondo describía el futuro de la Iglesia y a un Papa polaco que «sería un gran pescador de hombres, seguido de un Pontífice que confirmaría ampliamente a sus hermanos en la fe. Y después, en un susurro, añadió que ambos algún día serían proclamados santos».