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El Papa Francisco confiesa: «A veces he llegado a creerme superior a otros»

«A menudo no siento la presencia de Jesús», es una de las sorprendentes afirmaciones que el Papa dijo en un encuentro con un grupo de mendigos que forman parte del proyecto Hogares Lázaro, y que ahora salen a la luz en un nuevo libro

A pesar de la locuacidad que ha caracterizado al Papa Francisco durante sus casi 14 años de pontificado, pocas veces ha hablado de sí mismo con la naturalidad y confianza que utilizó en un encuentro con indigentes del proyecto Hogares Lázaro, y que ahora sale a la luz en el libro De los pobres al Papa. Del Papa al mundo (Voz de Papel).

La iniciativa de los Hogares Lázaro, nacida en Francia e impulsada en España por el sacerdote Álvaro Cárdenas, busca propiciar la inserción social y la evangelización de los mendigos, a través de viviendas compartidas entre indigentes y jóvenes.

En mayo de 2020, en plena pandemia, varios miembros del proyecto tuvieron un primer encuentro por videoconferencia con el Santo Padre, tras el cual decidieron ponerse en contacto con pobres de todo el mundo (de Filipinas a Chile, de Brasil a Madagascar, de Estados Unidos a Irán), así como con cristianos perseguidos en distintos países, para recabar las preguntas que los más excluidos del planeta quisieran enviarle al Sucesor de Pedro.

Un diálogo «insospechado y único»

Ya con todas las preguntas clasificadas y traducidas, más de un año después, volvieron a reunirse con el Pontífice -esta vez de forma presencial- para mantener con él «un insospechado diálogo, único e inspirador, entre hombres y mujeres de todos los rincones del mundo que viven en la pobreza, en la calle, o que sufren las penurias de la vida, y a quienes nadie le da la palabra», como se explica en la presentación del libro.

Además de las denuncias contra «el drama del egoísmo humano», las «injusticias que gritan al cielo», y sus propuestas para lograr vivir «con pobreza del corazón», uno de los aspectos más llamativos del diálogo es la confianza y la sinceridad con que el Papa Francisco habla de sí mismo a los indigentes que le interrogan.

El Papa junto a algunos participante de Lázaro

«A veces he llegado a creerme superior a otros»

Cuando leen para él la pregunta que Marie, una sin techo de Angers, en Francia, le plantea a cerca de cuáles son sus defectos, el Pontífice reconoce: «Soy como la leche hirviendo. ¿Cómo decir? Impaciente… A veces contesto demasiado rápido. A veces he llegado a creerme superior a otros. A veces no he tenido la paciencia de esperar». Y añade que todo ello «son defectos relacionados con la autosuficiencia, que es una raíz muy amarga y fea que tengo que vigilar constantemente».

Además, al hablar de sí mismo, Jorge Mario Bergoglio dice que «el Papa es un pobre tipo... El Papa es un hombre como cualquiera, que tiene los mismos problemas que cualquier persona. Y entonces hay que sacarse la mitra y decir: ‘Yo, delante de ti, Señor, soy un hombre’. Después te pones la mitra y dices lo que tienes que decir».

Cada cuánto se confiesa y quién es su confesor

Contra estos vicios, Francisco explica que trata de luchar «con un poco de dominio de mí, de ascetismo y de oración. Y examen interior, porque a veces uno toma una decisión, y por ser autosuficiente la toma precipitándose y lo tenía que haber consultado…».

Algo en lo que le ayuda también, según reconoce en su diálogo con los sintecho, la confesión frecuente. Incluso, el Papa llega a darles el nombre de su confesor, un franciscano español, sobre quien bromea entre su magnanimidad y las anchas mangas típicas del hábito de los Hermanos Menores: «Me confiesa el padre Manuel, un franciscano que hoy mismo me ha llamado por teléfono. Cada 15 días me llama y me dice: ‘Ya pasaron 15 días’, entonces viene y me confiesa. Se llama Manuel Blanco, es español y es superior de una de las comunidades franciscanas aquí, en Roma. Y como buen franciscano, es ‘manga ancha’», afirma Francisco.

A menudo, Jesús es el gran ausente. No siento su presenciaPapa Francisco

Entre otras revelaciones sorprendentes -como cuando afirma que lee a Baudelaire y escucha a Wagner, o que «está seco», puesto que hace tiempo que no recibe el don de lágrimas, del que tanto habla en sus catequesis y homilías-, el Sucesor de Pedro reconoce que normalmente no percibe la presencia de Dios en su oración.

«¿Siente usted la presencia de Cristo en el día a día?», le preguntan los miembros de Hogares Lázaro, leyendo una cuestión formulada por Artin, un cristiano iraní. Y la respuesta del Pontífice es abrumadoramente franca: «A menudo Jesús es el gran ausente. No siento su presencia. Pero en los momentos más difíciles, está ahí. En esos momentos siento una especie de seguridad interior, el sentimiento de que Él no me puede fallar».

E ilustra esa «noche oscura» con un ejemplo cotidiano de su propia experiencia sacerdotal, que aprovecha para insistir en una idea que ya ha repetido en numerosas ocasiones: la predisposición que deben tener los confesores a perdonar los pecados. «En los momentos de pecado, pues en mi vida de sacerdote he experimentado momentos de pecado, me he preguntado: ‘¿cómo va a perdonarme el Señor?’ Pero su mano siempre estuvo ahí. Estos momentos me han enseñado que no se debe negar jamás el perdón a nadie. Siempre tenemos miedo de tratar el con el pecado. Todos decimos ‘soy pecador’, pero cuando uno siente que ha hecho un pecado muy grande, y nos sentimos pecadores, viene la vergüenza. Y ese es el momento en el que hay que apostar por la misericordia de Jesús, dejarse levantar por el Señor. Esta actitud me ha ayudado mucho en los momentos de pecado», reconoce Francisco.