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El Papa Francisco, durante el rezo del ÁngelusAFP

El Papa alerta en el Ángelus del riesgo de usar a Dios «como confirmación de lo que pensamos nosotros»

Francisco recordó a los fallecidos en el accidente aéreo de Brasil

Ayer domingo, 11 de agosto, el Papa volvió a unirse a los fieles en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus. Aparte del usual comentario al Evangelio del día, el Pontífice renovó su llamamiento a la paz en el mundo entero, al recordar el aniversario de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.

Además, por ser ayer la festividad de Santa Clara, expresó su cercanía a todas las clarisas, con una mención especial a las de Vallegloria en Umbría, Italia, a quienes visitó en 2019 y con quienes mantiene una buena amistad. Además, el Papa dedicó oraciones a las víctimas del reciente accidente aéreo en Brasil.

El peligro de la presunción

El Evangelio de la liturgia de ayer (Jn 6,41-51) habla de la reacción de los judíos ante la afirmación de Jesús, que dice: «Yo soy el Pan bajado del cielo». Se escandalizan y murmuran contra él diciendo: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?».

El Papa explicó a los fieles como estas personas no podían concebir que Dios se manifestara de una manera tan simple y ordinaria. Su incredulidad estaba arraigada en ideas preconcebidas sobre lo que debería ser un mesías, y de que no había nada que pudieran aprender de alguien con un origen tan humilde: «¡Cuidado con las ideas preconcebidas y la presunción! Tienen sus esquemas rígidos y no hay lugar en sus corazones para lo que no encaja en ellos, para lo que no pueden catalogar y archivar en las estanterías polvorientas de sus certezas», afirmó el Santo Padre.

A raíz de este pasaje, el Papa explicó cómo algunos judíos, a pesar de cumplir con prácticas religiosas y presenciar los milagros de Jesús, no lo reconocen como el Mesías. Esto sucede porque, en lugar de abrirse a la Palabra de Dios, se cierran en sus convicciones y no buscan entender verdaderamente a Jesús, sino que buscan confirmación de sus propias ideas preconcebidas: «Se limitan a murmurar entre ellos contra Él, como para tranquilizarse mutuamente sobre lo que están convencidos, y se cierran, están cerrados como en una fortaleza impenetrable», observó Francisco.

El Papa advierte sobre como esta cerrazón de corazón puede ocurrirle a cualquiera y que una fe y oración auténticas pueden abrir a las personas a la verdad y a la voluntad de Dios, no reafirmar los prejuicios. «Preguntémonos, entonces», concluye el Santo Padre, «¿en mi vida de fe soy capaz de callar realmente en mi interior y de escuchar a Dios? ¿Estoy dispuesto a acoger su voz más allá de mis esquemas y venciendo también, con su ayuda, mis miedos?».