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El beato Nicanor Ascanio, con la palma del martirio, uno de los franciscanos cuya canonización fue aprobada hoy

Siete franciscanos españoles decapitados en Siria en 1860 serán santos

Manuel Ruiz y diez compañeros más rehusaron abandonar a sus feligreses y fueron martirizados sobre el altar de su iglesia

El Papa Francisco ha aprobado este jueves la canonización del beato español Manuel Ruiz y otros siete frailes franciscanos, seis de ellos españoles, así como tres laicos, asesinados todos en Damasco (Siria) en 1860 «por odio a la fe», según ha recogido Efe.

Según explica la Real Academia de la Historia, Manuel Ruiz nació en San Martín de las Ollas (Burgos), en 1804, en el seno de una sencilla familia rural, y fue martirizado en Damasco (Siria) en 1860. Recibió los primeros rudimentos del latín en su pueblo natal e ingresó en los franciscanos, en el convento de San Miguel de las Victorias de Priego (Cuenca) en 1825.

Ordenado sacerdote en 1830, fue destinado con otros diecinueve compañeros a las misiones de Tierra Santa, desembarcando en Jaffa (Israel) el 3 de agosto de 1831 y trasladándose pronto a Damasco para estudiar el árabe. Nombrado párroco de la iglesia de la Conversión de San Pablo, enfermó al poco, por lo que sus superiores lo enviaron al Convento de Luca (Italia) para restablecerse.

Profesor de Hebreo y Griego

Como no lo consiguió, marchó a España, primero a su pueblo natal y luego a la ciudad de Burgos, donde en 1847 fue nombrado profesor de Hebreo y Griego en el seminario diocesano.

Deseando volver a la actividad parroquial, fue nombrado párroco de Para (Burgos), un minúsculo pueblo al norte de la diócesis, donde estuvo por muy poco tiempo, porque en 1856 decidió su vuelta a Damasco.

Al año siguiente fue nombrado superior de la comunidad franciscana de aquella ciudad, pero la situación había cambiado mucho en sus años de ausencia.

Miles de cristianos degollados

Los cristianos del Líbano y Siria eran objeto de persecución violenta por parte de los drusos y en 1860 fueron destruidas muchas aldeas maronitas y asesinados sus habitantes. La violencia llegó también a Damasco; el 9 de julio el barrio cristiano, donde vivían unas 30.000 personas, fue asaltado y miles de cristianos degollados. Muchos se refugiaron en el Convento franciscano, confiando en la solidez de sus muros.

No queriéndolos dejar abandonados a su suerte, los franciscanos decidieron no aceptar la propuesta del gobernador turco de refugiarse en su residencia.

Con el padre Manuel estaban siete religiosos, todos ellos españoles menos uno: Carmelo Bolta (Real de Gandía, Valencia, 1803); Nicanor Ascanio (Villarejo, Madrid, 1814); Nicolás María Alberca (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1830); Pedro Nolasco Soler (Lorca, Murcia, 1827); Francisco Piñazo Peñalver (Alpuente, Valencia, 1812) y Juan Fernández (Carballeda, Orense, 1808), además del austríaco Engelberto Kolland. Todos fueron asesinados junto a otros muchos cristianos; el padre Manuel, que había acudido a la iglesia a vaciar el sagrario, fue obligado a colocar su cabeza sobre el altar y así fue decapitado. Su cuerpo pudo ser recuperado por los cristianos supervivientes doce días después de la masacre.

En 1872 comenzó su causa de beatificación, introducida en Roma en 1885. La pérdida de documentos producida por la Primera Guerra Mundial obligó a reiniciar los trabajos, creándose un nuevo tribunal en Damasco en 1922. Finalmente, el 10 de octubre de 1926 los ocho franciscanos y tres católicos maronitas seglares, víctimas de la misma persecución, fueron beatificados en la basílica vaticana por el papa Pío XI.