800 años de los estigmas de San Francisco: «Lecciones para redimir un mundo en guerra»
La Santa Croce, enriquecida con tesoros espirituales, artísticos e históricos, evoca la vida del santo Poverello y su búsqueda de un amor auténtico, alegría y paz
Toda la familia franciscana ha inaugurado oficialmente el año de la celebración del octavo centenario de los estigmas de san Francisco con eventos espirituales y divulgativos. Dante, en su Paraíso, lee los estigmas de San Francisco como «el último sello tomado por Cristo». El mensaje de los estigmas, según el padre Giancarlo Corsini, guía de la comunidad de los frailes menores conventuales a cargo de la basílica de Santa Croce en Florencia, Italia, representa una invitación a la curación y la esperanza, especialmente relevante en un mundo afligido por conflictos.
«Los estigmas ayudan a transformar las heridas en fisuras, un mensaje que invita a observar las heridas actuales: intolerancia, guerra, hambre, nacionalismos, racismo y supremacismo. Estas realidades, similares a estigmas, pueden ser sanadas y transformadas en fisuras que manifiestan a Dios, con la ayuda divina y el compromiso humano», argumenta el padre Corsini.
La Santa Croce, enriquecida con tesoros espirituales, artísticos e históricos, evoca la vida del santo Poverello y su búsqueda de un amor auténtico, alegría y paz. «Esta experiencia de Francisco se ve como una especie de mensaje divino para todos los hombres, independientemente de su pertenencia a la Iglesia católica», según el rector de la basílica.
En 1224, san Francisco de Asís habría recibido los estigmas, los signos de la pasión de Cristo, en La Verna, situada en los Apeninos Toscanos. «El 2024 sigue a otros dos grandes eventos que celebramos el año pasado, los 800 años de la regla de San Francisco y los 800 años del belén de Greccio. El biógrafo de San Francisco cuenta que el pesebre le importaba especialmente por la humildad de la encarnación y la caridad de la pasión».
El padre Corsini afirma que «si no colocamos la caridad en la base de la experiencia de los estigmas, corremos el riesgo de dar una imagen dolorista del cristianismo. Es decir, llorosa. En cambio, la experiencia cristiana es la experiencia de la alegría o la perfecta felicidad que llega, y no en una situación en la que todo va bien, sino incluso en una situación de rechazo».
San Francisco, un Ferrari en la espiritualidad
«Los estigmas llegan al final de una experiencia humana y espiritual, en la que Francisco experimenta un gran cansancio. Después de regresar de Tierra Santa, de la experiencia del encuentro con el Sultán, Francisco encuentra que su fraternidad tiene dificultades para seguirlo. Hay un ejemplo que puede parecer banal, pero no lo es, Francisco de Asís es un Ferrari y los frailes son un Fiat 500», explica el experto franciscano.
«Chesterton afirma que el primero y el último franciscano es Francisco de Asís, como un tipo de paradoja. Pero es una verdad, ya que Francisco enfrenta este desafío de manejar tanto el cansancio como la novedad del Evangelio. También es un compromiso para la Iglesia contemporánea, cuando el Papa Francisco nos lleva no a las estructuras eclesiales o las leyes, sino al Evangelio. Esto crea dificultades porque no hay un modelo fijo, sino lo que el Evangelio inspira, situación por situación. Puedo ser fiel a la ley, pero carecer de humanidad», añadió Corsini.
Los estigmas en el contexto actual
–¿Cómo llegan los estigmas a San Francisco?
–Los estigmas de San Francisco en el contexto actual. Francisco experimenta un sentimiento de fracaso cuando llega a La Verna con el corazón amargado. Encuentra consuelo en el hecho de que, a pesar de su estado de ánimo pesado, un grupo de pájaros lo rodea y canta. Para él, esto es una señal de que el Señor está contento con su presencia. En La Verna, Francisco se plantea dos preguntas cruciales sobre quién es Dios y quién es él mismo. En una oración, pide a Dios amar como Él ha amado, mientras que en la otra ora por padecer lo que Jesús padeció por nuestra Salvación, y así llegan los estigmas.
–¿Qué podemos entender sobre los estigmas de San Francisco en el contexto eclesial actual?
