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La tensión en Nicaragua ha alcanzado límites inimaginablesGTRES

Confirmado: el Vaticano está dialogando con Nicaragua para evitar la represión

La Secretaría de Estado vaticana está manteniendo «diálogos» con el objetivo de tratar de hacer comprender al gobierno nicaragüense que continuar por ese camino es contraproducente para sus mismos intereses

La diplomacia de la Santa Sede y la Iglesia en el país centroamericano están tratando de hacer comprender al régimen de Ortega que la persecución contra obispos, sacerdotes y seminaristas acabará por aislarle totalmente en el escenario internacional.

¿Cómo es posible que el Papa Francisco y sus representantes en la Santa Sede no estén alzando la voz contra la represión del régimen de Daniel Ortega contra obispos, sacerdotes y seminaristas?

La respuesta a la pregunta, como ha sucedido tantas veces a lo largo de la historia, es evidente y ha sido confirmada a El Debate por fuentes competentes de la Santa Sede: la Secretaría de Estado vaticana está manteniendo «diálogos» con el objetivo de tratar de hacer comprender al gobierno nicaragüense que continuar por ese camino es contraproducente para sus mismos intereses.

La noticia de la apertura de diálogo con el régimen ha sido confirmada por varias fuentes a El Debate. Entre otros, la ha confirmado en días pasados monseñor Carlos Enrique Herrera Gutiérrez, O.F.M, presidente de la Conferencia Episcopal Nicaragüense.

Juicio «oral y público» contra un obispo

La tensión en Nicaragua ha alcanzado límites inimaginables después de que este 23 de enero se confirmara que el régimen de los Ortega emprenderá «un juicio oral y público» contra monseñor Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la diócesis de Estelí.

Monseñor Álvarez, de 56 años, es el primer obispo arrestado y acusado desde que Ortega retornó al poder en Nicaragua en 2007. Se encuentra detenido desde el 19 de agosto de 2022.

La Policía, dirigida por el consuegro de Ortega, Francisco Díaz, acusa al obispo matagalpino de intentar «desestabilizar el país», supuestamente «con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales», en medio de las tensas relaciones que existen entre la Iglesia católica y el Gobierno desde las protestas opositoras de 2018.

«Hay que insistir con fuerza que la diplomacia actúa discretamente, pues se está moviendo en escenarios de alta tensión. Más que un proceso de ‘negociación’, se trata de un ‘diálogo’», confirman fuentes vaticanas a El Debate.

Para la Santa Sede es particularmente preocupante que el juicio contra el obispo sea «oral» y «público». «Esto es una novedad. Es muy fuerte. Está acusado de ‘conspiración’ y difundir ‘noticias falsas’. Los testimonios contra el obispo tendrán que formularse de manera pública». Por otra parte, la sentencia prevista por el actual sistema de Nicaragua para estas acusaciones es de varios años de cárcel.

Ortega se encuentra ante un hombre extraordinariamente valiente, que ya ha asumido la disponibilidad para pasar parte de su vida encarcelado, si eso implica ser coherente con su conciencia.

Aislamiento internacional

El Vaticano trabaja y espera para que el régimen de Ortega recapacite, en momentos en los que se está quedando políticamente solo en la escena internacional.

La radicalización de Ortega tiene lugar en momentos de cambio de tendencia incluso en la alianza bolivariana. Nicolás Maduro, desde Venezuela, está lanzando señales de distensión, reconociendo finalmente, según los términos del Concordato que regula las relaciones con la Iglesia, el nombramiento del cardenal Baltazar Porras, como arzobispo de Caracas, que estaba pendiente de su aprobación desde julio de 2018.

Por su parte, el régimen cubano recibe en estos días al enviado del Papa Francisco, el cardenal Beniamino Stella, como delegado especial para las celebraciones con ocasión del 25 aniversario de la histórica visita de san Juan Pablo II la isla.

Daniel Ortega se está quedando solo. Sus grandes aliados internacionales, Irán, Rusia y China, se encuentran en una situación inestable, pues dependen cada vez más de la evolución de la guerra en Ucrania.

La condena a años de cárcel a un obispo por defender derechos humanos implicaría un aislamiento internacional aún mayor para el régimen. «Un auténtico boomerang», consideran en el Vaticano.