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El Papa Francisco ayer durante la oración del Ángelus. EFE/RICCARDO ANTIMIANIEFE

El Papa Francisco advierte de que «lo superfluo te convierte en esclavo»

El Ángelus del 14 de julio en la plaza de San Pedro fue la oportunidad para recordar la importancia de la comunión y la sobriedad

El pasado domingo 14 de julio, el Papa Francisco volvió a salir al balcón de la Plaza de San Pedro para realizar la tradicional oración mariana.

Fue la ocasión para comentar el Evangelio del día, (Mc 6, 7-13), donde Jesús envía a sus discípulos «de dos en dos» a proclamar el anuncio del Reino de Dios, instándoles a llevar con ellos solo lo necesario. Fue en esos dos puntos donde Francisco quiso centrar ayer su reflexión.

Explicó cómo el Evangelio se debe anunciar en comunidad porque es que es así como se aprende a custodiar el valor de la sobriedad «compartiendo los recursos, las capacidades y los dones, y prescindiendo de lo superfluo», añadiendo que «lo superfluo te convierte en esclavo».

Sobriedad de pensamientos y sentimientos

El Papa Francisco habló de la sobriedad invitando a que todos «tengan lo necesario para vivir de manera digna». Señaló que «cuando nos conformamos con lo necesario, incluso con poco, con la ayuda de Dios, somos capaces de avanzar y de llevarnos bien, compartiendo lo que hay, renunciando todos a algo y apoyándonos mutuamente».

Pero el Santo Padre no solo hizo referencia a la austeridad material, sino que también mencionó la sobriedad de los pensamientos y los sentimientos. Exhortó a abandonar los prejuicios y rigideces que, «como un equipaje inútil, lastran y entorpecen el camino» y, en su lugar, promovió «la confrontación y la escucha, para hacer más eficaz el propio testimonio».

Instó a los fieles a no ser individualistas, afirmando que en los ambientes donde «cada uno va por su cuenta», surgen la envidia y el egoísmo, y que si estos prevalecen «el aire se vuelve pesado, la vida, difícil y los encuentros se convierten más en una ocasión de inquietud, de tristeza y de desaliento que en una ocasión de alegría».

Concluyó recordando los valores de la comunión y sobriedad como indispensables para que la Iglesia «sea verdaderamente misionera, a todos los niveles».