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El Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro, El Vaticano- AFP

Audiencia general del miércoles

El Papa reclama que «Palestina e Israel sean dos Estados libres y con buenas relaciones»

Francisco ha pedido rezar por el fin de la guerra, afirmando que «es siempre una derrota» y señalando a los fabricantes de armas como los beneficiados

«Por favor, recemos por la paz, recemos». Con esta súplica daba paso el Papa Francisco a la bendición apostólica que imparte cada miércoles en su audiencia general. Se ha acordado la «martirizada Ucrania que sufre tanto», de Myanmar y de Oriente Medio, deseando que Palestina e Israel «sean dos Estados libres y con buenas relaciones». La guerra «siempre es una derrota, quienes ganan más son los fabricantes de armas», decía.

Además, el Sumo Pontífice se ha dirigido a los polacos allí presentes, recordando el próximo aniversario de la canonización de san Juan Pablo II. A ellos les ha pedido que «permanezcan fieles a su legado, promuevan la vida y no se dejen engañar por la cultura de la muerte». Además, ha pedido su intercesión por el don de la paz, «por el que él como papa se ha esforzado tanto».

Las virtudes teologales

El pasado miércoles concluía la catequesis sobre las virtudes cardinales, pertenecientes a una «sabiduría anterior al cristianismo». Sin embargo, ha comentado el Santo Padre, ha sido este quien las ha «enfocado, potenciado, purificado e integrado en la fe». Es el Espíritu Santo quien hace posible «distinguir claramente el bien del mal», alcanzando la plena realización de la fe.

Por la asistencia del Espíritu, el cristiano obtiene el don de otras tres virtudes «netamente cristianas», llamadas teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Unidas a las cardinales, «constituyen una bisagra de una vida buena» y se contraponen a los siete pecados capitales.

El Catecismo de la Iglesia Católica, proseguía Francisco, las define aludiendo a que fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Estas tres virtudes informan y vivifican todas las virtudes morales, siendo infundadas por Dios para que los fieles sean capaces de actuar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano.

El Santo Padre ha rechazado la soberbia, mencionada como un «veneno poderoso», del que es necesaria solo una gota para «echar a perder una vida marcada por el bien». Ha reconocido que ponerse en el centro arruina la existencia y el «pobre 'yo'» se adueña de todo.

«Todos caemos en la vida»

Se pueden corregir estas situaciones, que pueden tornarse en dolorosas, gracias a las virtudes teologales, «especialmente en los momentos de caída». El Sumo Pontífice ha hecho hincapié en que «todos caemos en la vida, incluso a quienes practican la virtud cada día». La inteligencia no siempre es lúcida; ni la voluntad, firme; o el valor vence constantemente al miedo.

«Si hemos perdido la confianza, Dios nos reabre a la fe con la fuerza del Espíritu Santo. Si estamos desanimados, Dios despierta en nosotros la esperanza. Y si nuestro corazón está endurecido, Dios lo enternece con su amor», ha comentado.

«El gran don de las virtudes teologales es la existencia vivida en el Espíritu», añadía. Francisco ha afirmado que una persona no puede considerarse virtuosa si, pese «haber realizado innumerables obras buenas», la razón que las motivaba era engrandecerse a uno mismo. «El cristiano nunca está solo: hace el bien, no por un esfuerzo titánico de compromiso personal, sino que, como humilde discípulo, camina detrás del Maestro Jesús».