Además de retirar el polvo acumulado, la restauración también servirá para eliminar la pátina de suciedad que ha depositado en el monumento el paso del tiempo y el trasiego de los peregrinos y, además, embellecer la obra encargada en 1623 por el recién elegido papa Urbano VIII al joven Bernini, que tan solo contaba con 25 años pero ya había trabajado para el papado diseñando la famosa Plaza de San Pedro.