La profética y «angustiosa invocación» de Pablo VI por la falta de sacerdotes que se ha cumplido
La Iglesia dedica el mes de marzo a orar por las vocaciones sacerdotales. Este año, tras conocer la caída en picado del número de seminaristas en España, resuenan con más fuerza las proféticas palabras que escribió san Pablo VI hace justo 60 años, ante «el problema del número de sacerdotes»
Quedaban décadas para que la mala digestión del Concilio Vaticano II iniciase un proceso de secularización en la Iglesia que, entre otros efectos, diezmaría el número de sacerdotes, especialmente en occidente, y en España de forma literal.
Sin embargo, en 1964, es decir hace ahora justo 60 años, el entonces Papa Pablo VI ya percibió de un modo profético la gravedad del «problema del número suficiente de sacerdotes». Una cuestión de la que, aseguraba, «depende el futuro religioso de la sociedad cristiana», y que para el Pontífice suponía «el índice preciso e inexorable de la vitalidad» de la Iglesia.
Su preocupación fue tal que decidió instituir una Jornada de Oración por las Vocaciones en todo el mundo que se repitiese cada año, y empleó un medio entonces tan pionero como el radiomensaje para hacer llegar su advertencia a todos los rincones del planeta.
60 años después, los datos le dan la razón
Justo seis décadas después, la Conferencia Episcopal Española ha dado la cifra de seminaristas en España, con ocasión del Día del Seminario que se celebra en el mes de marzo.
Aunque la CEE ya no ofrece comparativas de años anteriores ni permite saber cuántos seminaristas hay en cada diócesis, un paseo por la hemeroteca permite comprobar cómo los datos han confirmado las proféticas preocupaciones de san Pablo VI. Hoy, el número de nuevos ingresos en el seminario se ha reducido un 31 % respecto a hace cinco años (143 frente a 208 en 2019), y el total de candidatos al sacerdocio (956 en toda España) ya es solo el 72 % del que había en 2014, hace diez años (1.314). Un dato más: en 1964, la cifra de seminaristas que recogía el Anuario Pontificio era de 8.233. Literalmente, el número de seminaristas en España se ha diezmado con respecto al año en que Pablo VI dio por primera vez la voz de alarma: solo hay un 11 % de los seminaristas que había entonces.
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«Los gemidos inquietantes» del mundo
En este contexto, resuena con más autoridad esa «angustiosa invocación al Señor» que dejó escrita el Papa Montini para que Dios suscitase vocaciones sacerdotales. Porque «son pocos», decía, «con relación a las exigencias del mundo moderno y a sus gemidos inquietantes», y «pocos también con relación a los alejados, indiferentes u hostiles, pero que quieren en el sacerdote un modelo viviente irreprensible de la doctrina que profesa». «Y sobre todo escasean estas manos sacerdotales en los campos de misión, donde quiera haya hermanos y hombres que catequizar, socorrer y consolar», afirmaba.
«Donde son numerosas las vocaciones…»
Por ese motivo, el sucesor de Pedro reclamaba «escuadras generosas de católicos» que pidiesen «al Señor los obreros que necesita su mies». Además, respondía a aquellos que ya empezaban a promover una visión desacralizada del sacerdocio como si fuese un mero oficio de acompañamiento social, como en el caso de los llamados curas obreros u otros meramente académicos, y también se adelantaba a otros que, a fecha de hoy, miran con recelo a las comunidades de las que surgen más vocaciones.
«Donde son numerosas las vocaciones sacerdotales –decía–, es porque se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio; es una prueba de que los padres son buenos y fervorosos, que no solo no temen sino que se llenan de alegría y orgullo al dar sus hijos a la Iglesia; allí habrá sacerdotes fieles y celosos, cuyo programa más importante en la cura pastoral será la continuidad de su sacerdocio; y habrá sobre todo adolescentes generosos y bizarros, puros y aguerridos, que alimentados de vida eucarística y sensibles a la voz de Cristo, saben nutrir en su joven corazón el deseo de servir un día a la Iglesia y darse a las almas para toda la vida».
Una oración desgarrada
Y concluía con una breve pero desgarrada oración, que pedía se repitiera «desde las familias, las parroquias, las comunidades religiosas, las salas de los hospitales, los labios de los niños inocentes, para que aumenten las vocaciones sacerdotales y para que sean según los anhelos del Corazón de Cristo». Una oración, que dice así:
Jesús, divino Pastor de las almas, que llamaste a los Apóstoles para hacerlos pescadores de hombres: atrae a Ti las almas ardientes y generosas de los jóvenes, para hacerlos tus seguidores y tus ministros; hazlos partícipes de tu sed de redención universal, para que se renueve sobre los altares tu Sacrificio. Tú, Señor, «siempre dispuesto a interceder por nosotros», descúbreles los horizontes del mundo entero, donde la muda súplica de tantos hermanos pide luz de verdad y el calor del amor; para que, respondiendo a tu llamada, prolonguen aquí en la tierra tu misión, edifiquen tu Cuerpo místico, la Iglesia, y sean «sal de la tierra y luz del mundo». También extiende, Señor, tu amorosa llamada a muchas almas de mujeres puras y generosas, e infúndeles el ansia de la perfección evangélica, y la entrega al servicio de la Iglesia y de los hermanos necesitados de asistencia y de caridad. Amén.