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El Papa Francisco durante la audiencia general de este miércolesAFP

Audiencia general del miércoles

El Papa Francisco denuncia que la tortura «hiere la dignidad de las personas»

En su audiencia general, el Sumo Pontífice ha pedido la liberación de los prisioneros de las guerras, especialmente «los que son torturados»

Antes de que los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro recibiesen la bendición apostólica, el Papa Francisco ha querido que «pongamos nuestro pensamiento en las poblaciones en guerra». Se ha acordado de Tierra Santa, Palestina, Israel y la «martirizada Ucrania». Además, ha puesto hincapié en recordar a todos los prisioneros, especialmente «los que son torturados». Este tormento, ha declarado el Sumo Pontífice, «no es humana, muchas torturas hieren la dignidad de las personas».

En la catequesis impartida durante la audiencia general de este miércoles, Francisco ha meditado sobre la cuarta virtud cardinal, la templanza. «¿Por qué todos buscamos la felicidad y tan pocos la alcanzan?», se ha preguntado para comenzar.

Cómo beber un buen vino

El Catecismo de la Iglesia Católica define la templanza como «la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su corazón».

El Papa ha comentado que las personas que no se dejan inundar por «la virtud de la justa medida», son «poco fiables siempre». De esta manera, se pone en valor a las personas moderadas, que prefieren «pensar lo que dicen y no hacer promesas vacías, sino comprometerse en la medida en la que puede cumplirlas».

«El libre curso de los impulsos y la total licencia concedida a los placeres acaban volviéndose contra nosotros mismos», ha sentenciado. En ese sentido, el Pontífice ha puesto el ejemplo de un «buen vino», que, para poder apreciarlo debidamente, se debe beber a pequeños sorbos en vez de «todo de un trago».

No cultivar la templanza puede poner en peligro las relaciones y amistades, pudiéndose dejar llevar por la ira. Estas necesitarán reconstruirse con gran esfuerzo por un momento de cólera, especialmente las familiares, «donde las inhibiciones son menores». Francisco ha apuntado existe «tiempo para hablar y otro para callar, pero ambos requieren de la justa medida». Igualmente, se aprecia la estima de los demás, «pero no hace de ella el único criterio de cada palabra».

Llorar, indignarse y disfrutar

Quien es moderado es «sensible y sabe llorar» sin avergonzarse de ello. «Pero no llora sobre sí mismo: derrotado, se levanta; victorioso, es capaz de volver a su vida escondida de siempre. No busca el aplauso, pero sabe que necesita de los demás», ha proseguido.

Así, ha reclamado que, en ocasiones, es vital «indignarse», ya que un reproche «es más saludable que un silencio agrio y rencoroso», sabiendo que es mejor no dar «rienda suelta al mal» que pasar el mal trago de corregir a otro. Practicar la templanza en medio «de un mundo que empuja al exceso», lleva a la práctica de actitudes evangélicas como la pequeñez, la discreción, el disimulo o la mansedumbre.

Sin embargo, Francisco ha negado que esta virtud «nos vuelva grises y sin alegría». Por el contrario, provoca que cada uno sea capaz de un «disfrute mejor de los bienes de la vida», como estar juntos a la mesa o disfrutar de la compañía y confianza de otras personas, así como asombrarse «ante la belleza de la creación». En ese sentido, concluyendo, es «la alegría que florece en el corazón de quien conoce y valora lo que es más importante en la vida».