–Me gusta pensar y me conecto un poco con la experiencia del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, cuando en Lisboa, el Papa hizo gritar a los jóvenes: 'La Iglesia es para todos, todos, todos'. Pensemos en una familia numerosa, los hijos caminan todos guiados por el mismo Padre, pero cada uno tiene tiempos diferentes, formas diferentes de realizar la enseñanza del Padre. Algunos lo hacen de manera interesante, algunos vacilan, otros se desvían, pero siempre son hijos.
Tradición y modernidad
–¿Qué piensa de los grupos dentro de la Iglesia Católica que muestran una actitud fuertemente tradicionalista y adoptan posiciones excluyentes, sosteniendo que aquellos que desean participar en la Iglesia deben convertirse, o de lo contrario ser excluidos?
–Me dan un poco de pena, también me dan ternura.
–¿Por qué?
–Jesús, cuando entró en contacto con personas como Mateo, la adúltera y Zaqueo, no exigió conformidad con normas estrictas ni examinó si estaban arrepentidos. Los amó tal como eran, los acercó a sí mismo e inició el proceso de conversión. Es como si yo quisiera ser franciscano volviendo a vivir en las cabañas de la Porciúncula hace 800 años. Esto no es realizable, no es humano, no es cristiano, y no es lo que Jesús desea, ya que la historia es el lugar donde Dios se revela en un mundo en constante evolución, lleno de contradicciones y elementos positivos. Algunos parecen querer avanzar, pero con la marcha atrás activada.
–¿Cómo encaja la tradición, por ejemplo, la misa en latín, muy deseada por algunos grupos eclesiales, en este contexto?
–Jesús no habló latín, griego o quizás ni siquiera el hebreo del templo; habló arameo, entrando así en la realidad. Para buscar a Dios, también debo entrar en una realidad donde puedo decir «Dominus Vobiscum» en lugar de usar un lenguaje que no ayuda al misterio del Señor. Esto es imposible y va más allá de toda lógica. Si Dios vino a mí hablando mi lengua, ¿por qué debería ir a hablar otra lengua para encontrarlo? Esto sería una forma de excluir.
–¿Cómo ocurrió la conversión de San Francisco?
–Francisco, en su vida, afirma que su conversión fue obra del encuentro con un leproso, no con el Crucifijo de San Damián. Dios se encuentra a través del hombre, ya que el hombre es la carne de Jesucristo, como afirma el Papa. Por lo tanto, no podemos vivir de idealizaciones nostálgicas, sino que debemos estar arraigados en el presente, abiertos al futuro de Dios.
Jóvenes y fe: un lenguaje que los involucre
–¿Podría este aniversario ser un medio para llegar a las nuevas generaciones que pierden la fe?
–Miremos al mundo juvenil, pero los jóvenes no son malos. El problema es que seguimos utilizando un lenguaje que no los involucra. El dilema no se trata de los contenidos, sino más bien de cómo anunciamos al Señor. Las verdades son inmutables y nos han sido transmitidas por la Iglesia, pero es esencial narrarlas de manera adecuada a los tiempos y lugares que cambian. La teología siempre ha adaptado su lenguaje, pero a menudo la catequesis no.
–¿Un mensaje quizás percibido como distante o poco atractivo para los jóvenes?
–Nuestro cristianismo, a veces, queda solo conceptual y no impacta en la vida. Cuando la fe no involucra la vida, incluso si tengo muchas nociones teológicas, no me convierto en un creyente apasionado. Francisco, por el contrario, es un creyente enamorado.
–Los jóvenes nos piden coherencia...
–El Papa afirma que Dios es confiable y nosotros debemos ser creíbles. Si decimos una cosa y hacemos otra, perdemos credibilidad. En caso de error, debemos tener el coraje de admitirlo y pedir perdón, incluso a nuestros hijos.
–¿Qué enseñanzas de los estigmas de San Francisco cree que se pueden aplicar en la sociedad?
–Creo que se trata de la lógica del amor. Quien ama desea parecerse lo más posible al amado. Hay un camino de transformación en la persona amada. Esto, creo, es la cúspide del gran camino de Francisco: desde el encuentro con el Crucifijo hasta el leproso, Francisco desea, durante toda su vida, conformarse al Amado para convertirse en una imagen del Amado.