¿Habrá efecto cascada?
El aborto en la Constitución francesa desafía los esfuerzos provida de los últimos Papas
«Suprimir una vida humana no puede ser un derecho», responde el Vaticano a la decisión de Macron de blindar el aborto en la Carta Magna
Francia se ha convertido en el primer país del mundo que incluye el aborto como 'derecho' en su Constitución con 267 votos a favor y 50 en contra en el Senado. Aunque el Gobierno ya legisló a favor de esta subcultura de la muerte, el presidente Macron ha querido blindarla incluyéndola en la Carta Magna.
El Vaticano ha respondido afirmado que «suprimir una vida humana no puede ser un derecho». Desde Juan Pablo II hasta el Papa Francisco, pasando por Benedicto XVI, la condena al relativismo, que iguala los derechos con la libertad de actuar en detrimento de la vida misma, ha sido una postura constante en la Iglesia. «El aborto y el infanticidio son crímenes abominables», declara el Concilio Vaticano II en la constitución pastoral Gaudium et spes, promulgada por Papa Pablo VI en 1965.
La relación entre el número de abortos y el de nacimientos en Francia es alarmante. Los bebés no nacidos representan aproximadamente uno de cada tres embarazos, con alrededor de 234.330 procedimientos registrados en comparación con los 726.000 nacimientos en 2022. Esta cifra de bebés no nacidos en Francia es prácticamente equivalente a la desaparición de la población de una ciudad como Montpellier, en el sur del país. Además, el índice de abortos ha experimentado un aumento del 10 % desde 2021.
Un efecto eugenésico
El intento de incluir el aborto en la Constitución ya se había debatido en 2017 y 2019, sin éxito. Sin embargo, la revocación del fallo Roe vs. Wade en Estados Unidos, que protegía el aborto a nivel federal, y las restricciones al acceso al aborto en varios países europeos, como Polonia o Hungría, motivaron a Francia a modificar su Constitución.
El texto no dice «derecho al aborto», sino que habla de ejercitar la libertad. Para el Eliseo es una decisión relacionada con la igualdad entre hombre y mujer, proclamada como grande causa de la legislatura. El aborto como facultad para las mujeres de «controlar del propio cuerpo». Según el texto aprobado, «la ley determina las condiciones en que se ejerce la libertad garantizada a la mujer de recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo».
La Iglesia en el país galo teme ahora que esta tendencia se manifieste como un fenómeno eugenésico en la sociedad y, además, que tenga un posible 'efecto cascada' en Europa. Al respecto, preocupa la propuesta del presidente francés Emmanuel Macron de incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Asimismo, que lo ocurrido sea un precedente para los organismos internacionales que presionan a las naciones más pobres con el objetivo de que adopten medidas legislativas a favor del aborto a cambio de ayudas económicas.
La Pontificia Academia para la Vida del Vaticano instó a todos los gobiernos y religiones a priorizar la protección de la vida, abogando por medidas concretas en favor de la paz, la justicia social y el acceso universal a recursos, educación y salud. La Iglesia católica considera la defensa de la vida como una realidad humana, no una ideología, parafraseando al Papa Francisco (25 de marzo de 2020).
En este sentido, el arzobispo Vincenzo Paglia, de 78 años, quien es presidente de la academia de la vida, explicó al periódico italiano Il Corriere della Sera que se entiende la preocupación de los obispos franceses. El aborto «no puede ser visto exclusivamente desde la perspectiva de los derechos de las mujeres. En eso no hay discusión». Y defendió «el derecho de aquellos que deben nacer», como una posición a favor de «los derechos humanos en su conjunto».
«Las legislaciones hablan de derechos, pero nunca se ocupan de eliminar lo más posible las causas de estos verdaderos dramas existenciales. Nosotros, los sacerdotes, lo sabemos: con qué frecuencia en el confesionario, incluso después de años, el peso de esa elección traumática se hace sentir con fuerza», constató Paglia.
La vida no es un juego
«No se puede jugar con la vida, ni al principio ni al final». Esta fue la advertencia del Papa Francisco al presidente Emmanuel Macron, cuyo gobierno ya preparaba la ley a favor del aborto el año pasado.
El 23 de septiembre de 2023, en la rueda de prensa del vuelo que lo llevó de regreso a Roma, desde Marsella, el Pontífice dijo: «Esta vez no hablé con el presidente –sobre el aborto y la eutanasia–, pero la última vez sí, cuando vino y le dije mi opinión: con la vida no se juega, sea la ley de no dejar crecer al niño en el vientre de la madre, la ley de eutanasia en la enfermedad o en la vejez».
Macron en las audiencias en el Vaticano en 2018, 2021 y 2022, manifestó siempre afecto y empatía hacia el Papa. Sin embargo, ha sido el artífice de solicitar que no haya cambios posteriores en la Constitución respecto al aborto.
Asimismo, el Papa advirtió también en esa ocasión sobre «las colonizaciones ideológicas que arruinan la vida humana y van en contra de la vida humana». Después de Francia, ahora en Inglaterra se quiere hacer un cambio a la legislación de 1861 (modificada en 1967), con la «despenalización completa» del aborto. El Parlamento de Westminster reabrirá el debate.
El aborto es obra del poder del Anticristo
El matrimonio homosexual y el aborto muestran el «poder espiritual del Anticristo». Así se expresaba el Papa Ratzinger en el libro-entrevista titulado: Benedicto XVI, una vida, escrito por Peter Seewald. Para el Pontífice alemán, el matrimonio homosexual y el aborto en el mundo, sin la posibilidad de disentir por miedo a la desaprobación de la sociedad, muestran el «poder espiritual del Anticristo».
«Hace cien años todo el mundo habría considerado absurdo hablar de un matrimonio homosexual. Hoy en día, si te opones, eres excomulgado de la sociedad», afirmaba. Lo mismo ocurre con «el aborto y la creación de seres humanos en el laboratorio». En este sentido, se refirió a la «dictadura mundial de ideologías aparentemente humanistas, contradiciendo lo que queda excluido del consenso social básico».
Por su parte, en esta línea, Juan Pablo I se mantenía en el mismo rigor doctrinal de Pablo VI, y defendió la encíclica de su predecesor, Humanae Vitae, en la que se confirma la oposición de la Iglesia al aborto y a la contracepción.
La ciencia al servicio de la muerte
La posición de Juan Pablo II sobre la vida humana destacaba la importancia de proteger la dignidad y la vida desde la concepción. «Para facilitar la difusión del aborto, se han invertido y se siguen invirtiendo ingentes sumas destinadas a la obtención de productos farmacéuticos, que hacen posible la muerte del feto en el seno materno, sin necesidad de recurrir a la ayuda del médico» (Evangelium Vitae, 13). El Papa santo se enfocó en la responsabilidad de la Iglesia en anunciar el Evangelio de la vida en un mundo amenazado por diversas formas de violencia y desafíos a la vida humana.
En conclusión, los obispos franceses destacan la preocupación de que desacralizar la vida a través de una laicidad impuesta resulta perjudicial para toda la nación, no solo para la comunidad católica. La Iglesia, como se establece en el Catecismo, no se adscribe a ningún sistema político específico; su interés reside en preservar el carácter trascendente de la persona humana.