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China y la Santa Sede firmaron un acuerdo secreto en 2018 que incluye el nombramiento conjunto de obispos

China y la Santa Sede firmaron un acuerdo secreto en 2018 que incluye el nombramiento conjunto de obisposPaula Andrade

La espina clavada del Pontificado: los esfuerzos del Vaticano por acercarse a China

Ningún obispo de Roma ha visitado nunca el gigante asiático, pero en los últimos tres pontificados se han visto grandes avances hacia unas relaciones bilaterales oficiales

Matteo Ricci llegó a China en 1583. Este jesuita, el único extranjero al que un emperador ha dado permiso para enterrarse en suelo imperial de la ciudad prohibida, fue quien introdujo el Evangelio en el país oriental. No obstante, pasarían muchos años hasta que los católicos chinos organizaran su propio concilio (Pekín, 1924). Desde la muerte del misionero no se nombrarían obispos nativos hasta 200 años después, con Pío XI.

Ambos estados –el Vaticano y China– nunca han mantenido una relación oficial, pero lo que se había conseguido hasta entonces se perdió con la llegada Mao Zedong y el comunismo a China. Los lazos con la Iglesia católica quedaron definitivamente rotos y desde entonces los sucesivos pontificados se esfuerzan por reanudarlos. Los católicos en el país mandarín apenas representan un 1 % de la población y muchos llevan una doble vida entre la religión oficialista controlada por el Estado y la clandestinidad.

Los hilos de la diplomacia vaticana

Ningún obispo de Roma ha visitado nunca el gigante asiático, pero en los últimos tres pontificados se han visto grandes avances hacia unas relaciones bilaterales. En 1983 Juan Pablo II envió una carta a Deng Xiaoping, que las autoridades de Pekín jamás dieron por recibida. 18 años después, el Papa viajero lanzó una petición pública directamente a China: quería hacer oficial su relación, pero no pedía ningún privilegio para la Iglesia en el país.

Seis años más tarde, Benedicto XVI redactó una extensa carta a los católicos chinos en la que les trasladaba la cercanía que Roma sentía con ellos. En estas mismas páginas, expresó su deseo de intentar llegar a un acuerdo con las autoridades sobre el nombramiento de obispos.

Un acuerdo secreto

Tras esto, años de trabajo de la diplomacia vaticana llevaron a que por fin se firmara el pacto. En 2018 se convino que sería el Papa quien tendría la última palabra en el nombramiento de obispos para las diócesis chinas. Los términos del contrato son estrictamente confidenciales y nunca se han hecho públicos, aunque se piensa que es similar al establecido con Vietnam, que permite al Pontífice escoger a un obispo de una terna presentada por las autoridades.

El convenio se renovó por dos años más en 2020 y otro dúo en 2022. Habrá que esperar a octubre de 2024 para ver si volverá a ocurrir o no. En este tiempo, se han nombrado conjuntamente siete obispos, mientras que todavía quedan más de cuarenta sedes episcopales vacantes. Por su parte, las autoridades chinas se han saltado el tratado en varias ocasiones. La primera de ellas fue en noviembre de 2022, cuando nombraron de forma paralela a un obispo auxiliar para Jiangxi. Poco después, el Vaticano denunció una nueva violación de los términos del acuerdo cuando fue nombrado un nuevo obispo de Shanghái.

De cara a una posible renovación, el cardenal secretario del Estado Vaticano, Pietro Parolin, ha dejado caer en la celebración de los 100 años del concilio de Shanghái que hace tiempo que la Santa Sede desea tener «una presencia estable en China, aunque inicialmente no tenga la forma de una representación pontificia, de una nunciatura». Esto ayudaría, ha asegurado, a aumentar y profundizar la relación entre ambos estados. «Ese es nuestro objetivo», ha declarado. Si de nuevo ocurriera como en Vietnam, que la Santa Sede contase con un representante residente en China sería una opción plausible. En julio de 2023, el presidente mantuvo una reunión con el Papa Francisco en la que se acordó el envío de un nuncio residente al país, después de 50 años sin uno, que ya está en funcionamiento.

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