Chiara Corbella, la joven que demoró su tratamiento de cáncer para salvar la vida de su hijo, más cerca de ser beata
Perdió a sus dos primeros hijos y salvó su tercer embarazo con el riesgo de morir
«no te desanimes nunca, hijo mío, Dios nunca te quita nada, si toma algo, es solo porque quiere darte más». Estas fueron las palabras que Chiara Corbella escribió a su hijo Francesco, de un año, antes de morir de un cáncer de lengua.
Nacida en Roma en 1984, fue la segunda y última hija de Maria Anselma y Roberto. Desde pequeña, sus padres la educaron en la fe, que creció y fortaleció gracias al grupo de Renovación Carismática que frecuentaba. Sus padres y familiares siempre decían que Chiara era una chica que destacaba por su normalidad: «Recordar a Chiara cuando se sentaba en mis rodillas, como alguien santo, me impresiona», explicaba su padre a los medios el pasado viernes, y añadía: «Mi imagen de los santos estaba muy lejos, eran personas inalcanzables».
Un cambio de rumbo en Medjugorje
En 2002 cuando tenía 18 años, mientras pasaba unos días de vacaciones en Croacia con sus amigas, se enteró de que su hermana Elisa estaba en el santuario mariano de Medjugorje (Bosnia y Herzegovina), así que decidió unirse a ella dado que se encontraba cerca del lugar. Fue allí donde conoció al que intuyó que seria su futuro marido, Enrico. Iniciaron así un noviazgo que duraría 6 años en el que no faltaron crisis y rupturas. Finalmente, se casaron en 2008.
Pronto, Chiara se quedó embarazada de su primera hija, Mariagrazia, la cual solo vivió media hora a causa de una anencefalia. Al tiempo, se quedó encinta de segundo hijo, Davide, que también moriría al poco de nacer por una malformación en la pelvis y ausencia de los miembros inferiores. En uno de sus escritos, Chiara escribió: «En el matrimonio el Señor quiso donarnos unos hijos especiales: María Grazia Letizia y Davide Giovanni pero nos pidió acompañarlos solo hasta el nacimiento y nos permitió de abrazarlos, bautizarlos y entregarlos en las manos del Padre en serenidad y alegría».
La llegada de Francesco
Cuando Chiara descubrió que estaba embarazada por tercera vez, los médicos le dijeron que el niño venía sin problemas. Sin embargo en esta ocasión era Chiara la que tenía complicaciones: le diagnosticaron un cáncer de lengua. La primera intervención se la pudieron hacer estando ella embarazada, pero para la segunda fase de quimioterapia, la joven madre italiana decidió esperar a que naciera Francesco para no poner en riesgo la vida de su hijo. Dio a luz el 30 de mayo de 2011 y, aunque comenzaron la segunda fase de curas, el tumor ya se había extendido demasiado.
Un año después, el 13 de junio de 2012, falleció Chiara Corbella Petrillo. En la misma carta que escribió a su hijo Francesco, le acabó diciendo: «Sabemos que eres especial y tienes una gran misión. El Señor te ha querido desde siempre y te mostrará el camino a seguir si le abres tu corazón… ¡Fíate, vale la pena!».
El proceso de beatificación
El pasado viernes 21 de junio tuvo lugar en la basílica de San Juan de Letrán, sede de la diócesis en Roma, la clausura de la fase diocesana de Chiara Corbella Petrillo.
El proceso de beatificación de Chiara se abrió en 2018. Después de haberse recopilado todos los relatos, testimonios y favores de tanta gente de todo el mundo que pidió la intercesión de Chiara, donde se estudian los escritos de la italiana para determinar su santidad y virtudes heroicas, se cerró esta fase con una sesión de clausura en la basílica papal, en presencia de familiares, amigos y cientos de personas. Estos documentos se enviarán ahora a la Congregación para la Causa de los Santos, donde se examinarán detalladamente.
Enrico, su marido, en unas breves palabras que dirigió a los presentes, señaló: «Gracias por todo el amor que todos estos años también me habéis dado: si amáis a Chiara, me amáis también a mi». Y añadió que «la belleza de Chiara nos ha revelado una característica de Dios que tantas veces no pensamos: Dios es un Dios feliz». Recordando la muerte de su difunta esposa, afirmó: «Creo que también Dios murió feliz, como Chiara» y, haciendo alusión a la dulzura de su esposa, acabó subrayando la idea de que «Dios es feliz y Dios es dulce».