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El Papa Francisco durante su última audiencia en el VaticanoGtres

Carta apostólica 'Sublimitas et miseria hominis'

El Papa rehabilita a Pascal y lo propone a los cristianos como faro para la «verdadera felicidad»

«Todos los hombres buscan ser felices. No hay excepciones, por diferentes que sean los medios empleados. Todos aspiran a este fin», ha rememorado el Santo Padre

El Papa Francisco ha rendido homenaje al filósofo, físico y matemático francés Blaise Pascal, una de las mentes más brillantes del Siglo de las Luces, y ha rehabilitado su figura ya que, durante mucho tiempo, fue acusado de ser uno de los discípulos del jansenismo (movimiento declarado herejía por la Iglesia católica) al proponerlo como un faro para los cristianos contemporáneos que buscan la «verdadera felicidad».

En su recién publicada carta apostólica Sublimitas et miseria hominis, el Papa se ha hecho eco de algunas de las frases más célebres de Pascal. «Todos los hombres buscan ser felices. No hay excepciones, por diferentes que sean los medios empleados. Todos aspiran a este fin», ha rememorado.

Así, cuatro siglos después de su nacimiento, Pascal sigue siendo para la sociedad, según Francisco, «el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro humilde y gozoso reconocimiento del Señor muerto y resucitado».

Francisco ha considerado que Pascal «tenía la certeza sobrenatural de la fe y la veía tan acorde con la razón, aunque infinitamente superior a ella» que incluso «quería llevar la discusión lo más lejos posible con los que no compartían su fe». Por ello, ha elogiado el modelo de evangelización «llena de respeto y paciencia, que nuestra generación haría bien en imitar».

Seguir buscando la verdad

En este sentido, ha propuesto a «todos los que quieran seguir buscando la verdad, que escuchen a Pascal, hombre de inteligencia prodigiosa que quiso recordarnos cómo fuera de los objetivos del amor no hay verdad que valga la pena». «Pascal nos previene contra las falsas doctrinas, las supersticiones o el libertinaje que alejan a muchos de nosotros de la paz y la alegría duraderas», ha destacado.

En una larga carta apostólica dedicada al intelectual francés nacido en 1623, el Papa también ha alertado de la «grandeza y miseria del hombre forman la paradoja que está en el centro de la reflexión y el mensaje de Pascal».

«Con la razón rastreó sus signos, especialmente en los campos de las matemáticas, la geometría, la física y la filosofía. Pero no se detuvo ahí. En un siglo de grandes progresos en muchos ámbitos de la ciencia, acompañados de un creciente espíritu de escepticismo filosófico y religioso, se mostró como un infatigable buscador de la verdad, y como tal permaneció siempre 'inquieto', atraído por nuevos y más amplios horizontes», ha asegurado.

Por ello, ha reconocido en la figura de Pascal «una actitud de fondo», que ha calificado de «asombrada apertura a la realidad». «Apertura a otras dimensiones del conocimiento y de la existencia, apertura a los demás, apertura a la sociedad», ha precisado.

«Ni su conversión a Cristo, ni su extraordinario esfuerzo intelectual en defensa de la fe cristiana lo convirtieron en una persona aislada de su época. Estaba atento a las cuestiones que en ese entonces eran más preocupantes, así como a las necesidades materiales de todos los que componían la sociedad en la que vivió», ha defendido.

Para el Papa, su apertura a la realidad hizo «que no se cerrara a los demás ni siquiera en la hora de su última enfermedad». «Me alegra que la Providencia me dé la oportunidad de rendirle homenaje y de poner en evidencia lo que, en su pensamiento y en su vida, considero apropiado para estimular a los cristianos de nuestro tiempo y a todos nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad», ha añadido.

«Pascal sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad», ha resumido.

«La grandeza de la razón humana»

Por ello, para el Papa, «si Pascal es capaz de conmover a todo el mundo, es porque habló de la condición humana de una manera admirable. Sería engañoso, sin embargo, ver en él solamente a un especialista en moral humana, por muy brillante que fuera». «Pascal es sumamente estimulante para nosotros porque nos recuerda la grandeza de la razón humana y nos invita a utilizarla para descifrar el mundo que nos rodea», ha agregado.

Según el Pontífice, «la filosofía de Pascal, llena de paradojas, es el resultado de una mirada tan humilde como lúcida. Parte de la constatación de que el hombre es un extraño para sí mismo, grande y miserable». En concreto, «aspira a algo más que a satisfacer sus instintos o resistirse a ellos», ya que «hay una desproporción insoportable, por una parte, entre nuestra voluntad infinita de ser felices y de conocer la verdad; y, por otra, nuestra razón limitada y nuestra debilidad física, que conduce a la muerte».

Por este motivo, Pascal –ha señalado el Papa– dice que «si Dios existe y si el hombre ha recibido una revelación divina, y si esta revelación es verdadera, ahí debe encontrarse la respuesta que el hombre espera para resolver las contradicciones que lo torturan».

En este sentido, Francisco ha manifestado que Pascal «que ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia, pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio; es ese cristiano que quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo».

«Aunque la fe sea de un orden superior a la razón, esto no significa ciertamente que se oponga a ella, sino que la supera infinitamente. Leer, pues, la obra de Pascal no es, ante todo, descubrir la razón que ilumina la fe; es ponerse en la escuela de un cristiano con una racionalidad fuera de lo común, que tanto mejor supo dar cuenta de un orden establecido por el don de Dios superior a la razón», ha insistido.

Por todo ello, el Papa ha argumentado que «su obra luminosa y los ejemplos de su vida, tan profundamente sumergida en Jesucristo, puedan ayudar a seguir hasta el final el camino de la verdad, la conversión y la caridad».