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El pasado 28 de febrero el Mediterráneo se cobró la vida de 67 personasAFP

Francisco, la voz que clama ante una fosa común llamada Mediterráneo

El último drama en las aguas del sur de Italia, que han engullido a 67 desesperados, ha pasado desapercibido. La voz del Papa Francisco se ha alzado. Pero, ¿por qué es incomprendido por la clase política?

El cuerpo de Shahida Raza, jugadora de la selección nacional de hockey de Pakistán, aparecía sin vida el 26 de febrero en la costa de Crotone, localidad del sur de Italia, después de que la barcaza que la transportaba se estrellara contra las rocas.

Al cierre de esta edición, los socorristas habían encontrado, junto al de Shahida, 67 cuerpos sin vida, 16 de ellos niños. La embarcación en la que naufragaron, procedente de Turquía, transportaba llena hasta los topes entre 150 y 200 personas, nadie ha podido o querido dar una información precisa.

Shahida Raza

Solo 81 personas fueron rescatadas. Nadie sabe exactamente cuántos son los desaparecidos. Estos desesperados eran afganos, paquistaníes, sirios, palestinos, iraníes y somalíes.

Naufragio del pasado 28 de febrero de 2023 en el que murieron 67 personasAFP

Tratamiento para su hijo

Shahida, de 29 años, tuvo que abandonar su Pakistán natal ilegalmente para conseguir tratamiento médico para su hijo, de tres años. Pertenecía a la comunidad minoritaria chií Hazara de la ciudad de Quetta, cerca de la frontera con Afganistán, que desde hace años tiene que afrontar la persecución de grupos militantes suníes, incluidas franjas del Ejército Islámico. A pesar de sus éxitos deportivos, tanto en hockey como en el fútbol, militaba en el Balochistan United, no podía permitirse el tratamiento para su hijo enfermo.

Naufragio del pasado 28 de febrero en el que murieron 67 personasAFP

¿Sabe usted cuántos periódicos de España han contado la historia de Shahida? ¿Ha escuchado usted en estos días voces que se hayan alzado para que una catástrofe como la que ha sacudido a Italia en esta semana no se repita?

El punto de vista de un Papa es diferente al de los líderes de las naciones

El malentendido con la política

La voz del Papa Francisco en este, como en otros dramas de la desesperación humana que huye de países en guerra y pobreza, ha quedado aislada: un profeta ante la fosa común en que se ha convertido el Mediterráneo.

Poquísimas horas después de esta tragedia, alzaba su voz para pedir oraciones «por cada uno» de los fallecidos, y agradeció a la población que ofreció ayuda y cobijo a los supervivientes.

Como es normal, el punto de vista de un Papa es diferente al de los líderes de las naciones. Para el obispo de Roma, como cristiano, todo inmigrante, ya sea musulmán, asiático, o fugitivo…, es, ante todo, una persona, un hijo de Dios, cuya dignidad es inviolable y cuya vida hay que salvar, si está en peligro. Toda consideración política viene después.

Para el Papa, para un cristiano, los inmigrantes no son números: son niños, son madres, son padres… Son hombres y mujeres que necesitan «buenos samaritanos». Movilizar las conciencias para superar estas situaciones de peligro vital para cientos de miles de personas se ha convertido en uno de los temas preponderantes de su pontificado.

Para los políticos, y tiene su lógica, la inmigración es ante todo una cuestión de seguridad nacional y de protección de las fronteras. Los derechos humanos de los migrantes y refugiados, vienen frecuentemente después.

Por eso, el Papa, en sus diez años de pontificado que ahora se cumplen, no ha hecho más que zarandear las conciencias, en particular de la clase política, para que hagan de la inmigración una cuestión, ante todo, de derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida.

Hoy el Mediterráneo es un cementerio, quizás el cementerio más grande del mundoPapa Francisco

Una posición no entendida

Algún que otro político ha respondido que es fácil ser Papa y pedir a los países que abran las puertas de par en par a los refugiados e inmigrantes. No paga él las facturas. La acusación parece justificada, pero es simplemente falsa. Pues el Papa también es consciente de que la inmigración, si quiere respetar la dignidad humana de quien acoge y de quien es acogido, necesita ser canalizada.

Para gestionar flujos migratorios humanizadores, el Papa Francisco utiliza cuatro verbos clave: «acoger», «proteger», «promover» e «integrar».

Según nos decía a los periodistas el 6 de noviembre pasado, en el avión que le traía de regreso de su viaje apostólico al Reino de Baréin, «si no se pueden dar estos cuatro pasos, el trabajo con los migrantes no puede ser bueno. Acogidos, acompañados, promovidos e integrados: llegar hasta la integración».

AFP

El Papa considera que Europa tiene una responsabilidad: África

La propuesta para Europa

Si se quieren aplicar estos principios a Europa, el Papa constata que, en estos momentos, hay cuatro países que están cargando con todo el peso de la crisis migratoria: España, Italia, Grecia y Chipre.

«La mayor parte de los migrantes viene del mar. ¡Pero, la vida debe ser salvada! Hoy el Mediterráneo es un cementerio, quizás el cementerio más grande del mundo», denunciaba en su conversación con los periodistas.

Vista aérea del naufragio que se cobró la vida de 67 personas en las costas de CalabriaAFP

«La política de migrantes debe ser consensuada entre todos los países, no se puede hacer una política sin consenso, y la Unión Europea debe adoptar una política de colaboración y de ayuda, no puede dejar a Chipre, Grecia, Italia y España, la responsabilidad de todos los migrantes que llegan a las playas», afirmaba el Papa respondiendo a nuestras preguntas.

En segundo lugar, el Papa considera que Europa tiene una responsabilidad: «África». «El problema de los migrantes debe ser resuelto en África –aclara–. Pero si pensamos en África con el lema 'África debe ser explotada', es lógico que los migrantes, la gente huya de esa explotación. Europa debe intentar hacer planes de desarrollo para África».

La posición del Papa Francisco, inspirada en el Evangelio, es la misma de Benedicto XVI y Juan Pablo II. En la encrucijada actual, constituye una de las grandes contribuciones del cristianismo a la política para humanizar la crisis migratoria.